Ir al contenido principal

IV Ultra Trail Solidaria 7 Playas



En plena recta final del máster y las oposiciones, el Ultra Trail 7 Playas sería mi última gran competición, seguramente, hasta el final del verano.

Por primera vez competiría en la modalidad de Parejas, con mi compañero Cristóbal, del Club Atletismo Fuengirola, y por primera vez también, competiría en un ultra (50 km) calzando huaraches.

El modelo seleccionado fueron las Nunche 2 de Pies Sucios, en un modelo de preproducción; con las Simna 3 había logrado mi mejor marca personal en 10 kilómetros la semana anterior, y tras varias sesiones con ellas, las Nunche me parecieron la mejor apuesta para esta prueba.

El récord por parejas, 4:25, no parecía demasiado descabellado, pero claro, casi una treintena de kilómetros discurrirían sobre arena, y no solo orilla, también dunas y zonas endebles donde podías hundirte hasta los tobillos.

Viajando hacia San Fernando, junto a Mayte, fantaseábamos con hacer podio en la prueba, aunque al bajarnos del coche el fuerte vendaval que soplaba nos puso de vuelta a la realidad; aun así no habíamos de tan lejos para no luchar por ello, y más tras no haber podido completar mi último ultra, tocaba exprimirse al máximo.

Tras dejar las cosas en el Hostal Roma (muy recomendable), nos dirigimos hacia el instituto donde se recogería la bolsa del corredor.

Casualidades de la vida, los dos tenemos un tatuaje en la misma pierna

Callejeando por San Fernando

En los aparcamientos del Instituto

No se aprecia, pero el viento alcanzaba rachas de 40 km/h

haciendo "el cabra" con la cabra

Ya con los dorsales y la bolsa del corredor
En la recogida de dorsales pude "desvirtualizar" a Cai.man, del foro Solidaridad y Deporte, con el que seguro que coincidí en la V edición de las 24 Horas Solidarias La Breña Xtreme, pero no ubicaba, y tras una breve charla nos despedimos hasta el día siguiente.

Aun quedaba para la hora de cenar (no eran ni las 8), por lo que decidimos buscar algún sitio para tomarnos algo, ver la ciudad con un paseo, y ya sí, cenar; no obstante, en la bolsa del corredor venía un flyer de la pizzería "Margarita's" y se me antojó cenar pizza, lo que contagié a mis acompañantes, por lo que nos pusimos rumbo a la pizzería.

Consejo personal: NUNCA os fiéis de las indicaciones de Google Maps si no tenéis megas... casi 9 kilómetros y 2 horas después descubrimos que la pizzería estaba a 800 metros del instituto...

Cenamos viendo la final de champions, comentando las impresiones sobre la prueba y experiencias pasadas y nos acostamos tras tomarnos un helado en la calle principal.

Salida, 8:45 am

Tras una noche de nervios y un buen desayuno nos plantamos en la salida, donde comenzamos a "bichear" al resto de parejas y ver qué opciones tenemos.

Compartiremos trazado los corredores de la Hércules (26 km) y 7 Playas (50 km), por lo que los colores del dorsal serían los que nos identificarían.

Tras saludar a Emilio Fozem, compañero blogger al que no había tenido la oportunidad de saludar en persona aún, varios cientouneros y algún conocido, nos acercamos a la salida; había una docena de equipos al menos en la ultra, por lo que decidimos salir fuerte para controlarlos desde el inicio y testar nuestras posibilidades, a propuesta de Cristóbal.

El levante era horrible, y como nos comunicaron por megafonía, nos acompañaría durante toda la prueba, durante el comienzo parcialmente a favor, pero durante al menos 3/4 de la prueba completamente en contra; esto era lo que más nos preocupaba, los malagueños no estamos acostumbrados a estas temperaturas...

También se hizo mucho hincapié en el tema de la autosuficiencia hídrica (al menos medio litro por persona); Cristóbal llevaba medio litro de agua y sales en un cinturón y yo 1 litro de Powerade en mi SAD Extend, por lo que junto a los avituallamientos de la organización íbamos bien servidos.

Charlando con un Turdetano antes de la salida

Preparados para comenzar...

Nos preparamos para la prueba, cortaron la banda y... ¡pistoletazo de salida!







Los primeros metros salimos justo en cabeza, acompañando a un grupito de 4 corredores que ya en la primera curva había comenzado a destacarse... ¡buena manera de terminar de quitarse las legañas!



Los primeros 400 metros nos salieron en 1 minuto 10... ¡y ya íbamos quintos!
Sabíamos que seguramente la cabeza de carrera estaba compuesta por corredores de la Hércules, y todos iban en solitario, por lo que tras cruzar el puente y adentrarnos en los carriles de tierra de la marisma bajamos bastante el ritmo.



El primer kilómetro lo pasamos por debajo de 3:50, con el corazón desbocado y la mochila dando tumbos por las rachas de viento, como el bidón de Cristóbal, que no sabía como colocarse.

Persiguiendo a la cabeza de carrera...




Cuando miramos el GPS nos dimos cuenta de lo fuerte que habíamos comenzado, y como a priori aun no había ninguna pareja delante, bajamos un poco el ritmo.

No tardaron en adelantarnos dos corredores que, por la similitud de la equipación, parecían pareja, aunque iban tan fuerte que no lo teníamos claro; nosotros decidimos bajar un peldaño el ritmo.

Recorrimos 5 kilómetros girando hacia uno y otro lado y caminando sobre puentecitos de madera en la zona del Caño del Carrascón, en el que tuve que pararme un par de veces para quitarme las piedras que saltaban en el interior de mis huaraches, pero las sensaciones con ellas, salvo ese pequeño percance (que de llevar zapatillas es bastante más complicado de solventar) me estaban yendo de lujo.

Volvimos al paseo marítimo tras 20:15 de carrera, varias posiciones por detrás, pero salvo la primera pareja, manteniendo el tipo en nuestra categoría.

Entramos en la Calle Buen Pastor y nos dirigimos hacia el interior del acuartelamiento de Campo Soto, donde me sorprendí de ver que Cristóbal se quedaba ligeramente atrás.

Es un espectáculo corriendo, disfruta y contagia su alegría, pero en esta ocasión estaba como apagado, y me dijo que no se encontraba "fino" todavía.

Aun así íbamos casi a la par, aunque en la subida de tierra y posterior bajada en la zona de la Ermita de los Mártires tuve que regular el ritmo, ya que se quedó unos metros atrás.

Me preocupó bastante porque teníamos aun varios por encima, pero disfracé mi intranquilidad y le dije que no había problema alguno en bajar el ritmo, ya que aun quedaba mucho tiempo por delante para acelerar; realmente, con acabar la prueba en parejas, que es lo difícil (al igual que por equipos, ya que las probabilidades de error se multiplican exponencialmente), me daba por contento, pero ambos queríamos más que eso.

Corríamos por Camposoto cuando al girarse, Cristóbal me comunicó que teníamos otra pareja a nuestros talones; dudamos si acelerar a ponernos a su ritmo, pero sabíamos que íbamos en segunda y tercera posición respectivamente, así que decidimos esperarlos.

Nos presentamos y comenzamos a charlar mientras entramos en el carril de la Batería de la Ardilla; como nosotros, eran una pareja "curiosa", el miembro más joven de la otra pareja, de 23 años, como yo, y el compañero más veterano, aunque aun dentro de la categoría sénior, como Cristóbal.

Según nos dijeron ellos habían visto al menos 3 parejas más salir por delante (calculábamos que íbamos en decimoquinta posición, por lo que no nos salían las cuentas); fingimos preocupación, pero internamente no nos preocupaba, ya que más adelante nos cruzaríamos con la cabeza de carrera y podríamos comprobarlo, con tiempo de sobra para atacar si era preciso.

Justo en ese momento un corredor nos dijo "bueno, pero es muy pronto, al final seguro que alguna pareja se rompe".

Nos giramos y vimos a dos corredores del Club de Atletismo Carmona Páez de Cádiz; se veían muy seguros, por lo que les pregunté si eran veteranos.

En efecto, la habían corrido en varias ocasiones, y de hecho, eran los vigentes campeones y ostentadores del récord de la prueba, aunque hoy, decían, la pareja que iba en cabeza estaba formada por un ganador reciente de una edición de los 101 kilómetros de Ronda y el decimocuarto corredor en meta de la edición de este año del Maratón de Sevilla; extraterrestres, vamos.

Mi compañero dijo en ese momento lo que todos estábamos pensando "señores, ya están todas las cartas sobre la mesa... aquí se disputarán la segunda y tercera plaza del podio".

Nadie dijo nada, pero tras 9 kilómetros de carrera estaba claro que el lema de la prueba determinaría al ganador: "¡Quien resiste, vence!"

Las tres parejas y un corredor que participaba en solitario, a la salida del cuartel

La pareja gaditana, descolgándose ante el apoyo de los espectadores locales

Tratando de no perder la posición...

Animados por los espectadores apretamos el paso, rumbo a la orilla, donde la carrera se bifurcaba, la Hércules, a la izquierda, 7 Playas, a la derecha.

Pisamos la arena por vez primera en 43 minutos; tardaríamos muchos más en dejarla, pero ahora mismo el cambio de escenario nos puso las pilas a todos.

Llegamos a la orilla mientras todos los corredores que nos antecedían giraban a la izquierda, y al girar nosotros a la derecha vimos dos corredores en solitario; sabíamos que íbamos en buena posición, pero ya no nos creíamos en cabeza, realmente.

Lo comuniqué alegremente a mi compañero, y la pareja gaditana comenzó a advertirnos, vehementemente, sobre los peligros de la prueba: el fuerte levante, que en la segunda mitad sería demoledor, la fatiga del correr por arena, que a muchas parejas desintegra, la zona de la punta del boquerón, donde, "con suerte" te hundes hasta los gemelos, las dunas previas a llegar a meta, los 5 últimos kilómetros sobre asfalto, donde ya vas muerto...

Fuimos digiriendo todos los detalles de la prueba, ya que innegablemente, como novatos, estábamos en desventaja, pero aunque sabíamos que había mucha verdad en sus consejos, también sabíamos que seguramente estarían exagerando un poco para intimidarnos (también somos andaluces).

No sabemos si fue el efecto del viento, el cambio de superficie o los consejos de nuestros compañeros gaditanos, pero la otra pareja se descolgó nada más llegar a la orilla.

Yo estaba en mi salsa, acostumbrado a entrenar por la orilla de las playas de Fuengirola, que a veces son arenas movedizas, esta arena, finísima y compacta, era toda una pista, y al correr cerca de la orilla podía mojarme los pies a placer (las Nunche aguantan el agua fenomenalmente, mejor aun que las Simna).

Se respiraba el salitre del mar y las dunas parecían avanzar como tentáculos dirigidos por el viento hacia la espuma de las olas, mientras nosotros huíamos de su agarre y nos dirigíamos hacia la calita más cercana, rodeando una gran zona embarrada.

Continuamos charlando con la pareja gaditana sobre todo en general, pero el deporte y la prueba en particular, a fin de extraer más datos sobre lo que nos esperaba, para dosificarnos en consecuencia y prepararnos mentalmente.

Al dejar atrás la Punta de Poniente (kilómetro 12) el viento comenzó a empujarnos, facilitándonos la carrera, salvo cuando racheaba en diagonal, y casi nos olvidamos de su presencia, aunque el sol comenzó a cobrar más protagonismo.

Esta prueba la quise correr totalmente por sensaciones, sin alarmas de ningún tipo en el GPS, así que pasé de beber menos en los primeros kilómetros a hacerlo cada pocos minutos.

En Torregorda ni si quiera nos paramos en el avituallamiento, pero en Cortadura aprovechamos para rellenar los bidones, refrescarnos y comer un poco de fruta (la sandía estaba exquisita, fresquita y muy sabrosa).

Al dejar Cortadura nos dimos cuenta de que la pareja que nos seguía, pese a que "seguía a rueda", se había empezado a quedar atrás, y dejamos el avituallamiento antes de que ellos llegasen; en casi 18 kilómetros, según mi GPS, un minuto de ventaja, si no "pinchábamos", sería muy difícil que nos remontasen en la segunda mitad.

Conforme nos acercábamos a Cádiz, la playa, enorme e infinita, comenzaba a encontrarse más poblada, muchos nos jaleaban y animaban a nuestro paso, y la pareja con la que compartíamos camino y nosotros hablábamos de nuestros clubes, últimas competiciones, entrenamiento...

Particularmente, al ser el único de los 4 (y creo que de toda la prueba) que corría con huaraches, acaparaba bastantes miradas, aunque lejos de sentirme halagado, me inquietaba; salvo el tramo inicial y el de Camposoto, más "traileros", los demás eran perfectos para correr con este tipo de calzado, pero era el único que lo hacía... ¿lo habría probado alguien antes, con mal resultado?

Llegando a una zona donde entrenaba al fútbol un equipo, en la misma playa, vimos una zona plagada de algas y un pequeño roqueo; "¡aquí viene la cabeza de carrera!" nos comunicaban los corredores gaditanos.

En efecto, cuando pisamos por vez primera la amalgama de arena y algas, que escupían agua bajo nuestra presión, el primer corredor saltó el roqueo y comenzó a avanzar hacia nosotros, seguidos por otro, al que apodaban "negro" y la pareja aspirante a campeones, que, como intuíamos, luchaba por la cabeza de carrera, no solo en parejas, sino absoluta; estaban todos a menos de 30 segundos uno del otro.

Las algas succionaban los huaraches paso a paso, y a dos pasos de dejar atrás el tramo y entraren el roqueo, noté un leve "crack" y me mojé la planta del pie derecho al apoyarme sobre las algas; el huarache permanecía entre las algas.

Le dije a Cristóbal que siguiese, me giré, lo extraje de entre las algas y comprobé con horror como el anclaje frontal se había soltado; terror, quedaban aún 30 kilómetros (y 100 metros) de carrera, y tramos por dunas y asfalto...

Tras pasar un segundo bloqueado observando el huarache y pensando a toda velocidad como resolver la situación, opté por lo más sencillo: me quité el otro huarache, esprinté, saltando entre las rocas sin pensar si quiera en donde estaba pisando y alcancé al grupo.

Le dije "Cristóbal, se me ha roto un huarache, métemelos en la mochila; no te preocupes, continúo descalzo, no será la primera vez".

Era una verdad a medias y ambos lo sabíamos, ya que nunca he corrido más de 10 kilómetros descalzo por asfalto (el tramo final del I Skoda Triatlón Series de Málaga, en 48:17), ni más de 15 por arena (en uno de mis entrenamientos para preparar ese mismo triatlón, con una mejor marca de 1 hora 12 minutos).

Mi sorpresa fue mayúscula, también, cuando al levantar la cabeza vi que los corredores que lideraban la prueba estaban pasando por el control de carrera, a escasos 200 metros de nosotros, ¡lo que implicaba que no estábamos ni a 2 minutos de la cabeza de carrera!

Las sensaciones en ese tramo fueron muy confusas, incertidumbre ante lo que se me avecinaba con los pies "desnudos", expectación ante como reaccionaría, euforia por el grandísimo resultado que estábamos cuajando... toda una mezcla de sentimientos opuestos que revoloteaban por mi mente a toda mecha mientras el viento, ahora racheado, nos dificultaba el avance, así como la arena, más batida en este tramo.

A la caza de la cabeza de carrera

Adelantando a un corredor en solitario, sorprendido de verme descalzo




Escapada para entregar el primero el cartón de equipos



Sorpresa en el avituallamiento al verme descalzo; "se te han roto las zapatillas" - En efecto...

Tras realizar el control y coger la pulsera, recuperando


Fruta también...

¡Andando! los primeros en dejar el avituallamiento

Compartiendo víveres; la fruta a la mochila, el agua, al bidón.

Tuve más cuidado al volver a la zona del roqueo, pero esta vez, al ir con cuidado me raspé la base del pulgar y me fue escociendo un poco unos metros, aunque solo era un rasguño; tras unos patinazos en la zona de las algas, ojo avizor por si veía el anclaje, nos cruzamos con la pareja que nos perseguía, a la que sacábamos ya casi 2 minutos, lo mismo que los líderes a nosotros.

Clavamos 1:35:00 en el paso por la media maratón, y aunque nos crecimos viendo como conforme evolucionaba la prueba nos íbamos encontrando mejor, sobre todo Cristóbal, ya en su salsa, el levante comenzaba a causar estragos, ya que ahora nos pillaba justo de cara.

Pasamos de promediar 4:30-4:40 minutos el kilómetro a subir de 5, pero sabía que mi rendimiento no se había visto mermado al quitarme los huaraches ya que sacábamos más distancia a la pareja que nos perseguía.

Desaceleré ligeramente para que nos alcanzasen, y con mucha estrategia, apoyarnos en este duro tramo.

Sabíamos que nos necesitábamos, y que si la cabeza de la prueba no corría con inteligencia, posiblemente su gran despliegue físico no fuese suficiente para mantener el ritmo en la segunda mitad de la prueba.

Nos colocamos en fila de a dos, rotando para ir tirando todos y protegernos del viento mutuamente, aunque, al ser una cabeza más alto que todos, me llevaba la peor parte me colocase donde me colocase.

Nuestros compañeros, al alcanzarnos, se crecieron un poco y fueron tirando durante un par de kilómetros, pero pronto cogimos el relevo y tuvimos que "tirar de ellos" también anímicamente.

Les ofrecimos sales, réflex (aproveché para echarme un poco en los gemelos, que se me comenzaban a cargar de más, así como los sóleos), fruta... pero poco a poco los parciales comenzaban a declinar; aun así aguantamos a su ritmo, si con ellos cerca costaba avanzar, en solitario iba a ser mucho más duro...

Lo que estaba claro es que alcanzar no íbamos a alcanzar a la cabeza de carrera, pero cabía la posibilidad de que flaqueasen en la segunda mitad... algo que nosotros no podíamos hacer.

Pasamos el kilómetro 25 en 1:56:30, lo que auguraba sin ninguna duda, en mi caso, nueva marca personal de 50 kilómetros (hasta el momento superior a 5 horas por pocos minutos, cosechada en la XVII edición de los 101 kilómetros de Ronda), pero en cuanto a la prueba... con el vendaval que teníamos en contra no estábamos seguros de poder batir la marca de la prueba, que en cualquier caso iba a ser pulverizada por la pareja que iba en cabeza, si no se "rompía".

Cualquier pensamiento era bueno para distraer la mente, pero el viento era constante y racheado, tan fuerte que me costaba hasta pensar, por lo que cualquier imagen o idea era buena para retener y tratar de avanzar, pero sobre todo las positivas, aunque pareciesen fantasías.

La pareja gaditana se comenzó a quedar atrás justo cuando llegamos de vuelta al avituallamiento de Cortadura; iba a preguntar si tenían algo para arreglar mi huarache, ya que hasta el momento la arena, en su mayoría, era muy "corrible" (salvo tramos "empedrados" con cantos rodados y conchas, a lo que estoy medianamente acostumbrado), pero pensé que lo mejor era rellenar mis bidones rápidamente y no perder el tiempo.

Cristóbal hizo la pregunta que me callé, y... ¡milagro! tenían un rollo de cordel, del que me cortaron un tramo.

Seguimos corriendo, tras la pareja gaditana, que ahora nos había tomado la delantera, y le pedí a Cristóbal que me sacase los huaraches, mientras metía el bote de réflex (había estado "socorriendo" a los corredores gaditanos, bastante acalambrados).

Se le cayó un par de veces, por lo que comenzábamos a perder distancia, mientras yo, con las manos ocupadas, me quedaba totalmente atrás.

Pasé un kilómetro mirando los huaraches, definiendo el "plan de rescate", y decidí emplear el cordel para coger el extremo del cordón, y dado que no tenía anclaje, anudar sobre sí mismo el cordel lo suficiente para que sirviese de tope.

Pasé otro kilómetro casi en solitario, animado por el goteo de corredores (ya marchadores) que afrontaban la ida de la prueba, mientras de vez en cuando escudriñaba la ventaja que mi compañero y la otra pareja me sacaba.

No quería que me esperasen, así si conseguía pillarlos sabría que "podíamos con ellos" y, aprovechando el impulso, tomar algo de ventaja ahora que ya iba quedando menos distancia.

Cuando mi GPS marcaba 29,9 kilómetros vi que se habían parado a orinar, por lo que aproveché para hacer lo mismo justo cuando acababa de anudar el huarache (llegaba cuando ellos partían), y una vez listo, respiré hondo y calculé la distancia, aliviado (la zona que ahora afrontaríamos estaba plagada de elementos abrasivos, como rocas enterradas entre la arena batida).

No me sacaban más de 300-400 metros, así que decidí jugármela y esprintar mientras hacía "balance de daños" tras mi segundo 10k descalzo en competición (51:30, pero con 20 kilómetros previos en las piernas).

Me puse a ritmos cercanos a 4:15-4:20 sin mucha dificultad, aunque los gemelos me comenzaron a pinchar muchísimo, por lo que tuve que bajar a 4:35-40; aun así tardé menos de un minuto en alcanzar a Cristóbal y a la pareja gaditana, que se dirigían al avituallamiento de Torregorda.

Llegué en cabeza, y tras reponer rápidamente, con un par de buches y algo de fruta, dejé el avituallamiento e insté a Cristóbal a hacer lo mismo.

Entendió la estrategia: en un punto tan avanzado y ahora viéndose delante cuando posiblemente creyesen que nuestra pareja se iba a disolver, el volver al rebufo (nunca mejor dicho, con el viento que pegaba) iba a hacer que o forzasen de más y pudiesen con nosotros, o nos alcanzasen y nos dejasen atrás; una vez más, el que resistiese vencería...

Debieron cogerlo al vuelo, ya que en cuestión de segundos los teníamos detrás, así que decidimos bajar el ritmo e ir todos juntos... total, la posición seguramente no la perderíamos, y mientras no nos ralentizásemos mutuamente, lo mejor era permanecer unidos.

Tres corredores en solitario se vislumbraban en la lejanía, mientras dejábamos la zona de Punta Campanilla, y comentábamos lo dura que debía ser la prueba en solitario.

Nuestros compañeros, muy charlatanes (como nosotros) durante los 32 kilómetros previos, llevaban un buen rato haciendo mutis, así que les volvimos a ofrecer fruta e isotónico.

Lo agradecieron con pocas palabras y continuaron, concentrados.

El tramo del kilómetro 33 al 34, por primera vez en toda la prueba, lo hicimos por encima de 6 minutos el kilómetro (6:01), por lo que decidimos apretar un poco el paso.

Los animamos a pegarse a nosotros, ya que tras tantísimos kilómetros juntos pensamos que nos daba igual la posición, que podíamos llegar juntos y ya veríamos quien quedaba en qué lugar, pero nuestros compañeros no pudieron ni hacer el esfuerzo, y se fueron quedando atrás lentamente.

El viento arreciaba, y por momentos parecía que nos clavaba en la arena... a lo lejos, uno de los corredores que avanzaba en solitario echaba a andar; en un par de minutos nos pusimos a su altura.

Calzaba Skechers, pero no recuerdo el color de la equipación; lo animamos y le dijimos que se uniese a nosotros, nos hizo un gesto de okey con la mano y se colocó entre nosotros.

Unos 20-30 segundos más tarde, Cristóbal, a mi lado, se volvió para preguntarle que como se encontraba, y al girarme vi que estaba a unos 50 metros, y nos hacía señas para que siguiésemos nosotros.

Personalmente me dio muchísima pena, ya que las condiciones estaban siendo las más duras de toda la prueba con diferencia y me recordó a mí mismo en otras situaciones extremas que he afrontado en solitario, como el Ultra Sierra Nevada o el Ultra Tail Tabernas Desert, por recordar mis dos últimos grandes ultras.

Ahí me di cuenta de la gran dificultad de afrontar una prueba así en parejas o por equipos, de forma oficial o extraoficial, ya que si fuerzas o fallas, la responsabilidad es solo tuya, pero si un error tuyo implica que un equipo entero, o una pareja, pueda verse perjudicada...

Por contra tienes un apoyo físico, moral, logístico y táctico impensable en ninguna otra circunstancia.

Comenzamos a alcanzar al siguiente corredor, y le dije a Cristóbal que bajase un poco el ritmo, ya que me llevaba a 177 pulsaciones por minuto y me notaba fuera de mi ritmo.

Bajamos ligeramente y al momento continuamos hasta a una velocidad mayor, pero ya a 173 pulsaciones, que aun siendo elevadas, me permitían ir muchísimo más cómodo.

Dejé que Cristóbal se fuese un poco mientras alcanzaba al corredor, que llevaba la camiseta de la Animal Trail, y nos dimos cuenta de que no había nadie por delante, y la playa se acababa.

El muchacho nos señaló una banderola azul tras una duna, a la que nos dirigimos por una zona de arena batida donde nos enterrábamos paso a paso, llegamos hasta ella y nos encaminamos hacia una carpa que vimos a la izquierda de la misma.

Atravesábamos una especie de marisma, casi alcanzando a otro corredor, y hundiéndonos hasta más de los tobillos; la zona anterior me recordó a "la trampa" de Breña, pero esta hasta la superaba.

Con miedo de que mi solución casera con el cordel fallase, me acerqué a la carpa, a la que Cristóbal y el corredor de la Animal llegaron a la par que el otro corredor, que prácticamente pasó de largo.

Cuando llegué Cristóbal charlaba de forma algo acalorada con uno de los voluntarios, sellé el pasaporte, pasamos el control y añadí otra pulsera a mi creciente colección; mientras repostaba me preguntaron como estaba (me reconocieron de la Breña, precisamente) y me preguntaron si este año volvería (¡por supuesto! y en grupo/parejas de ser posible, ya que la experiencia en 7 Playas estaba siendo sublime).

Dejamos el avituallamiento junto al corredor de la Animal y Cristóbal me comentó que se habían enfadado con él porque habíamos pasado por delante de la banderola azul, y por lo visto había que rodearla; no nos habríamos "comido" más de 100 o 200 metros, pero me dio mucho apuro haberme saltado ese segmento del recorrido involuntariamente, aunque solo fuesen unos metros.

Para compensarlo, mientras Cristóbal y el otro chico avanzaban por la zona más cercana a la arena, yo me acercaba a la orilla, aunque el terreno succionase más, lo que seguramente fuese una tontería, pero así dejaba mi conciencia tranquila.

Unos voluntarios nos llamaron y giramos a la izquierda; ¡menos mal que los vimos, si no seguimos para adelante los tres!

Recuperados los metros saltados, al menos en mi estimación mental, recuperé la distancia que me sacaban mientras nos internábamos en una zona entre cañas, en la que se unían zonas de arena muy batida con puentes de madera.

Cristóbal se giraba, preocupado, cada pocos metros, pero era imposible que nos siguiese nadie; al menos, ninguna pareja, ya que al dar la vuelta en la banderola azul eché un largo vistazo a la orilla y en más de 600 metros (no veía más allá) no se acercaba absolutamente nadie.

En ningún momento (bueno, miento, cuando se me rompió el anclaje si) me arrepentí de haber decidido competir con las huaraches, aunque en este tramo casi lo reconsideré... dos veces estuvo a punto de ceder el improvisado anclaje al levantar el huarache del suelo, ya que se llenaba de arena a cada paso, por lo que tuve que pasar del trote "natural" al taloneo consciente, y además me pinchaba con restos de cañas que se encontraban semi hundidos en la arena y me pinchaban en los pies.

Cristóbal y el muchacho de la Ánimal continuaban a buen paso y comenzaba a quedarme atrás, pero por suerte atravesamos un tramo de unos 200 metros por los que la arena estaba más compacta y pude ponerme a su altura justo cuando Cristóbal se giraba para buscarme.

Así pasamos dos kilómetros, dejando atrás la maratón al igual que ese infernal tramo; dos kilómetros que nos exprimieron como 12, y más a esa altura de la prueba...

3:43:08 de carrera, ya menos de 8 kilómetros para meta... pero tenía ya las piernas súper agarrotadas, sobre todo en la parte trasera, y me costaba seguir el ritmo a Cristóbal, que iba tirando de mí.

Un par de veces tuve que decirle que se esperase un poco, ya que comenzaba a alejarse y no era capaz de mantenerle el ritmo, pese a que ya el viento no nos pillaba totalmente en contra (pero tampoco a favor...).

Cuando comenzamos a ver a lo lejos la banderola azul del avituallamiento de acceso a la playa superé un escollo mental, el del último avituallamiento, y una vez repuestos, algo más rápido de lo que me hubiese gustado, ya que sabía que si alguna pareja nos veía en el avituallamiento posiblemente pudiese cogernos, volvimos a la marcha.

Cristóbal se duchó, yo me remojé el cogote y me ajusté el buff y cogimos la carretera hacia la Calle Buen Pastor; kilómetro 44, 3:54:04, y nos movíamos a ritmos cercanos a 5:40 y aumentando la velocidad parcial a parcial.

Después de haber pasado casi 3 horas corriendo sobre arena volver a correr sobre una superficie firme era un gustazo... salvo porque el anclaje casero no me aguantaba del todo el pie y cada vez que apoyaba lo hacía con una parte diferente del huarache, lo que me cargaba muchísimo los gemelos.

Cuando llegamos a la zona del Carril Bici, cercano a la entrada a Camposoto por la que accedimos hacía ya 4 horas, le pedí a Cristóbal, de nuevo, un poco de réflex; al echármelo y extendérmelo por las piernas me dijo que tenía los músculos completamente agarrotados. 4 kilómetros para meta.

Pasamos la Venta el Cruce y una voluntaria nos animó mientras, sonriente, nos desviaba hacia la Avenida Ronda del Estero, que la tarde anterior nos habíamos recorrido de cabo a rabo.

Sabíamos lo que nos quedaba por recorrer y sabíamos que no podíamos fallar.

Fuimos pasando por cada uno de los solares y locales que conocíamos... Cristóbal se giraba cada pocos metros, certificando que avanzábamos en solitario (al chico de la Animal lo dejamos atrás en el avituallamiento), y de hecho, íbamos adelantando a corredores tanto de la 7 Playas (uno), como de la Hércules (varias parejas y algunos en solitario).

5:30 minutos el kilómetro de ritmo... de repente nos anima uno de los corredores de la pareja gaditana, aún campeona; ha tenido que retirarse, por molestias en una rodilla, y el compañero sigue en solitario.

En ese momento no podía sentir más que dolor, pero me dio mucha pena que la pareja se disolviese; sin ellos la prueba no hubiese sido lo mismo, y seguro que tener que dejarlo en pareja es muy duro, si ya es duro hacerlo en solitario...

Uno de los voluntarios que avanzaba en MTB (increíble como ruedan las bicis por las playas gaditanas...) nos anima y nos comunica que estamos ya a menos de 3 kilómetros; ritmo medio en el último kilómetro de 5:20...

Cristóbal, que va tirando de mi, me anima a apretar más aun el paso, pero le digo que llevo los músculos rabiando por dentro y notaba que como apretase más, me rompía; me sigue animando igualmente y me dice que ya mismo vemos la meta.

De hecho, yo ya la veo, a lo lejos, entre las palmeras... un trozo del arco metálico; se lo comento y casi no se lo cree (al igual que yo ve mal, pero siempre que puedo compito con gafas de sol graduadas por lo mismo).

Vamos dejando atrás negocios conocidos, primero la cervecería, posteriormente el día...

Y a un kilómetro de la meta, comenzamos a ver la pizzeria donde cenamos la noche anterior... 4 horas 17 de carrera, ritmo medio de 5:46 (entre las rachas de viento y el descenso de ritmo de Cristóbal para que le pueda alcanzar hemos bajado un poco la velocidad).

Cruzamos el puente por el que esta mañana pasaba todo un río, ahora, con la marea baja, seco, y afrontamos la penúltima recta mientras la gente nos anima; no vemos el arco ahora, nos queda el último giro, pero sabemos que ya está hecho...

Uno de los amigos que hicimos durante la prueba

Enfilando los últimos metros...


¡Ya está hecho!

¡META! 4:22:42

Somos finishers

Recuperando el aliento...

Los pies, hipersensibles...

En el hostal, ya duchados, media hora después

Tras visitar la zona de meta y preguntar a Cai.man (José) cuando y donde sería la entrega de premios, almorzamos a resguardo en el coche (el viento era ya huracanado) y posteriormente nos resguardamos en la zona del instituto donde tendría lugar la entrega de premios.

Allí conocimos a Raúl Guerrero Benítez, ganador del ultra, y Juan Daniel Gordillo del Pozo, que bajó desde Segovia solo para participar en la prueba.

El primero es una de esas personas que solo con ver sabes que son buenas, con seguridad, y tras pocos minutos hablando con él quedó patente su humildad y sencillez.

Ha ganado numerosas ultras, cosechado tiempos de 1:12 en media maratón y de 2:47 en maratón, pero reconoce y señala sus errores hasta más que sus logros, a los que restaba mérito.

No lo vi en la clasificación del año pasado, pero por el carrerón que se había marcado dudaba que fuese su primera participación, así que se lo pregunté...

Resulta que el año pasado sí que fue el vencedor, pero el subcampeón denunció que llevaba un bidón de capacidad menor a medio litro, siendo parte del material obligatorio de la prueba.

Se lo preguntaron directamente y él no tuvo problema alguno en ocultar la verdad, aceptando su descalificación; Cristóbal y yo nos quedamos a cuadros... ¿dónde quedan el compañerismo y los valores positivos de este deporte?

Es como al entrar esa misma mañana en la zona de playas... una de las parejas que iba con nosotros, a la que dejo en el anonimato para no señalar a nadie, abrió un gel y tiró el envoltorio sin más miramientos en la playa, teniendo una bolsa para transportar residuos en la bolsa del corredor y aceptando los corredores en MTB los residuos que los corredores les pudiesen entregar; increíble, y más siendo gaditanos...

Mientras Raúl cuidaba de su peque nos pusimos a charlar con Daniel y su pareja, que se quedaron atónitos cuando se enteraron que había completado la prueba en huaraches, y en breve, comenzó la entrega de premios.

Se hizo a capella, debido al viento, pero la hizo hasta más familiar y cercana... y desde luego de las más emotivas que recuerdo...

Se inició recordando al corredor descalificado en la pasada edición... que hoy nos acompañaba y había vuelto a ganar la prueba, esta vez con todo el material obligatorio (es una tontería increíble lo de aferrarse a unos pocos centilítros de líquido para ganar una posición en un podio... de vergüenza, vaya...).

El organizador dijo que a sus ojos, era el verdadero ganador de la prueba, y por ello, este año se le entregarían dos premios, por esta edición y por la pasada.

Se me saltaron las lágrimas, como a Raúl, que no hizo ademán alguno de disimularlas, y a muchos de nuestros acompañantes... eso es una organización que mira por el deportista de verdad, que sabe como tratar a los corredores...




Finalmente fuimos segundos de nuestra categoría, como esperábamos, con un tiempo oficial de 4:22:39, lejos del tiempo de la pareja ganadora (3:54:35, nuevo récord por parejas), pero superando el antiguo récord en casi 3 minutos, y de haber corrido de forma individual hubiésemos sido 1º y 2º sénior respectivamente (fuimos séptimos absolutos).

Haciendo hueco en el cajón


Preciosa la placa

Felicidad supina
Nos despedimos de nuestros compañeros de fatigas y nuevos amigos y nos intercambiamos los correos (no me he olvidado de mandarte las fotos Raúl), y pusimos rumbo a casa.


Con Jose, Cai.Man

Con el bicampeón de la prueba
En breve realizaré el análisis de las Nunche 2, estoy a la espera de reparar el anclaje y poder hacerle más kilómetros; este es su estado actual.

Huarache izquierdo

Huarache derecho

Esto es todo por ahora, hasta la próxima, y recordad... "¡Quien Resiste, Vence!"

PD: Como siempre, os dejo lo que más me ha gustado y lo que creo que se puede mejorar de cara a futuras ediciones:


Lo mejor

-El recorrido, muy corrible, bonito y duro, que pese a discurrir en 30 kilómetros por arena no se hace monótono, ya que vas siempre pendiente a las vistas, el resto de corredores o el propio terreno.

-La organización, con avituallamientos muy completos, sellado de pasaporte para realizar controles de paso, sistema de pulseras para verificar los mismos, multitud de voluntarios súper amables... de 10.

-El espíritu de la prueba, solidaria y además enfocada al corredor, mimándolo en todos los detalles posibles (amplios tiempos de paso, modalidad por parejas, asistencia en carrera con ciclistas, refresco y almuerzo post-carrera, medalla finisher...).

A mejorar

-La climatología, durísima, pero escapa del control de la organización y en cierto modo fue protagonista también; quien la resistió, venció, nunca mejor dicho...

-En el tramo de giro de la Punta del Boquerón echamos de menos algún voluntario, ya que nos comimos unos metros al no saber que teníamos que rodear la banderola.

-Sinceramente esta es una de las pocas pruebas en las que no se me ocurre un tercer aspecto a mejorar, por lo que doy mi más sincera enhorabuena a la organización; espero volver en futuras ediciones.

Comentarios

  1. Que historia Juan. Que crónica te has marcado chiquillo. Admiro muchísimo la capacidad de sacrificio, todo lo que entrenas y la forma en la que vives el deporte y lo transmites. Admiro muchísimo que seas un innovador que va por el mundo corriendo descalzo, arriesgándose y sobre todo, apoyando a los que te rodean. Que grande eres. Me ha gustado mucho la crónica Juan, y especialmente el compañerismo con la pareja gaditana y el gesto que tuvo la organización con el corredor "descalificado". Respecto a esto último, hay que aprender muchísimo de su humildad, de su capacidad para decir: no he llevado el material adecuado, y acepto ser descalificado. Pero también hay que aprender que hay gente muy sucia que es capaz de denunciar a otro deportista por envidia, sólo para conseguir ganar...patético. Y respecto a la persona que tiró el envoltorio del gel...habría que denunciarlo, sino, seguirá acostumbrado a hacerlo siempre que quiera. Muchas gracias por compartir tu historia, espero que te recuperes pronto y que tus huaraches se reparen adecuadamente. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias por el comentario Emilio!

      La verdad es que fue una entrega de premios preciosa, familiar, íntima y muy emotiva ;) al corredor que ganase el año pasado a costa de Raúl creo que no se le verá el pelo en un tiempo... hay que tener poca vergüenza, vaya...

      Esperando el anclaje estoy, de momento sigo "chancleteando" con las Simna ;)

      ¡Un abrazo!

      Eliminar

Publicar un comentario