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V 24 Horas Solidarias La Breña Xtreme


Despierto en el hostal, sorprendido de que pueda mover el cuello; llevo dos días con una tortícolis horrible que me atenaza y en hora y media comienza mi primera prueba de distancia indeterminada, con 24 horas para correr; es un buen comienzo.

Cené fuerte, pero desayuno más fuerte aun, metiéndome casi 3000 calorías en el cuerpo entre plátanos, tortitas de arroz, frutos secos y un batido energético (de estos de suplementación para personas con desnutrición o exigencia energética extrema) en menos de media hora.



Voy al baño a maniobrar, me quito el pijama y comienzo a vestirme, desde abajo.

Primero, unos Lurbel cortesía de Trekking&Running Marbella, que llevan ya más de 200 kilómetros encima pero siguen casi como el primer día; me han acompañado en el Andorra Ultra Trail Mític y en el Ultra Sierra Nevada, así como en numerosos entrenamientos, y nunca me han decepcionado.


Después las Skechers Go Bionic Trail, cortesía de Todosdescalzos.com en julio, con mucho tute encima pero bastante enteras aun.


Nuevo elemento: Polainas, Quechua, para senderismo; lo veo sumamente necesario, casi más que las zapatillas, ya que todo el mundo que ha participado en la prueba y me ha comentado la experiencia ha subrayado la vital importancia de protegerse contra este abrasivo elemento.


Pies abrasados, ampollas, vejigas y plantas machacadas eran síntomas comunes, según me comentaron, de corredores que no prestaron atención a la arena cuando prepararon el material.


No he tenido tiempo de probarlas y me siento raro con ellas, pero doy por hecho que me serán de ayuda.


Las calzas del Club Atletismo Fuengirola y la camiseta de manga corta (la de aros no me protege del roce de la mochila).


Un buff de la Gran Senda de Málaga que me regaló mi amigo Jesús Ponce en La Sportiva Running Day de La Senda.


La SAD Extend Quechua a la espalda, con la manta térmica obligatoria, papel de combate, una luz roja de posición trasera, un litro de isotónica en la vejiga y uno de agua en los botellines delanteros; en los bolsillos 6 bolsitas con sales y 6 barritas energéticas, así como un suplemento energético.


En el pecho un forro de plástico en el que portaré el dorsal.


En el brazo derecho el Samsung Galaxy Mini que usaré como GPS, prestado, ya que mi Quechuaphone sigue en reparación.


No son mi único equipo, llevo además, para afrontar cualquier imprevisto en las próximas 25 horas y media:


- 1 racimo de plátanos

- 1 bolsa con mandarinas y manzanas
- 1 batido energético
- 1 botella de bebida isotónica
- 4 cajas de barritas energéticas de fruta
- 8 Powerbar
- 1 Barrita energética alta en carbohidratos
- Frontal
- 2 pares de baterías (el frontal funciona con 2)
- Móvil de repuesto
- Cargadores
- 3 paquetes de frutos secos
- Un Tupper con pasta, cebolla y atún
- Un pantalón Corto
- Una malla corta
- Tres camisetas, de aros, manga corta y larga
- Cortavientos
- 2 pares de calcetines
- 2 pares de calzoncillos
- Mis Reebook Tranz Runner RS
- 2 Buff
- 2 rollos de cinta adhesiva
- Imperdibles
- Gafas de sol
- Repelente para mosquitos
- Saco de dormir

Mientras avanzo cargado, asistido por Mayte, mi pareja, al coche, me pregunto si con todo lo que llevo tendré suficiente... 24 horas son muchas horas, el día amanece un poco nublado y no se sabe como anochecerá a ciencia cierta.


Llegamos al polideportivo y aparcamos en el llano habilitado a tal efecto, y, bultos en ristre otra vez, llegamos al interior del mismo.


Ya hay gente recogiendo los dorsales, así que hacemos cola y esperamos a ser atendidos, lo que no tarda en suceder.




Con mi dorsal, mi tarjeta de paso de carrera y mi bolsa del corredor (contiene camiseta de la prueba y lata de melva en conserva, mi favorita), dejo los dos bultos en consigna, y vuelvo al coche con Mayte para esperar (queda casi una hora) a que se acerque la hora de salida, mientras cargo el móvil hasta el 100%



Cuando la salida está más próxima y ya hay más ambientecillo volvemos al polideportivo, en el que destacan sobre todo corredores del Los Últimos Susmuráis y del Breñatrail Barbate, aunque hay muchos clubes representados, hasta de mi zona, con representantes del Grupo Alpino Benalmádena Irontriath y mis amigos del Club Media Trail Mijas.



Al primero que me encuentro, sin embargo, es a Domingo, con quien coincidí la semana anterior probando las Ultra Raptor, equipado con calcetines de ejecutivo sobre las zapatillas para protegerse aun más de la entrada de arena (no había pensado en ese detalle), que me desea suerte antes de la prueba.

Se ven muchas sudaderas de la pasada edición de los 101 Kilómetros de Ronda, lo que augura nivel en la prueba.


A falta de pocos minutos para el comienzo de la prueba nos reúne, con ayuda de un megáfono, uno de los organizadores de la prueba, pero me veo obligado a abandonar a media charla la zona de meta para sacar prematuramente el papel de combate en el interior del polideportivo, aunque vuelvo justo al inicio del minuto de silencio.




Tras el aplauso, nos comenzamos a dirigir a la salida, y me saluda Marcos, compañero del Club Media Trail Mijas que estuvo sublime en la Transvulcania, que acabó en poco más de 13 horas.

Nos ponemos al día (no coincidimos desde el HOLE, si mal no recuerdo) y se van agotando los segundos para la salida, así que me despido de Mayte y me coloco bajo el arco de salida, en la mitad trasera del pelotón (compartimos salida con el trail de 28 kilómetros y no quiero obstaculizarlos, yo iré a un ritmo más asequible).




Nos preparamos y justo antes de la salida me saluda Ana, pareja de Marcos, a quién de espaldas no había reconocido.

Ambos participarán este año en el Trail Bronce Solidario, ya que están planeando competir en serio en el Ultra Trail Valle del Genal a mediados del mes que viene y no quieren forzar.


Nos avisan para que nos preparemos, pasan unos eternos segundos... ¡salida!












El inicio es en Barbate ciudad, pero en un momento dejamos el Lidl de la Calle Torre del Tajo atrás, cruzamos la carretera y estamos envueltos en plena naturaleza; pisamos sobre agujas de pino, hay algún charco y el inicio de la zona en la que comienza la arena está compactada gracias a las lluvias del día anterior, por lo que parece tierra al correr sobre ella, aunque sé que ese estado tan compacto no perdurará...

Llegamos a una pronunciada subida en la que los corredores del trail ya han tomado la delantera, pero ahora mismo, pese a ser una cuesta larga, me parece poco elevada, así que la subo casi sin trotar ni andar, corriendo del tirón.


Paso el primer km en 4:55 y decido tomármelo con más calma, ya que si quiero seguir en movimiento durante, al menos, 22 horas más, a ese ritmo no sería capaz; si puedo ya daré la última vuelta a tope.


La pendiente y la arena, que tras el paso del grupo de cabeza comienza a estar más suelta, ayudan a que rebaje el ritmo, y subo alternando trote y pasos rápidos hasta la carretera.


El camino traza una amplia curva hacia la derecha, al inicio de la cual comienza el segundo kilómetro, que paso en 6:14; un ritmo más ajustado, pero lejos todavía de mi estimado 6:30 de media para la primera vuelta.


Voy contento porque no me cuesta en absoluto llevar el ritmo, pero "mosqueado" por seguir por encima del tiempo que quiero llevar.


Tras el giro a derecha y otro a izquierda, sutil, llegamos al tercer kilómetro, donde la arena cobra protagonismo, y en el que parece que estemos atravesando el desierto, pasando de oasis a oasis; la imagen fue capturada por el ikopter que ya nos grabó en la salida, la podéis ver encabezando la crónica; sin palabras, me vienen decenas de sensaciones al volver a verla, aunque por vez primera desde esa perspectiva.


Cogemos a modo de transición un carril de tierra y nos internamos de nuevo en la espesura.


El paisaje es precioso, mucho sotobosque, algo de zarzas y muchos, muchos árboles.


Pisamos sobre arena, pero como decido estirar la zancada en las bajadas y andar/trotar en las subidas, en la bajada de las dunas he adelantado a varios corredores y como ahora este tramo no está tan pisado, sigo a buen paso.


Tras tanta subida y arena toca un poco de bajada y tierra, cogemos un giro hacia la izquierda, donde me sorprendo al ver una silla de playa, presuntamente rota, entre el sotobosque de la parte izquierda del carril, y enfilo la bajada con entusiasmo, camino del primer avituallamiento.




Me piden número de dorsal y la tarjeta de paso, que llevo en el interior del forro, me pican, y sigo del tirón; aun no he llegado a 40 minutos de carrera, no tengo sensación de sed ni hambre.

Tras una subida larga, de un par de kilómetros, me encuentro con Ana, que llega desde atrás, con quien charlo un poco sobre la prueba.


No se ha fijado tiempo objetivo, corre por sensaciones, pero como por el momento, pese a llegar desde detrás, vamos a ritmos similares (podría haber dejado que se adelantase, hubiese sido, quizá, más sensato de cara a posteriores vueltas), decido pegarme a ella.


De hecho, tras el breve repecho al cruzar otra carretera, llego a dejarla atrás, encontrándome con Dani, de los DrinkingRunners en la posterior bajada.


En las bajadas en arena voy que me salgo, las polainas van funcionando, aunque son incómodas, se me mueven y hacen que tenga que parar puntualmente para reajustarlas; las Skechers parecen inexpugnables hasta el momento. 


Alargo la zancada con potencia, tracciono con seguridad y me impulso en cada paso, disfrutando muchísimo de terreno y sensaciones.

Tras dejar atrás una zona con bancos de piedra en el kilómetro 9 llegamos a una nueva bajada, no técnica, pero en la que hay que tener cuidado, ya que hay raíces semienterradas entre la arena.


500 metros después me arrepiento del desgaste que he tenido en la bajada al derrochar energía en el aumento de ritmo, ya que toca ascender un repecho, pero como voy fresco aun, ando mientras me tomo una barrita de fruta y bebo de mis botellines (ambos, para equilibrar el peso) y continuo el ascenso trotando, sin importarme la pérdida de posiciones (sigo a un ritmo demasiado elevado, lo sé, pero me cuesta frenarme).


Pasamos por una zona donde, como en otras antes, hay unas gruesas rendijas que actúan como separador de zonas, justo tras girar 180º y al final de una alambrada con púas pero pese a ir con ojo acabo metiendo la zapatilla en uno de los huecos y tropiezo; he de ir con cuidado.


Escucho una voz conocida detrás y al volverme veo a Domingo, corriendo con su hija Paula (también estuvo en la quedada de La Senda), que se ponen a mi par.


Nos saludamos de nuevo y comenzamos a charlar, mientras Domingo me comenta que estamos a punto de llegar a la zona "extra" de la primera vuelta, que añade 3 kilómetros algo técnicos al circuito.


En efecto, el camino continúa hacia adelante, pero nosotros atravesamos una pronunciada subida desviándonos ligeramente hacia la izquierda.

La subida se prolonga durante casi un kilómetro, en el que, apoyándome en las raíces para hacer fuerza y llevándome las manos a los muslos, trato de seguir el implacable ritmo de Domingo y Paula.

Se lo comento a Domingo, al que veo muy fuerte y seguro, y me responde que es por Paula, que le lleva; ella hace el Trail Bronce Solidario, y Domingo las 24 Horas, al igual que yo, pero ahí vamos, los tres subiendo al mismo ritmo, como si nos fuese la vida en ello.

Tras un breve repecho comenzamos una vertiginosa bajada en la que les dejo que cojan terreno, centrándome en bajar a mi ritmo.

Noto el peso de la mochila en la espalda, tras una hora y veinte minutos y 14 kilómetros (según el GPS, desde que me encontré con Domingo y Paula no recuerdo haber pasado ningún cartel de la organización, lo que me desconcierta un poco), y bajo resoplando; tengo que seguir bajando el ritmo, por lo que paso al trote y bebo un poco, refrescándome la garganta.

Dejo que me pasen algunos corredores y aparecemos en un precioso mirador, con vistas a Los Caños de Meca, donde algunos se toman un respiro mientras inmortalizan su paso con una fotografía, pero yo sigo de largo tras la estela de Domingo y Paula, aunque luego me arrepienta de no haber dedicado un minuto a descansar y disfrutar de las vistas.

Ya he dejado atrás el ecuador de la primera vuelta, con la impresión de que en posteriores vueltas y sin la compañía de los corredores del Trail Bronce Solidario acabaré perdido por La Breña y su espesura, aunque, de momento, no me preocupa; sé que la prueba está bien balizada, solo que al ritmo que llevo presto más atención a los corredores que me siguen y al camino en sí que a los elementos adyacentes. 

¿Dónde están los carteles que marcan el kilometraje? a lo mejor los he pasado sin darme cuenta...

Tras la frenética bajada del mirador afrontamos otra gran pendiente positiva (es decir, en contra), que subo inicialmente trotando muy despacio, aunque acabo ascendiendo a pasos largos y con las manos en los muslos.


En la bajada vuelvo a alcanzar a Domingo y Paula, que me dejan de nuevo atrás en la subida, ya sí sucesivamente.

El tramo es un duro sube y baja, agotador pero divertido, y justo cuando comienzo a preguntarme si faltará mucho para el próximo avituallamiento, lo veo a lo lejos, tras un cambio de rasante.


Llego casi a la par con Domingo y Paula al avituallamiento, donde me refresco dando largos tragos del botijo (que buena me supo el agua) y comiendo naranjas y plátanos en abundancia.


Paula está impaciente por continuar la marcha, y es la primera de los tres en dejar atrás el avituallamiento, seguida pocos segundos después por Domingo y después por mí, tras dar un nuevo trago del botijo y rellenar mis botellines.




Noto de nuevo el peso de la mochila en los hombros al rellenar la carga, pero sé que posiblemente la necesite, no quiero arriesgarme a deshidratarme en las primeras horas.

Comienza un nuevo y divertido tramo en el que me parece que estoy envuelto en la típica escena de persecución por la jungla, corriendo por carril, senda, y, brevemente, duna abajo, con un sotobosque que me llena por la cintura y una espesa vegetación colindante, que en algunas zonas amenaza con engullir el estrecho sendero.


De los corredores que me adelantan tan solo veo las cabezas, comenzando a discernir el cuerpo conforme me voy acercando a ellos.


El tramo es precioso, lo mismo sale una palmera de mitad del camino que éste se bifurca, ofreciéndote dos caminos que vuelven a confluir 5 metros más adelante para luego volver a dividirse... la sensación de libertad y diversión es máxima, y ni si quiera presto atención a los elevados ritmos que marca mi GPS, tan solo me concentro en seguir y en alcanzar a Domingo y Paula.


De haber sabido que, una vez más, estaba rondando un ritmo de 5:20 (mi ritmo objetivo para la primera vuelta era de 6:30) me hubiese obligado a frenarme, pero estaban tan absorto en simplememente correr que me evadí de todo.

De repente, vi un cartel con un "14" inscrito y una pegatina reflectante en medio, y me surgió la duda... ¿y si el GPS ha perdido señal y ha contado kilómetros de más? ¿y si en vez de 17 llevamos 14 kilómetros? ¿no será que no se han tenido en cuenta los kilómetros de la parte "extra" de la primera vuelta?


Envuelto en estas dudas, aunque para nada preocupado, continúo avanzando, ahora recorriendo una larga cuesta descendente en la que comienzo a vislumbrar a Domingo y Paula a lo lejos.


Aquí, vuelvo a la realidad al escuchar un parcial de 500 metros recorrido a un ritmo estimado para 1 kilómetro de 5:27, por lo que decido frenarme un poco y dejar que mi marca de referencia (Domingo y Paula) mantengan la distancia, aunque la mantengo dentro de mi espacio visual.


Desde que dejase atrás el segundo avituallamiento no me ha adelantado nadie, lo que me extraña, pero supongo que posiblemente los corredores del Trail Bronce Solidario están ya todos por delante, junto con los primeros clasificados de las 24 Horas Solidarias, y los de "mitad del pelotón" somos los que quedamos por detrás.


Continuamos bajando y llegamos hasta una zona donde dejamos un torreón a la derecha, punto donde alcanzo a Domingo y Paula al alargar la zancada en la cuesta abajo.


Decido tomar una segunda barrita de frutas (noto algo de hambre), guardo el envoltorio y ayudo a que baje con dos sorbos de agua, uno por botellín, para equilibrar el peso.


Dejamos atrás la mezcla de tierra y arena (en este tramo con más presencia de tierra, afortunadamente), y tocamos superficie sólida, mientras comenzamos a descender por un acantilado con vistas al Atlántico, en el que el sol de la mañana danza reflejado en las olas.


El mar está calmado y el cielo se ha ido despejando, proporcionando una vista maravillosa, en la que me pierdo mientras sigo descendiendo.


Escucho vagamente la lejana y robótica voz del GPS, pero cuando oigo el "5" que precede a los segundos en el ritmo, freno de golpe, agudizando el oído para escuchar los segundos con claridad; "08"...


Dejo que Paula y Domingo sigan adelante mientras yo pongo un ritmo superior a los 6 minutos por kilómetro, dejando que se pierdan en la distancia.


Acaban por perderse del todo en una pendiente positiva con cambio de rasante, tras superar un cruce en el que se nos desvía a la izquierda.


Llegando al avituallamiento (kilómetro 23 según mi GPS, los carteles llevan 3 kilómetros de "desfase" aproximadamente con respecto a mi chivato), me paro en la parte izquierda y uso el botijo con alevosía.


Voy bastante sediento y tengo algo de hambre, así que no me importa emplear un par de minutos en comer naranjas y plátanos, que me saben a gloria; para mí son una sorpresa inesperada, al ser la prueba en autosuficiencia alimentaria pensé que tan solo recibiríamos agua, y entre la mochila que llevo y los bultos del polideportivo guardo una reserva energética de casi 7000 calorías.


Durante la parada charlo también con los organizadores, a quienes comento que veré en unas 3 horas y media de nuevo, y, si todo va bien, al menos 5 veces más en lo que queda de prueba; voy a por 6 vueltas, 7 si el cuerpo responde bien, aunque la tengo prácticamente descartada, porque viendo en esta primera vuelta la dureza del circuito y del avance sobre arena, si llego a 6 puedo darme por totalmente satisfecho.

Me despido de los voluntarios y reemprendo la marcha, llevando como objetivo ahora adelantar a los corredores que me pasaron en el avituallamiento.

Cruzo con precaución la carretera que dos voluntarios custodian y afronto un nuevo ascenso por arena, bastante largo, que corona en otra zona en la que se delimitan dos áreas mediante un alambre de espino, que dejamos a la izquierda antes de atravesar poco más adelante, ya en bajada... que desemboca en una vista increíble, nuevamente, de La Breña, "La Trampa".

Imagináos la imagen que encabeza la crónica, desde el final del todo y en elevado; esa es la imagen, nuevamente, quita el aliento.


Estoy sobre una sucesión de dunas, en la más alta de todas, y tengo ante mi una pendiente que muchos pies han bajado por la parte izquierda (algo más larga pero sin tanto desnivel) y varios pies, aunque menos, justo de frente, por la parte derecha... todo un tajo cubierto por arena por el que, medio corro, medio me deslizo, llegando al fondo en un momento.


A lo lejos hay un par de dunas, aunque ahora solo veo la primera, y me dirijo a ella trotando sin prisa.


Al llegar a la primera veo que un corredor del Club Media Trail Mijas, al que, a priori, no conozco, está descendiendo por la segunda, y me encamino a alcanzarlo.


Me suena mucho la zona, pero no acabo de reconocerla... sigo la baliza a la derecha y llego a un carril de tierra descendente (no lo sabía aún, pero acababa de pasar por la zona de la imagen que encabeza la crónica, solo que volviendo en vez de yendo).


No veo al corredor inicialmente (hay un cambio de rasante), pero al llegar al punto donde lo vi de lejos hace varios metros, me lo encuentro al lado.


Trota despacio, pero al animarlo se pone a mi altura y vamos bajando juntos, charlando.


Le pregunto que si ha tenido un problema o algo, ya que iba siguiéndolo y de verlo a lo lejos lo encuentro a mi lado en un momento, y me comenta que ha tenido problemas musculares, algo que nunca le había pasado, y se ha tenido que parar a estirar.


Pasamos un cartel que marca el kilómetro 22 y me comenta que no sabe como llegará a meta, aunque al exponerle mi teoría de que las balizas no han tenido en cuenta los 3 kilómetros extra (o mi GPS se ha vuelto loco) se anima bastante.


No acaba de estar convencido, pero el hecho de verse tan cerca de meta le revigoriza y se le nota hasta en la voz.


Charlando me cuenta que nunca había hecho tantos kilómetros seguidos, y que, de encontrarse en condiciones, no le importaría dar una segunda vuelta (es corredor del Trail Bronce Solidario), pero que hoy ni se lo plantea, motivo por el que nos admira muchísimo a los corredores de las 24 Horas Solidarias.


Sin darnos cuenta dejamos atrás el carril y estamos ya en la ciudad, donde giramos a izquierda e izquierda nuevamente y comenzamos a descender por el margen izquierdo de la carretera, vislumbrando ya a lo lejos la rotonda del ancla y el Lidl.


El corredor, Antonio, si mal no recuerdo, se viene arriba, y aunque me dice que si quiero puedo dejarle atrás (la verdad es que ya me cuesta mantenerle el ritmo), puedo hacerlo, le respondo negativamente, alegando que ya demasiado rápido voy (aunque como voy charlando, desde que me encontré con Antonio he dejado de lado el GPS y los parciales que me "canta").


Bordeamos la rotonda por la izquierda, cruzamos, con cuidado, y enfilamos la calle del Lidl hacia abajo.


Nos encontramos con Marcos, que nos anima a Antonio y a mí y nos comunica que la meta está al lado, así que subimos un puntito el ritmo.


Llegando al arco de salida nos cruzamos con varios corredores que van en dirección contraria, dos de ellos con una camiseta del mismo color, azul, lo que me hace sospechar que se trata de un equipo de la modalidad pareja; "ahí van los primeros de mi prueba..." pienso.


Llegamos al polideportivo, giramos a la derecha, y, entre aplausos y gritos de ánimo (un corredor con una impecable barba larga me grita "¡vamos, animal!") enfilamos la meta y... ¿ahora qué?



Se me acercan dos organizadores y me piden que avance, ya que si no el chip marcará mi llegada en repetidos registros, me pican la última marca de la primera vuelta (esta vez, un círculo), y me dicen que puedo seguir.

Me despido de Antonio, les pregunto que por donde es el camino, y me dicen que a la derecha del arco de meta, por detrás de las vallas.

Mientras quito el teléfono del brazo y aviso a Mayte de mi llegada continúo andando, y me saludan varios corredores al salir del polideportivo, entre ellos, el corredor con barba, que me anima ferozmente, haciendo que hasta me anime a trotar mientras escribo en el móvil.

Tengo también mensajes de compañeros del Club Atletismo Fuengirola y de algún amigo y familiar, así que me entretengo más de lo esperado y me despisto... menos mal que baja un buggie de la organización y me dicen que voy por el camino equivocado, señalándome la calle hacia atrás y a la izquierda, mirando de nuevo hacia el polidportivo; tenía que haber girado y había seguido recto.


Les agradezo las indicaciones, avergonzado, y continúo avanzando, mientras acabo de responder a los mensajes y me coloco de nuevo el móvil en el brazo.


Echo un vistazo al reloj... 2:47:00 al terminar de hablar con todos... el tiempo objetivo era 3:15:00... con parsimonia recupero el trote y sigo avanzando...

Un corredor que bajada, en la zona del Lidl, para entrar a meta, me para y me entrega mi hoja de control de paso; ¡se me había caído!


De nuevo avergonzado, le doy las gracias, y para que no suceda, decido asegurarla con un imperdible en una de las esquinas.


El forrito de plástico se ha arrugado bastante en la primera vuelta y la apertura, en principio cerrada, ha quedado abierta.


Me muevo también los imperdibles de la parte derecha de la camiseta de sitio para dejar la parte de la apertura ligeramente más elevada y cruzo andando el paso de cebra, animado por los corredores de la Trail Bronce Solidario que están a punto de llegar  a meta.


Por mi parte, comienza una "nueva prueba", y me interno en el pinar a solas; "bueno, todo para mí, ahora solo quedamos los corredores de 24 horas..."


Comienzo la ascensión despacio, tranquilo, sin nadie a la vista, cuando, de la nada, aparece ante mi un corredor con un hermoso bigote con las esquinas redondeadas hacia arriba y dos bastones, que me adelanta tranquilamente.


Lleva bastones preparados para la arena, con tapones de goma y arandelas anchas para ayudarse a impulsarse.


Pese a llevarme las manos a los muslos y apretar los dientes, me deja atrás en la subida, y lo alcanzo posteriormente en la bajada, hasta dejarlo finalmente atrás en el tramo de las dunas, punto donde coincidí al inicio de la segunda vuelta con varios corredores que estaban acabando la primera, a los que animé desde mi posición.

Me notaba algo fatigado, así que decidí andar en las cuestas arriba y trotar en las cuestas abajo, pero sin dejarme llevar y echar a correr.

En el kilómetro 34,5 me encontré de nuevo el primer avituallamiento, al que había llegado manteniendo un ritmo medio de 7:30 minutos el kilómetro, clavando prácticamente los tiempos de paso desde la segunda vuelta (km que hice medio andando y tramos de subida a 8:30 y bajadas trotando a 6:30), y me vine arriba por dos motivos.

El primero, que pese a haber estado medio andando, medio trotando, no me había costado "no excederme" del tiempo planteado (al contrario que en la primera vuelta, donde me costaba "no pasarme"), y el segundo, que al llegar al avituallamiento, se iban una pareja y dos corredores

Si pese a combinar andar y correr estaba remontando posiciones, tan mal no podía ir, aunque pensé que seguramente estuviese entre los 50 primero clasificados de la general.

Mientras me picaban la tarjeta y charlaba con los voluntarios, pregunté si había habido mucho movimiento, y me dijeron que no demasiado, que era el décimo en pasar en esta vuelta.

Se me puso el corazón disparado, la adrenalina inundaba mi cuerpo; me quedé a medio buche del botijo y tras rellenar los botellines, ambos vacíos (no había parado en meta e iba ya justo de agua, el día se había despejado y hacía bastante calor), dejar los envoltorios de barritas y la Powerbar y "pelar" una segunda, me fui trotando, mascando un "Banana Punch".

"A ver Juan, centrémonos... eres décimo, va una pareja delante, quizá dos, por lo que puede que vayas el sexto absoluto... quedan sin embargo muchos vueltas, ve a tu ritmo y si no vuelves a ver a los corredores ya los alcanzarás en otra vuelta... si los ves, pégate a ellos..."

Nunca había ocupado una posición tan buena en un ultra durante tanto tiempo (llevaba ya camino de 5 horas de competición), y el hecho de verme tan arriba me motivó muchísimo.

En la bajada posterior al avituallamiento vi a lo lejos a la pareja que acababa de dejarlo hacía poco, con viseras "Newton" y camelbaks idénticas, y me puse a su par hasta que viésemos otro corredor.

Mi GPS marcó el paso por el kilómetro posterior al avituallamiento en 5:30, dos minutos por encima de mi tiempo estimado, pero estaba cegado por la circunstancia, y no solo no adecué el ritmo a lo que tenía previsto, sino que al ver un corredor más adelante, andando en una cuesta arriba, yo subí trotando la arenosa pendiente, ya bastante más removida, dejándolo atrás en un momento.

"7º...", pensé.

En el kilómetro 37, la zona marcada con el cartel de kilómetro 9 en el circuito (llegando a los bancos de piedra), vi a lo lejos a otro corredor, que se veía que era veterano desde lejos, y se notaba experimentado en la prueba: Calcetines de ejecutivo sobre las zapatillas, tan solo un pequeño cinturón con un bidoncito (frente a mi pesada y cargada mochila), y había llegado al ascenso dando pasos muy rápidos y con una buena técnica, impecable, de forma que pese a que yo había subido trotando, me había costado alcanzarlo.

Me puse a hablar con él; se llamaba Francisco, una persona muy humilde, que me comentó que sí, que había participado anteriormente (en todas las ediciones) y con resultados bastante buenos (excelentes, completó 6 vueltas, el objetivo de mi debut, en la edición del año pasado, con vueltas de 33 kilómetros).

Según él, este año no estaba tan en forma, y le molestaba un poco un pie, pero no le importaba, si podía dar más vueltas daría más y si podía dar menos, daría menos; filosofía increíble, su planteamiento de carrera era excelente y se notaba que tenía experiencia en el terreno y en el tipo de prueba, por lo que pensé en pegarme a él.

Recorrimos varios kilómetros juntos; cuando veía que lo dejaba un poco atrás paraba un momento (para tomarme una barrita, orinar, ajustarme las polainas o dar un sorbo de agua con calma, tampoco es que fuese más despacio con él, llevaba un ritmo muy constante), y llegamos juntos al segundo avituallamiento.

Nos recibieron con vítores, destinados a él, conocido por grandes y pequeños del avituallamiento, que se interesaron por saber como iba y qué idea de carrera tenía para este año.

Como no había recuperado todo lo esperado en el avituallamiento anterior, aquí me puse las botas, comiendo naranjas (quedaban poquitas ya), plátanos y bebiendo agua, y dejando que Francisco me tomase la delantera.

En la posterior bajada, al no haberme alcanzado nadie en el avituallamiento y teniendo muy presente (demasiado) que iba en 7ª posición, volví a ponerme a 5:30 minutos el kilómetro, un ritmo excesivamente fuerte para aguantar en vueltas posteriores.

Pasé el maratón en 4:28:36, y a Francisco en la bajada, en la que descendía a paso seguro pero con calma.

En el tramo en el que salíamos a la arena en la parte derecha para luego reincorporarnos, pocos metros más abajo, en el sendero de la izquierda, camino del torreón, vi a lo lejos dos cabezas, y a ellas me dirigí.

En un minuto estaba a su lado, eran los corredores con camiseta azul que salían del polideportivo al llegar yo en la primera vuelta, a los que animé a mi paso.

Iban tranquilitos, a buen paso, pero sin correr, y al ver que me colocaba en cuarta posición me vine completamente arriba.

Sin embargo, pese a que no modifiqué el ritmo (ya era muy alto de por sí), en la bajada del acantilado me fueron adelantando progresivamente, dejándome atrás antes de llegar al tercer avituallamiento.

Ya se veía Barbate a lo lejos, de nuevo, y, espoleado por los transeúntes, que nos animaban, y por la posibilidad de "recuperar" la cuarta posición, apreté los dientes, pese a notar las piernas algo cansadas, aunque al llegar al avituallamiento la pareja ya se iba de él.

Habían cambiado de sitio la mesa, ahora en la parte derecha, y me puse a charlar con los voluntarios mientras recuperaba, disolvía un paquetito de sales en un botellín con agua, me lo bebía y lo rellenaba, proceso mecanizado ya tras tantas horas corriendo.

Uno de los voluntarios, de unos 16-18 años, se sorprendió al ver la "chuleta" con los tiempos de paso que llevaba colgada, y ver que llegaba hasta 7 vueltas (aunque ya sabía que estaba fuera de mi alcance, ya que no podría mantener el ritmo que llevaba durante muchas vueltas más, con dar 6 quedaría más que satisfecho).

Me despedí "hasta dentro de 4 horitas", crucé la carretera, ascendí la pendiente, descendí la duna y me encaminé hacia Barbate por el carril de tierra.

Bajé un poco el ritmo en esta última bajada de la segunda vuelta, pero iba a 6:00 minutos por kilómetro (todavía minuto y medio rápido de más por kilómetro, según mi previsión), y me costaba mantener el ritmo.

Aun así, la pareja "Newton" me alcanzó y dejó atrás llegando a Barbate, ahora con el cielo gris y chispeando ligeramente.

Que diferentes habían sido las dos primeras vueltas entre sí... las luces y las sombras habían cambiado en estas casi 6 horas de prueba, confiriendo a cada rincón una belleza singular, diferente de la de primera hora del día... 

Ya tenía ganas de volver al camino, aunque, no sé si las sales no estarían haciendo efecto o, simplemente, mi cuerpo estaba demasiado cansado, pero mi ritmo caía en picado y no me llegaba a sentir "recuperado".

Crucé la meta por segunda vez y decidí prepararme para la lluvia y para no realizar más paradas hasta que la noche estuviese cerca (lo que podía significar una o dos paradas, dependiendo del ritmo), cambiándome ya las gafas de sol por las de vista al no saber si caería tormenta o abriría la tarde.



Había llegado con media hora de ventaja frente a mi tiempo estimado, pero sabía que la ventaja no era real, ahora la pagaría con creces... pero habría que ver hasta que punto...

Entre al polideportivo, me puse el chubasquero, rellené los bolsillos laterales de la mochila con sales, barritas de frutas y Powerbar; no me apetecía comer más, gracias a los avituallamientos y a la reserva que cargaba me iba aplicando un flujo constante de alimento, y sentarme a comer pasta no me convencía, prefería comer andando y avanzando que parar.

Avisé a Mayte de como iba por el móvil, y vi que tenía batería para una vuelta más; lo dejaría cuando cogiese el frontal.

Pese a la brevedad de mi parada, mis piernas se quedaron un poco temblorosas, y me dio algo de frío, pero me ajusté las mangas del cortavientos, emprendí un trote suave hasta la salida de Barbate y, ya en el pinar, estaba remangado, sudando nuevamente y con las piernas más receptivas.

Subí la cuesta donde en la vuelta anterior iba "picado" con el corredor de los bastones en solitario, andando, sin prisa ninguna, manos en los muslos, y cuando llegué arriba y tuve un breve tramo de bajada, no me apetecía echar a trotar.

Lo intentaba, pero en cuanto pisaba en repetidas ocasiones sobre arena o venía algún repecho, me venía abajo.

Pasé el tramo de la duna en solitario; nadie estaba emprendiendo la tercera vuelta ni llegando a meta a la segunda en el largo periodo que tardé en recorrer esa zona.

Iba a un ritmo de entre 8:50 y 9:00 minutos por kilómetro, la idea era hacer la primera vuelta a 6:30 y luego cada vuelta un minuto más lento por kilómetro, hasta que a partir de la cuarta, presuponía, si me quedaban fuerzas para trotar, sería solo cuesta abajo, realizando el resto del recorrido andando.

Sin embargo, al llegar nuevamente al primer avituallamiento y querer reemprender la marcha tras reabastecerme y certificar que iba 9º (y sabiendo que había dos parejas por delante mía), intenté volver a trotar de nuevo y, tras marcar en el tramo más largo de los siguientes 3 kilómetros 9:30 de ritmo medio, decidí que acabaría la vuelta andando, y ya, si posteriormente tenía fuerzas, retomaría el trote.

Francisco me adelantó llegando por tercera vez al segundo avituallamiento, y llegué al mismo en 10º posición, bastante tocado psicológicamente.

Del segundo al tercero me adelantó una pareja de rojo, que me preguntó por la de azul (ellos iban en segunda posición, me comentaron), adelantamos nosotros a una pareja de naranja (a la que doblamos), y posteriormente me adelantaron a mí una pareja de Susmurái y un grupito de Breña (uno llevaba un mote con la palabra "snake" en la camiseta, pero no recuerdo la palabra completa).

El tramo hasta el torreón se me hizo eterno, y en la bajada del acantilado sufrí bastante; me costaba controlar mis piernas para no echar a trotar.

Comiendo y bebiendo, sin embargo, pude reducir la sensación de dolor, y una vez pasado el tercer avituallamiento (ahora a la izquierda, nuevamente, y ya sin plátanos ni naranjas), troté un poco para cruzar la carretera y tras subir la duna, para bajarla.

En la bajada por el carril de tierra a Barbate, sin embargo, ni me planteé trotar, lo que hizo que me adelantasen la pareja de naranja y corredores individuales por igual, aunque no sabía si los había doblado previamente o no.

Llegué a meta por tercera vez, andando, me animaban pero no conseguía encontrar la motivación para echar a correr.

Había llegado en 10:25:00 al kilómetro 73, más "lento" que mi expectativa de 9:56:00 si hubiese mantenido ritmos razonables, pero al menos sabía que podía dar una vuelta casi íntegramente, andando en menos de 5 horas.

Bueno, ya no me daría tiempo a dar 6 vueltas, pero podría dar 5 en un tiempo estimado de 20 horas y media... me animó bastante y por un momento me sentí hasta más aliviado físicamente.

Entré al polideportivo, y noté como me flaqueaban ambas piernas, sin fuerzas, como si estuviesen acalambradas, pero de una forma profunda, no por las típicas contracturas o calambres debidos al esfuerzo, era una sensación nueva para mí... y dolorosa...

El móvil se había quedado sin batería subiendo a la duna de final de vuelta, así que intenté cambiarlo, pero al encender el otro no funcionaba y al cambiar de tarjeta mis temblorosos dedos, hinchados, me dificultaban la psicomotricidad fina.

Pedí ayuda y un organizador me ayudó al momento, pero pese a batallar con las tarjetas y los móviles, en principio se nos resistía la tarea.

Luego resultó fútil, ya que solo permitía realizar la llamada de emergencia, pero el organizador me ofreció su teléfono para llamar y avisar a Mayte.

Salí del polideportivo y los voluntarios me entregaron una luz roja de posición trasera, ya que posiblemente anochecería a media vuelta.

Llevaba ya el frontal y las pilas y pilas de repuesto, pero... ¡se me había olvidado comer!

No me apetecía hincarle el diente a la pasta, así que me tomé un batido a base de frutos secos, medio paquete de cacahuetes fritos con miel (eché el otro medio en el cortavientos), y emprendí la marcha nuevamente, andando.

Me crucé con un sonriente corredor que bajaba trotando por la calle, al que animé con fervor al transmitirme parte de su energía, y pensando yo que sería su segunda vuelta.

En el inicio del pinar vi a dos corredores que iban con la misma equipación, por lo que supuse que eran pareja.

Paré a orinar detrás de un árbol mientras se colocaban algo en las mochilas para así avanzar con ellos.

No recuerdo los nombres, pero eran de Cádiz, con el que más estuve hablando, de Puerto del Rey, y hablamos de todo un poco, antes de llegar al primer avituallamiento parecía que nos conocíamos desde hacía varios meses.

Hablamos de la zona con bancos de piedra del kilómetro 9, donde en la segunda vuelta pararon a almorzar y se vinieron arriba, del uso de geles, del uso de bastones (echaba de menos mis Arpenaz de forma increíble), del primer clasificado (era el sonriente corredor, que no iba camino de la segunda vuelta, sino la cuarta, y nos doblaría en breve), de la carrera, de los 101 kilómetros de Ronda, que mi compañero de Cádiz había realizado en bicicleta en poco más de 9 horas...

Al caer el manto de la noche pararon a colocarse el frontal y me adelanté un poco.

Era extraño, notaba una progresiva pérdida de sensibilidad de los dedos de los pies y de los tobillos, ya que me tropecé un par de veces y no sentí nada, ni si quiera dolor.

Sospechaba que algo raro pasaba, pero estaba muy cansado para poder razonar a esas alturas y me tenían mas preocupado mis piernas, que parecían no reaccionar pese a ir andando, algo que nunca me había pasado.

Al llegar al primer avituallamiento por cuarta vez, me saludó el muchacho que antes estaba en el tercero, preguntándome como me veía.

Le dije que como mucho, para esa vuelta y otra más, así que, con suerte, nos veríamos en unas 5 horas, y tras beber y rellenar los botellines (la camelbak la rellené en el polideportivo, de isotónica con magnesio), reemprendí la marcha.

No me había alejado ni un kilómetro del avituallamiento cuando unos dolores terribles empezaron a dejarme muy tocado de piernas; aun así vi a lo lejos una luz de posición, y me fui acercando.

Era la de una muchacha con la que había recorrido algunos metros antes de llegar al avituallamiento, que me había dejado atrás antes de alcanzarlo.

No estaba muy hablador y me costaba razonar, pero agradeció mi presencia y fuimos hablando sobre la prueba.

Le comenté lo de mis piernas, insensibles a cualquier estímulo externo pero que me dolían muchísimo desde dentro, irradiando el dolor por todo mi cuerpo, y le dije que no veía la hora de llegar al "kilómetro 9" para sentarme en los bancos de piedra.

La pareja de Cádiz nos pasó, así como otras, y varios corredores individuales, pero ya nada importaba.

No sabía si quiera si sería capaz de llegar a los bancos, ni con las manos en los muslos conseguía sacar fuerza de ellos, estaban como muertas... me sentí muy impotente, era algo que nunca me había pasado, aunque me doliese, era capaz de hacer reaccionar mis músculos, y con las horas aprendía a dominar la sensación de dolor... pero este dolor era diferente a ningún otro que hubiese experimentado nunca.

Le pedí que me avisase cuando llegásemos a los bancos, ya que me costaba hasta enfocar, pese a las gafas, y cuando llegamos me los señaló y me ayudó a llegar, antes de despedirse.

Me senté pesadamente, pero no era capaz de levantar las piernas, las tuve que mover cogiéndomelas por las polainas y poniéndolas "manualmente" sobre el banco de piedra.

Fui de banco a banco, sentándome entre uno y dos minutos antes de seguir, y pensé por un momento incluso que ahí me iba a quedar, ya que al poner las piernas en alto, inexplicablemente, me dolían hasta más que estando sentado, aunque sentado me dolían menos que al andar.

Vi a lo lejos una gruesa rama, me acerqué, partí las pequeñas ramitas que salían de ella y la "tallé" a modo de gran bastón, del que fui apoyándome para avanzar, arrastrando los pies, ya que no respondían tampoco a mis peticiones.

Cada vez que veía un poyete de piedra me sentaba y recuperaba el aliento, ya que tenía el corazón muy acelerado pese a ir tan solo, andando.

También me costaba respirar, y me concentraba en inhalar y exhalar a ritmo, tratando de tranquilizar a mi corazón, y comenzando a notar en las palmas de las manos y los brazos un molesto cosquilleo, que ya noté en los 101 cuando pensé que me quedaba en mitad de la sierra.

En esa ocasión las sales me ayudaron muchísimo, así que, con manos muy temblorosas, me preparé una mezcla con agua me fui bebiendo a pequeños sorbitos, pero no me hizo efecto alguno: Los pies estaban más y más rígidos, las piernas igual, progresivamente, de cintura para abajo el dolor era tan grande que no sabía qué parte me dolía más y mi corazón estaba desbocado.

No sé como, pero logré arrastarme, apoyándome en el palo, hasta el segundo avituallamiento, pidiendo una silla con voz quebrada desde lejos, donde me senté.



Los voluntarios me ofrecieron todo lo que estaba en sus manos para ayudarme, me dieron agua, zumo, un nolotil (tras preguntarme si era alérgico a algún medicamento) y me echaron un spray muscular tras ayudarme a quitarme las polainas, ya que no notaba los gemelos...

No sé si fue un error o un acierto, ya que al quitarme las polainas el dolor fue cegador, literalmente, por un momento se me oscureció la visión.

Noté una intensa sensación de frío y calor al mismo tiempo con mucho dolor, el corazón se me aceleró y tuve que respirar de forma más profusa para que no se desbocase.

Llevaba las polainas muy ajustadas y con el transcurso de la prueba se me habían ido hinchando las piernas.

Había llegado un punto en el que me habían cortado totalmente la circulación en dos puntos de las piernas, bajo la rodilla, de forma superficial, y en el tobillo, de forma total.

Una voluntaria me aplicó el gel masajeándome los gemelos, lo que era tremendamente doloroso interiormente; la masajista preocupada, me preguntó si me estaba apretando mucho, pero en el exterior no sentía las piernas, tan solo un dolor interno al notar como la sangre volvía a fluir.

Mientras la sangre volvía a circular el alivio fue dando paso al dolor, aunque me asusté cuando vi que, al quitarme las polainas, tenía los pies blancos como la leche (trabajo de socorrista en verano, por lo que tengo los pies hasta más "negros" que los brazos,) y las piernas, violáceas.

Ante ese panorama sabía que no podría continuar con la prueba, aunque me di como plazo para acabar la vuelta hasta el final del masaje, y tras comprobar si era capaz de mantenerme o no de pie.

Después de descansar un poco, ya con el corazón más relajado, así como la respiración, pero heladito de frío (tuve que ponerme el cortavientos ajustado a las muñecas y me dejaron una manta para protegerme del frío), probé a levantarme, pero mis piernas apenas aguantaban mi peso.

Tenía ahora algo de sensibilidad en los tobillos, que podía girar a petición, pero no notaba aun las puntas de los dedos de los pies; decidí dejar la vuelta.

Había parado el crono en 13:36:32 al llegar al avituallamiento, kilómetro 91, pero con el problema circulatorio en el tren inferior que tenía aun latente (nunca mejor dicho...) decidí optar por la opción más "dolorosa" psicológicamente pero la más sabia físicamente.

Avisaron al buggy de la organización mientras los voluntarios me animaban y hacían todo lo que podían y más por atenderme, pero finalmente uno de los organizadores se decidió a llevarme al polideportivo en su propio coche (estaba congelado y en el buggy mi estado no haría más que empeorar).

Si mal no recuerdo (estaba un poco confuso) se llamaba Antonio, fue el mismo voluntario que me dejó la manta; fue el encargado tanto del balizaje de la prueba como del balizaje con las químicas al atardecer.

Un trabajo impecable, por el que felicité, ya que pese a la facilidad que puede uno tener para perderse en La Breña, las balizas indicaban el camino a la perfección, tan solo me despisté una decena de metros en la segunda vuelta, al ir "rápido de más", y al caer la noche, cuando era posible que hubiesen más problemas de orientación, las químicas no dejaban lugar a dudas sobre cual era el camino a seguir.

Al llegar al polideportivo ya podía andar sin ayuda, aunque me dolían muchísimo las piernas y tenía mucho frío.

Me cambié de ropa y, envuelto en la manta, pedí un móvil desde el que avisar a Mayte; a las 23:12 pm me acosté a dormir en el interior del saco, tras la lona que separaba en dos el polideportivo, en un área de descanso aún desierta.

No paraba de segregar orina, y cada 15-20 minutos hasta las 1 de la madrugada estuve yendo al baño, pese a orinar siempre muy clarito.

No tenía hambre y eso me preocupaba, así que me comí un paquete de cacahuetes fritos con miel, me bebí medio batido energético y me llevé otro paquete de cacahuetes y un botellín de agua a la zona de descanso, que puse al lado del saco.

Al llegar estaba tan cansado que no escuchaba nada, pero ahora, más despierto tras comer, escuchaba cada pocos minutos aplausos lejanos y el sonar de chips pasando sobre la alfombra; me entristeció, no por conseguir más o menos vueltas, que al fin y al cabo es sólo un número, sino por haber dejado una a medias.

Hasta las 3 dormí sin sueño, controlando el esfínter, pero a las 3 me despertó la llamada de la naturaleza y fui al baño, orinando ahora más oscuro.

No me di cuenta al principio, pero al volver del baño probé a flexionar y extender los dedos de los pies; ¡respondían a la perfección!

Aún había casi un dedo de diferencia entre el final del tobillo, blanquecino, y el inicio del gemelo, violáceo, y me dolía mucho al tacto, pero al caminar tan solo arrastraba una leve cojera, normal tras recorrer casi 100 kilómetros del tirón.

Me puse contentísimo, incluso pensé que estaba a tiempo de dar una vuelta más antes de las 9, pero no quería forzar y ya había entregado el chip, así que decidí volver cuanto antes a la cama, a fin de enterrar esas audaces ideas en un profundo sueño.

Ahora si soñé, que iba avanzando por La Breña, pero no paraba de ser adelantado, que tropezaba, me caía y luego no era capaz de levantarme... sueños e imágenes recurrentes, mezclando recuerdos reales con otros muy vívidos, con un carácter pesadillesco...

A las 7 me desperté y decidí levantarme, rodeado de atletas envueltos en sacos de dormir por doquier, uno a mi misma derecha sin ir más lejos; ¿desde cuando estaba ahí?.

Masajeé ligeramente mis piernas... el dolor me inundó en oleadas, ya con el mero tacto, y noté los latidos del corazón retumbar en el interior de mis piernas, así que decidí parar.

Con mucho menos esfuerzo del esperado me puse de pie, cogí el móvil y el cargador y lo encendí para avisar a Mayte de que estaba bien y ya despierto.

Pese a dormir pocas horas estaba muy despierto, y podía moverme con relativa facilidad, aunque a que horas atrás mis piernas eran bloques.

Eché una fotografía al encender el móvil; éste era el estado de mis piernas 8 horas después de haberme quitado las polainas:



Tras 8 horas con las piernas estiradas, la zona violácea de las piernas no era ni la sombra de lo que fue en el segundo avituallamiento, y ahora se concentraba donde se enganchaban las polainas al tobillo, que seguía bastante más pálido.

Menos mal que paré, lo que no sé es como no me di cuenta antes... para la próxima edición, sin duda alguna, pararé vuelta tras vuelta al menos 10 minutos para revisar que todo va bien, no ya para recuperar o descansar, sino por misma salud.

Seguían llegando corredores a meta y tras poco tiempo pusieron el desayuno.

No era capaz de tragar mucho, el estómago parecía estar en huelga de hambre, pero pude bajar medio mollete con aceite y un té calentito, que me supieron a gloria.

Vi muchas caras conocidas de estas últimas horas en el pabellón, y todos me preguntaban como me fue, si acabé las 6 vueltas que tenía programadas de inicio y se preocupaban cuando les comentaba el problema circulatorio en las piernas.

Me sentí como si estuviese en casa, con mi familia, estos hombres y mujeres que hacía 23 horas eran completamente extraños para mí eran ahora casi como una familia, nos habíamos visto en numerosas veces durante horas, habíamos compartido penas, alegrías, fatigas, horas de camino... pocas cosas unen más que un ultra trail.

Cerca de las 9, con la entrega de premios ya casi lista, llegó Mayte, directa desde el hostal sin desayunar, a quien fui contando, aceleradamente, la experiencia de las últimas horas.

Hablé con Antonio, subcampeón de esta edición, con la pareja de rojo, campeona en parejas, con la pareja de azul, subcampeona (este año no pudieron revalidar el título), con varios susmuráis... 

Me transmitían una energía y un entusiasmo envidiable, me reconfortó mucho ver que al menos mis compañeros de camino habían alcanzado sus objetivos, o luchado al máximo por hacerlos, pero en cualquier caso, no habían tenido problemas significativos para disfrutar hasta la última vuelta que se marcasen.

Tuve que dejar el polideportivo sobre las 9:30 ya que, aunque nos habían dado permiso, no quería abusar de la hospitalidad del hostal, y tras despedirme de la pareja de Cádiz y otros corredores que paseaban por la entrada del polideportivo, me duché, desayuné y pusimos rumbo a casa.

La experiencia ha sido increíble, el carácter solidario, el paisaje, cambiante a cada vuelta, el compañerismo, el peso del segundero vuelta tras vuelta, la autosuficiencia... 

Me da muchísima pena haber tenido que quedarme pasado el ecuador de la prueba, pero estoy decidido, no sé si el año que viene (también dependerá de la longitud de las vueltas) daré 5, 6 o 7 vueltas, pero la cuarta, la acabaré, dosificando y disfrutando, revisando vuelta a vuelta que todo sigue en orden.

Muchas gracias a todos por esta magnifica prueba, espero de corazón que se perpetúe en el calendario andaluz como uno de los ultras de referencia de inicio del otoño, al menos, en mi memoria, quedará grabada para siempre.

Gracias también a los voluntarios y organizadores, no tengo nada que reprochar en ningún aspecto organizativo de la prueba, que por su carácter y dimensiones es, sin duda, todo un reto logístico.

No quiero extender más esta, ya de por si, larga crónica, espero que os haya gustado y haya sabido transmitiros mi experiencia en La Breña.

Nos vemos el año que viene, ¡Quien Resiste Vence!

Comentarios

  1. Me encantó como lo describiste todo. Eres un winner

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  2. Hola soy José-Manuel, 3º senior masculino en el podio y novio de la campeona femenina de esta edición, decirte que eres todo un campeón, me ha encantado tu crónica, y estoy seguro y convencido que para el año que viene lo vas a bordar, magnifica crónica y vivencia, eres todo un champion!!!, yo para mi solo con participar ya lo dice todo, mucho ánimo y fuerza, para el año que viene seguro que lo bordas. Por cierto fotos por ahí pocas no?? haber si es posible que me mandes fotos de esta edición a mi correo elctrónico del trabajo: jperm58@fn.mde.es, un fuerte abrazo campeón!!!

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    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias José Manuel!

      Como las gastáis tu chica y tu, que nivel ;) esta prueba es muy especial, se lucha más con la cabeza que con las piernas, yo creo que ya terminar la primera vuelta es motivo de reconocimiento, y a partir de la segunda cada una es una batalla... ¡vosotros librásteis toda una guerra en el interior de La Breña! ;)

      He encontrado muy pocas, pero voy a buscar los enlaces y te los mando al correo.

      ¡un saludo campeón!

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