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V Homenaje a la Guardia Civil


Este año estoy irreconocible; el año pasado, entre junio y septiembre, tomé parte en 11 competiciones, y este año tan solo en 2, el Campeonato de España de 100 km y la XXXII Subida Internacional Granada - Pico Veleta.

En verano, la "excusa" era la falta de tiempo (me centré en el trabajo y la familia), y ahora que estoy parado, es la falta de efectivo (la vida del emancipado...), pero como tengo aun abundante mi reserva económica veraniega, ya me he apuntado a varias carreras, el V Hagua, que vengo a compartir hoy, la VI Marcha Cueva del Gato, y el III Archidona Trail Contra el Alzheimer.

Lo que me diferencia enormemente también de mi yo de hace un año es mi estado de forma, ya que en 2015 pasé un verano con una media superior a 140 km de entrenamiento semanales y picos de más de 200 km en una semana y este verano mi pico ha sido de 125 km, con una media de entre 60 y 80 km semanales.

A partir de mediados de septiembre, con más tiempo, sí que he ido aumentando la cantidad y calidad de entrenamiento, pero tenía la sensación de estar increíblemente lento en los entrenamientos.

Por eso, de camino a la recogida de dorsales del Hagua, cada vez que algún corredor me preguntaba sobre mis sensaciones y perspectivas hacia la prueba, le respondía que venía a acabar, disfrutar de la prueba, y probarme en el monte con huaraches.

Solo en este verano les he hecho más de 850 km a las Terra, y hace apenas una semana, probando las Bare Access 4 (que me fueron genial en el Genal o en los 101) en una zona de terreno similar al que esperaba encontrarme en el Hagua, llegué completamente cojo a casa al pisar mal en un tramo pedregoso.

En ese momento decidí definitivamente que el Hagua sería, tras el I Ultra Líbar Adventure, la segunda prueba de esta edición de la Liga Rondeña de Ultrafondo que correría en huaraches.

Me sorprendió muchísimo y muy gratamente, que tras tantos meses retirado de la competición, me reconociese tantísima gente (el primero, el gran Pedro Abello, ganador del año pasado, que este año participaría en bici debido a una lesión).

Tras echarme un par de fotos en la entrada del campo de fútbol (no he sido capaz de encontrar ninguna por la web, si alguien sabe de algún enlace con fotos de la prueba, le agradecería mucho que lo compartiese), recogí mi dorsal, y tras saludar a varios compañeros del Jarapalos, Media Trail Mijas y clubes varios, volví al coche para dejarlo todo y acudir, preparado para la salida, a la pista de atletismo.

Los ciclistas se encontraban ya en posición, y mientras esperaban la salida me puse a charlar con un compañero gaditano que correría también con huaraches, unos Tribu que tenía ya muy muy trabajados.

Charlando con unos y otros dio comienzo la prueba de los ciclistas y pasé al cajón de salida, dejando espacio para que los de la prueba corta y los máquinas de la larga tuviesen una salida cómoda.

Me situé tras un par de chicas y un chico del Atletismo Ochavada, de Archidona (donde me encontraréis en 10 días, corriendo su trail), entre una marea roja del Harman y otros corredores de clubes variopintos.

Una pareja de corredores me reconoció y me pidió un par de fotos (un placer, como siempre), y justo después me encontré con Francisco Torres, del Media Trail Mijas, y su mujer; Fran venía lesionado, así que su planteamiento era conservador, por lo que seguro que compartiríamos kilómetros a lo largo de la prueba.


Con Joaquín Serratosa, seguidor...

Y su mujer, Fátima Obladen
Poco antes de las 10 nos dejaron avanzar unos metros, preparados ya para el chupinazo de salida, y me encontré con otros viejos conocidos, como Alex Barrera, que acudía con puntos frescos de una caída reciente, y al igual que Fran, venía tan solo para acabar y llevarse la mayor cantidad de puntos posible para puntuar en la liga, que va tocando a su fin.

Con el chupinazo de salida comenzó la prueba, en la que me sorprendí esquivando a varios corredores antes de salir del tartán, ya que, o la salida fue muy lenta, o yo había comenzado muy rápido.

Tenía unas 3 o 4 líneas de corredores por delante de mí, pero en el tramo del carril de tierra (donde me encontré a otro clásico de las pruebas de la LRU, a Rafa Llorente) ya tan solo tenía por delante a unos 20 corredores.

Miré el GPS por curiosidad y mis pulsaciones no llegaban ni a 165, así que decidí apretar un poco más el paso y colocarme a un ritmo que, sin serme del todo cómodo, tuviese la certeza de poder mantener durante varios kilómetros.

Tras completar un par de cuestas por asfalto llegamos a la salida del pueblo, y experimentando un Déjà vu increíble de los 101 me encontré subiendo al trote las cuestas que este año me obligé a caminar en la mítica prueba rondeña.

Aunque bajase el ritmo cada vez me iba acercando más a los corredores que me precedían, que me iba marcando como objetivos (sobre todo a los de rojo, como los del Harman, por ser tan numerosos).

El recorrido fue prácticamente idéntico al de los 101 (salvando el inicio) hasta poco más del kilómetro 5, donde en lugar de ascender por la izquierda hacia la Cuesta del Caramelo, continuamos de frente hacia las antenas, por un sendero muy cómodo por el que iba trotando a placer.

No tardamos en encontrarnos con un cartel de "bajada peligrosa"; hasta ese momento estaba disfrutando como un niño con los huaraches, pero al ver el cartel pegué un frenazo y me dirigí con cautela hacia el cambio de rasante.

El miedo era infundado, ya que la bajada, aunque pronunciada, era bastante limpia, por lo que me tiré a tumba abierta y aproveché la amplitud de mi zancada para acercarme al siguiente grupo de corredores.

Sobre el kilómetro 7 comenzamos a tener los primeros repechos duros, pero como me encontraba realmente cómodo seguía avanzando al trote hasta en las cuestas, extrañado por apenas encontrar corredores por delante...

Habíamos adelantado ya a varios ciclistas, así que estaba claro que el ritmo que llevábamos no era nada desdeñable, pero no me cuadraba encontrarme tan bien situado... ¡y menos cuando nos separaron de los corredores de la prueba corta y salvo 3-4 cabezas ascendiendo en solitario en la lejanía no tenía a nadie por delante ni por detrás!

Llevábamos ya un par de kilómetros de ascenso por unas zetas durillas, así que cuando llegamos a un tramo intermedio de campo a través (por el cual, unos metros más arriba, pasaba un guardia civil con una moto de cross), tomé una de las mejores decisiones de la prueba, bajar el ritmo.

Primero paré a orinar, que era una demanda acuciante desde el comienzo mismo de la prueba (la noche anterior había cenado 2 litros de sopa de verduras, y el desayuno, 5 horas atrás, había consistido en un tazón de leche con cereales y una manzana, así que era un milagro no haber parado ya a miccionar), y cuando acabé ya vi al primero de una larga hilera de corredores que se acercaba desde lejos.

No veía la siguiente baliza, así que eché a andar hacia arriba mientras me alcanzaba el corredor, que tampoco recordaba bien el circuito del año pasado, pero una vez alcanzamos el sendero vimos la siguiente y continuamos, el al trote, y yo caminando.

Aún me encontraba fresco, pero tan solo llevábamos algo más de un cuarto de la prueba y lo duro comenzaba ahora, así que empleé varios metros en recuperar fuerzas antes de echar a trotar de nuevo.

Me pasaron unos 4-5 corredores (los primeros desde el comienzo de la prueba), y a ratos trotando (en los falsos llanos) y a ratos andando (en las cuestas más pronunciadas) fuimos rodeando el ascenso hacia la parte posterior de las antenas, que fue el primer avituallamiento en el que paré a correr.


Camino a las antenas; fotos de alas7enelbar ;)

Cogiendo rebufo
Hacía mucho que no corría por alturas relevantes, y como tampoco conozco mucho de la Sierra de las Nieves me había planteado la prueba como para hacerla en autosuficiencia si era necesario.

Llevaba mi SAD Extend, bien cargadita, con 3 barritas, 2 de cereales y una de gominola, 2 geles, 1 litro de Powerade, una muda de cambio, manguitos, documentación, móvil, luz de posición, papel de combate y el Cortavientos Top Piment.

Mi mochila llevaba varios meses así, preparada para improvisar cualquier aventura, así que lo único que tuve que hacer fue meter el avituallamiento líquido y sólido.

Tras un tramo que compartimos de nuevo con los más rezagados del pelotón ciclista fuimos adentrándonos en la Sierra de las Nieves, con unas vistas preciosas.

A nuestro alrededor se acumulaban, en los cerros, restos de erosión kárstica, en las montañas de enfrente la vegetación parecía sacada de una cordillera del norte más que de una sierra sureña, y aunque más pedregosos, los senderos nos permitían llevar un buen ritmo.

Ascendimos a un par de cimas, que coroné contento porque pese a estar en una zona más complicada, no tenía problema alguno con los huaraches, pero cuando comenzamos el descenso, los sequísimos matorrales (plagados de cardos) convirtieron mi avance en una tortura.

Era imposible avanzar sin pincharme por doquier, y algunos pinchos se me quedaban clavados en la piel, escociendo con cada apoyo.

En una de las paradas obligatorias para sacarme las púas de los dedos o el empeine me adelantó Fran, que remarcó la dificultad de avanzar por ese terreno con huaraches, y como no tenía más remedio, eché a andar cuesta abajo, buscando las piedras para apoyarme en ellas y así evitar pinchazos.

La zona del Cerro de la Yedra fue la peor (el nombre ya lo vaticinaba...) y ante la ausencia de rocas sobre las que pudiese apoyarme y haciendo de tripas corazón me tiré cuesta abajo, dando un par de patadas a unos cardos que se me quedaron clavados en el empeine pero me negué a quitarme (tras unos metros corriendo acabaron cucumbiendo al balance y se cayeron solos).

Así llegué al Refugio de los Quejigales, ecuador de la prueba, donde Joseph, cámara en mano, pidió a los voluntarios que nos echasen un Selfie a los dos.

Me preguntó cómo me iba y le comenté que ese último tramo había sido un suplicio, pero que de piernas iba genial, así que tras recuperar en el avituallamiento me lancé de nuevo a la carga.

El descenso era algo complicado, con demasiada piedra y mucha aulaga y matorral espinoso, que además de los pies, arañaba las piernas con una facilidad increíble, así que seguí con mi filosofía de correr con seguridad y, dando paso a los corredores que bajaban como flechas, fui paso a paso.

Me adelantaron muchos corredores conocidos, como Víctor, a quien no veía desde la salida, con quien me cruzaría en varias ocasiones, y Arancha, la primera corredora de la modalidad larga que me adelantaba.

Llegamos a una zona de pista más ancha donde pude recuperar metros y seguirlos de cerca, y aunque me extrañó ver una baliza a la izquierda, en tierra de nadie, la flecha del PMD señalaba hacia adelante, así que me dispuse a seguir a la hilera de corredores que me precedían y fuimos avanzando.

Tras cerca de un kilómetro y advertidos por maldiciones nos dimos cuenta de que llevábamos desde la flecha sin encontrar balizas, y estábamos ya a más de medio camino de coronar el cerro...

Teníamos dos opciones, seguir hacia la cima, orientarnos desde ella y atajar hacia el recorrido campo a través o dar media vuelta y deshacer el camino recorrido.

Viendo que ya se acababa la pista y que el descenso campo a través iba a ser complicado, decidí dar media vuelta hasta la baliza, que nos llevaba rodeando una verja metálica por un caminito de cabras bastante complicado; aunque peor sería el tramo campo a través...

Tras un breve ascenso llegamos a una puerta custodiada por un par de lugareños, que al corredor que me precedía dijeron "¡21!".

Supuse que le habría preguntado por el kilometraje, pero no me cuadraba, ya que hacía un buen rato que habíamos pasado la media maratón...

Al llegar a su lado, uno de ellos dijo "¡22!" y el otro, como si hubiese, visto una aparición dijo "¡eres lo más parecido a un indio que he visto!"

¡No podía ir en la posición vigésimosegunda! había pasado un buen rato perdido y el tramo por la Sierra de las Nieves me estaba dificultando mucho el avance, relegándome a la marcha por zonas por donde debería ir trotando a buen ritmo...

Solo se me ocurría que toda la cabeza de carrera se hubiese perdido también, algo bastante improbable, pero aún quedaban varias horas de carrera, así que podía pasar de todo.

Cuando por fin volvimos a la pista recuperé varias posiciones, como la de un compañero de Casares del Sierra Bermeja Trail con el que llevaba rato cruzándome (en las zonas de pinchos y mucha piedra me pasaba y luego yo a él en las más corribles), o Víctor, que venía desde atrás después de haberse perdido también.

Había pasado muchos kilómetros desubicado, pero a lo lejos, entre las montañas, distinguí uno de los edificios (no sé si la fábrica de piel o una venta) de los que se ven por la carretera San Pedro-Ronda, ya arriba del todo, y supe que quedaba poco de carrera.

Volvíamos a compartir camino con los ciclistas, y ante nosotros se extendía un largísimo sendero que tras un par de ascensos descendía hasta el Camping de las Conejeras... y más allá.

Era un tramo muy corrible y tenía las piernas frescas, contra todo pronóstico (sin duda los tramos andando me habían venido genial para recuperar), así que tras una larga cuesta que ascendí andando para beber (el sol caía a plomo sobre nosotros y hacía muchísimo calor) y darle un par de bocados a una barrita energética (no tenía hambre, pero llevaba ya muchísimas horas sin probar bocado), me tiré cuesta abajo en busca de Víctor.

Nos fuimos adelantando mutuamente a lo largo de esos tramos de bajada intercalados con algún repecho, pero finalmente acabé dejándolo atrás, creo que en el avituallamiento de la carpa, donde bebí un vaso de agua de un buche antes de continuar.

Juntos habíamos pasado a varios corredores, pero ahora ya no tenía referencia por delante, tan solo por detrás, de un muchacho que me seguía de cerca, con una camiseta del Hole si mal no recuerdo.

Bordeamos juntos el Cerro de Castillejos, dejando atrás la Sierra de las Nieves, y tras otro avituallamiento de rápido repostaje donde nos desviaron a la izquierda, nos sabíamos ya en Ronda.

A la derecha se extendía el camino por donde habíamos ascendido hacia las antenas horas atrás, y a la izquierda, en la lejanía, se vislumbraba Ronda.

Los carriles eran muy similares a los del tramo final del Homenaje a la Legión, de mediana anchura, tierra compacta, poca piedra y hierbas a ambos lados y en el centro, por lo que permitían mantener velocidades cercanas a los 5 minutos por kilómetro.

No recuerdo en qué momento, pero cuando me giré había perdido al compañero, así que decidí continuar a buen ritmo pese a encontrarme en solitario, ya que no tenía prisa por llegar a meta, pero las piernas me pedían marcha.

Tenía los pies bastante doloridos y estaba muy sofocado por el calor (el Powerade era caldo de puchero, así que me negaba a bebérmelo), así que fue una bendición encontrar el arroyo justo antes de volver, tras tantas horas, al asfalto.

Ni me lo pensé, me metí hasta donde el agua cubría (no llegaba a las rodillas) y me recreé echándome agua en brazos y nuca.

Al volver a correr por el breve camino que llevaba a la carretera, donde se encuentra el primer avituallamiento de los 101, parecía que me habían dado un masaje en los pies, iba como flotando... y como ya no tenía que preocuparme de que se me metiese tierra en las sandalias (que estando mojadas es una lata), me relajé muchísimo, e incluso me permití caminar un poco bajo el puente de la circunvalación.

Ascendiendo por el otro lado vi a un corredor de rojo trotando a buen paso, así que decidí poner fin al descanso y acelerar yo mismo por la bajada camino al campo de fútbol.

En el posterior ascenso sí que tuve que caminar, siendo esos 2 últimos kilómetros los más largos para mí, ya que tenía la presión de un perseguidor, muchísima sed, tras 43 kilómetros (según mi GPS) ya comenzaba a acusar la fatiga y no veía el campo de fútbol por ningún lado.

De hecho me despisté, y esperé a mi perseguidor para asegurarme de que el camino era por el carril de tierra, recordando entonces que al final del mismo se encontraría la vuelta a la pista de atletismo con la que finalizaríamos la carrera.

Tras pasar al lado de los fotógrafos cambié de ritmo, y al entrar en la pista de atletismo guardé fuerzas para un sprint final en la curva previa a meta.


Detalle de los fotógrafos, a punto de entrar en la pista de atletismo ;)
Me entregaron mi medalla conmemorativa, que tan solo tardé unos minutos en grabar, y me bebí de un trago el botellín de agua que nos entregaron en meta.

Tras ir al baño, cambiarme y salir de nuevo me encontré con varios corredores entrando en meta, como Fran y Arancha, que decidieron continuar en el tramo en el que nos perdimos y al final no pudieron remontar.

Esperé mi refresco y almuerzo charlando con otros corredores, como Hacha Vikinga (bueno, ciclista en este caso) y voluntarios de Protección Civil que venían del trail de Cortes de la Frontera, y pocos minutos después me encontraba de vuelta a casa.

Llevaba muchos kilómetros entrenando sin objetivo a corto ni medio plazo a la vista, y no estaba mal, pero me hacía falta una competición.

Había acudido a varias quedadas y había coincidido entrenando con gente de nivel con quien había compartido muchos km a ritmos de competición, pero no era lo mismo.

Parecerá una tontería, y de hecho no había llegado a las 5 horas de carrera, cuando entrenando he llegado a pasar las 15, pero necesitaba una competición.

Me marcho de Ronda con muy buen sabor de boca, con la sensación de haberme empleado a fondo y con muchos recuerdos (y algunas espinas en los pies que, 24 horas después, todavía sigo quitándome); me hacía falta una competición.

Nos veremos el 12 en Archidona, y el 15 en Benaoján, si os hace falta una competición, ¡allí nos veremos!


Lo mejor


-La recogida de dorsales fue casi instantánea, es cierto que la afluencia no es la misma que la del Hole, por poner un ejemplo, pero estuvo muy bien organizada.

-El recorrido, salvo en las zonas más pedregosas y secas (por correr con sandalias, pero nadie me obligó a ello ni mucho menos, de hecho, repetiría), me gustó muchísimo, y pienso que las divisiones y tramos comunes con ciclistas fueron los oportunos, ya que no nos molestamos mutuamente.

-Los avituallamientos fueron frecuentes y estuvieron bien dotados, con agua, isotónica, fruta y frutos secos en varios puntos a lo largo del recorrido.

A mejorar

-Lo más importante, el balizamiento, adecuado en la mayor parte de la prueba, salvo en algunos tramos de pista, donde vacilé en algunos momentos por perder de vista las balizas, y sobre todo, en la zona donde la flecha señalaba hacia arriba; de no haber estado esa flecha no nos hubiésemos perdido, no sé si hacía referencia a una zona de ciclistas, pero en otros tramos con bifurcaciones se señalaron y no hubo problemas. 

-En una prueba con tantos participantes y modalidades es complicado atender a todos en la llegada a meta, pero se me hizo larga la espera en la zona de comidas y un refresco frío me hubiese venido de perlas; me dieron un vaso con hielo con la mejor de las sonrisas, así que lo perdono, pero es un detalle a mejorar.

-Y por último, aunque supongo que esto depende de los negocios implicados en la prueba, la bolsa del corredor contenía una camiseta (que tengo pendiente estrenar), un vale descuento en una tienda y la medalla finisher; no es poco y por el precio de la inscripción está muy bien, pero comparándola con el Hole, por ejemplo, hubiese estado bien algún producto promocional tipo gel o barrita y algo de beber y/o comer.

Esto es todo por ahora, ¡nos veremos en la próxima!

Comentarios

  1. Hola,
    Hoy he descubierto tu blog, y he estado leyendo bastantes entradas. Sobretodo, las primeras tras el diagnóstico de la condromalacia. Me gustaría saber cómo estás de esta lesión, si ya no tienes ninguna molestia, si el correr te la ha agravado o no ...
    Muchas gracias

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    Respuestas
    1. ¡Buenas noches María!

      Pues desde hace ya muchos meses perfectamente, al principio fue difícil y muy duro, sobre todo psicológicamente, pero (mientras un médico no te diga lo contrario), si sigues ejercitando la musculatura, podrás sobreponerte.

      Pasé mucho tiempo haciendo fortalecimiento y propiocepción casera con cojines, pelotas suecas y gomas elásticas, mientras cambié el correr por la bicicleta, y posteriormente volví poco a poco al trote.

      Contra todo pronóstico me fue mejor con calzado minimalista y al final acabé pasándome del todo a los huaraches.

      Paralelamente el especialista que llevaba mi caso me recomendó tomar colágeno, pensó en condrosan pero a la larga era peor el remedio que la enfermedad, así que como no tenía contracepciones me compré un bote.

      Era carillo y cuando se acabó me encontraba ya bien, así que no compré más, aunque me recomendó estar 6 meses con ello, pero visto lo visto me fue bien.

      ¡Espero que te ayude mi experiencia!

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  2. Hola Juan Andrés,
    fue un placer saludarte antes de la prueba y disfrutar ahora tu crónica.
    Un saludo de Joserra, el de las Tribu muy muy trabajadas de Tarifa.

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