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XXXII Subida Internacional Granada - Pico Veleta


Mi segundo asalto contra el veleta comenzaba a las 7 y 20 de la mañana del domingo 7 de agosto, tras un par de horas en coche acompañado por Cristóbal y Javier Romo precedidas de otro par de horas de sueño tras la comilona para celebrar el cumpleaños de mi padre.

El panorama no era desde luego el ideal para intentar batir la marca cosechada en mi primera participación, más teniendo en cuenta que frente al promedio del año pasado de 10-12 horas de entrenamiento en el mismo periodo este año apenas llegaba a las 4 semanales... pero llegaba con muchísima más experiencia.

Akash, de La Senda, había recogido nuestros dorsales, y tras pasar por un baño de obra situado a pocos metros de la salida y dejar las mochilas entramos en el cajón, saludando a varios compañeros y viejos conocidos, como Rubén Delgado entre muchos otros, esperando el pistoletazo de salida.


De izquierda a derecha, Javier, Cristóbal, servidor y Emilio
No tardé en abrirme paso tras la estela de Cristóbal, adelantando a un par de corredores con huaraches y a Don Paco Contreras entre otros corredores que llamaron mi atención.

El ritmo no era excesivamente alto y no me costaba seguirle los pasos a Cristóbal, pero notaba desde los primeros compases molestias en las piernas, agujetas lejanas de la subida al repetidor de principios de semana, mi segunda sesión "seria" de cara a la prueba, sin duda demasiado cercana a la misma.

Los corredores fueron buscando su ritmo y fuimos formando grupos mientras nos "escapábamos" del Paseo por la Carretera de la Sierra; el nuestro iba ganando adeptos, sumándosenos Rafa, de Puente Genil, Emilio Azuaga, al que "recogimos" y otros corredores.

Me descolgué rápidamente para evacuar (el Powerade que me había bebido en el coche pedía paso), pero con un cambio de ritmo sostenido fui pasando corredores (a Bartolo, de Benaoján, entre otros), y pude volver a engancharme al grupo.

Poco después sería Cristóbal el que se descolgaría, pasado Cenes de la Vega, primer punto de paso, al que llegamos en unos 40 minutos.

Notaba que el ritmo no me era del todo cómodo, pero si Emilio, recuperándose de una facitis, tiraba a pico y pala, yo que tan solo estaba bajo de entrenamiento no tenía excusa.

Cuando Cristóbal nos volvió a alcanzar llegó con mucha fuerza y decidió tirar un poco más, dispuesto a rebajar el tiempo que marcamos juntos el año pasado.

Durante un momento vacilé, y al final decidí que lo más sensato era quedarme junto a Emilio... y finalmente hasta dejarle irse y continuar mi avance en solitario por Pinos Genil.

El recorrido era el mismo que el año anterior (incluso la salida con minuto de silencio previo, aunque esta vez salimos desde la carretera), pero la prueba se me antojaba totalmente diferente... para empezar, momentáneamente me tocaba avanzar en solitario, sabía que la prueba aun no había empezado y mi cuerpo no estaba respondiendo a las expectativas que mi mente se había planteado.

Ánimos no me faltaban, tanto del público como de otros corredores (e incluso del speaker cuando pasamos por el avituallamiento bajo el puente), y sabía que, con más o menos horas de sufrimiento, acabaría, pero en ese momento no quería ni pensar en el Veleta.

Avanzaba paso a paso, concentrado en el corredor que tuviese más cercano (que iba cambiando rápidamente conforme era adelantado), y reparé en uno que llevaba tiempo más o menos manteniendo la distancia conmigo.

Llevaba una riñonera o similar enganchada a un hombro y colgada sobre la espalda, Kalenji si no me equivoco, y decidí ponerme como meta alcanzarlo.

Se llamaba Abel, y por lo visto me conocía del año pasado, en el que acabó en poco más de 6 horas; fuimos más o menos juntos durante bastante rato.

La tónica general era ser adelantado por nuevos grupos de corredores, pero a éste corredor, una pareja de corredores de Marbella y a Javier los fui cogiendo y perdiendo con bastante frecuencia, sobre todo al acercarnos a los avituallamientos.

Ésto se fue repitiendo con mayor frecuencia conforme el perfil fue endureciéndose, ya que aunque intentaba no caer en cambios de ritmos ni caminar, el peralte de algunas curvas cerradas acababa relegándome a la marcha.

Intentaba no mirar el GPS y tratar de hacerme una idea por los avituallamientos, en los que, pese a intentar evitarlo, acababa mirando los carteles.

Di con un ritmo con el cual podía avanzar y me estabilicé junto al corredor de la riñonera, que no venía de empalme pero se había pegado una buena fiesta hacía poco, lo que le había mermado bastante.

Así pasamos el avituallamiento donde el año pasado nos ofrecieron limonada con hierbabuena, este año abastecido únicamente con agua e isotónica, y nos fuimos acercando al ecuador de la prueba.

Sinceramente se me había pasado bastante rápido, había tenido ya algunos baches emocionales, pero al no ir pendiente del reloj ni tener en mente tiempo de llegada (ya sabía que el tiempo no lo iba a igualar ni de lejos, y no me importaba demasiado echar 6 o 7 horas en llegar, siempre que llegase entero), perdí la noción del tiempo.

Cuando estábamos llegando al cartel que indicaba 2000 metros de altitud me pasaron un par de Correbirras (siempre muy presentes en esta prueba), uno llamado Ventura, mientras el otro me preguntaba cual era la altitud en meta.

Ya parecía que quedaba poco, pero recordaba del año pasado que la prueba comenzaba en la Hoya de la Mora, punto a partir del cual el año pasado prácticamente no fui capaz de trotar; de momento me veía con más fuerza que el año pasado, pero aun sin mirar el reloj sabía que ni llegando fuerte podría remontar el tiempo perdido en la primera mitad, así que me concentré en disfrutar.

Y la verdad es que lo hice, corre siempre me gusta, y hacerlo con compañía nueva, con unas vistas tan espectaculares y con ese pedazo de día (aunque demasiado cálido y húmedo en las primeras horas) era una gozada.

Tuve varios kilómetros muy buenos, ya que me encerré en mí mismo recordando (y compartiendo con mi acompañante) mi aventura en el I Ultra Sierra Nevada y cuando me quise dar cuenta ya estábamos camino de Pradollano.

Ahí afronté una nueva crisis, ya que recordaba que el año pasado más o menos por esa zona comencé a divisar a un corredor con huaraches, me vine arriba y cuajé varios kilómetros realmente buenos, y aunque este año tenía la motivación, al intentar el cambio de ritmo las piernas me fallaron...

Aun así alguna posición remontaba, había dejado atrás al muchacho de la riñonera en un avituallamiento y tenía la camiseta de Princesas Rett de Javier al alcance de mis ojos... aunque aun no de mis piernas.

Me propuse como objetivo alcanzarlo, y aunque tras varios minutos lo conseguí, llegué muy cansado, y decidí dejar que se fuese mientras caminaba algunos metros.

Una corredora veterana caminaba también a pocos metros de mí, pero bastante más rápido, ya que aunque aceleré el paso no conseguía alcanzarla.

Su esfuerzo me animó y troté hasta ponerme a su altura, pero en ese momento se desvió hacia un Toyota Aygo donde le esperaba un hombre mayor con agua.

Bueno, al menos volvía a estar hombro con hombro con Javier, que, visionando al Veleta ya en la distancia, me pedía orientaciones sobre la prueba.

Llegamos juntos al avituallamiento donde el año pasado recogí un Powerade, pero poco después me pasó a buen ritmo, así como Domingo, el último corredor de La Senda que no me había rebasado aun (Akash lo hizo poco después de dejar que Emilio siguiese adelante en solitario).

Cada vez me costaba más mantener un ritmo estable y caminar, pero entre el ánimo del público y los flashes de las cámaras por doquier, hice de tripas corazón y troté todo lo que pude hasta llegar al observatorio cercano a la Virgen de las Nieves.


"Sonríe, sonríe..."

Comenzando a notar los efectos de la altitud...

Pero contento de saberme "cerca" de la meta
Este año, supongo que por llegar más tarde, no había música ni arco de la mini-subida en la zona de la Hoya de la Mora, pero los efectos de la altitud del año pasado retornaron prácticamente en el mismo punto, con hinchazón general, sobre todo en dedos, y dolor de cabeza, sobre todo con punzadas en la nuca.

Puntualmente adelanté a Javier y me alcanzó el muchacho de la riñonera, pero desistí totalmente de volver a trotar y continué caminando, pese a que la carretera estaba muchísimo más transitable que el año pasado, al haber sido reasfaltada.


A algo más de 4 km de meta, instantánea gracias a un fotógrafo de El Ideal
La estampa al mirar hacia atrás era desoladora, parecíamos extras de "The Walking Dead", pero mirar hacia adelante desalentaba más aun, ya que la sucesión de "zetas" que nos guiaba hacia el Veleta se nos perdía en la distancia.

Llegados al penúltimo avituallamiento el muchacho de la riñonera decidió luchar por el sub 6 horas, mientras que yo me contenté con seguirle el ritmo a Javier, que llegaba a ritmo constante desde atrás.

Con la vista fija en mis propios pies y el cuerpo cada vez más cansado me fui arrastrando hacia el punto donde los ya finishers se dirigían hacia el telesilla de retorno a Borreguiles, bebí agua y me mentalicé de lo que nos quedaba por delante

Ya llegando a la Hoya de la Mora Domingo me recordó que el año pasado el GPS me marcó algo menos de 50 km, pero ahora estaba dubitativo, ya que tras cada curva y tras cada cuesta llegaba otra, y otra, y otra...

¡Hasta que por fin escuchamos la voz del sintetizador que cantaba los dorsales al paso por meta!

Nos quedaba aun más de un kilómetro, pero al sabernos ya cerca apretamos el paso, y al ver por fin el desvío a la derecha hacia meta, donde incluso volvimos a correr, tras más de 10 kilómetros marchando.


¡Meta!
Nos propusimos bajar directamente tras coger las mochilas, pero, quizás por llegar más tarde a meta que el año anterior, estuvimos casi 2 horas en cola, intercambiando impresiones con otros corredores de la prueba, sobre todo del Nerja, con los que coincidimos en cola.

Había tardado cerca de 40 minutos más que el año pasado en cruzar el arco de meta, llegando sobre las 1 de la tarde al Veleta, pero pese a bajar del tirón (tras recoger la "piedra" finisher), llegamos al Hotel oficial pasadas las 4 de la tarde, 3 horas, dos trayectos en autobús y 2 telesillas después de cruzar la meta.

Este año había sufrido más, pasé mucho más frío tanto en la espera del autobús como en el telesilla (y más hambre), pero la experiencia de completar una prueba tan exigente con tan pocas horas de preparación, tirando de veteranía, me ha motivado mucho para volver a los entrenamientos en cuanto tenga un hueco (que en estas fechas suelen ser pocos).

Posiblemente hasta septiembre esta haya sido la última aventura, pero desde luego volveremos con ganas.

¡Hasta la próxima!

Lo mejor

-Lo más, por lo menos desde mi punto de vista, el público, que en coche, en bici y a pie se agolpaba en algunos puntos para darnos aliento, pero en algunos casos recorrían la prueba íntegramente para acompañar a algún corredor, motivando también a quienes pasábamos cerca de ellos.

-El despliegue de voluntarios y de la organización, para cubrir los casi 50 kilómetros de trazado entre el centro de Granada y el Veleta, con tantísimos avituallamientos, ambulancias...

-Las vistas de infarto en varias de las curvas, así como desde la cima del Veleta, que hacen que las más de 6 horas de carrera y sufrimiento valiesen la pena con creces.

A mejorar

-El punto más fuerte ha sido la espera de autobuses para llegar al telesilla, que fue realmente larga; si hay más corredores debería haber más buses, y si por ser Parque Natural ya se había alcanzado el límite quizás se debería establecer un cupo de plazas inferior.

-Este año la animación en la Hoya de la Mora me pareció significativamente inferior a la del año pasado, aunque puede ser provocado por mi mayor tardanza en llegar a ese punto de la prueba.

-Algunos avituallamientos se me antojaron algo escasos, este año sin botellines de Powerade y creo (si mal no recuerdo) que con menos puntos de avituallamiento sólido, aunque puede ser que al ir más despacio tuviese más desgaste y al tardar más en llegar de un punto de avituallamiento a otro llegase más sediento y hambriento.


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