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II Gran Festival del Ultrafondo de España - 48 horas


Esta es una de esas crónicas realmente difíciles de plasmar, ya que tienes que tener en cuenta docenas y docenas de horas donde el paisaje no cambia, siendo complicado narrar fidedignamente todo lo ocurrido sin ser aburrido.

Aun así lo intentaré, resumiendo mucho en cuando a ritmos, anécdotas personales (que hubo a patadas) y quedándome con la esencia y las sensaciones que fui experimentando, quizás lo más útil para el lector; ¡vamos allá!

Era la segunda vez que se organizaban unas 48 horas en España, siendo la primera en la edición del año pasado del Gran Festival del Ultrafondo, donde el ganador había alcanzado 288 kilómetros.


Mi objetivo era muy ambicioso teniendo en cuenta esta referencia y que era mi debut en el formato, pero confiaba en que la motivación de hacerlo para ayudar a las familias de Petales y mi resiliencia me permitiesen alcanzarlo.

La semana previa fue de pocos kilómetros, ya que debía acumular las 40 horas de trabajo de lunes a jueves para llegar la noche antes de la prueba a reconocer el circuito y descansar bien.

Contaría con mi hermana Marina como equipo de apoyo, que me ayudaría a comer, hidratarme y asegurarse de que todo estaba a punto.

Ya demostró su valía cuando, tras una noche de sueño dividida en dos fases al sonar una alarma a las 6 de la mañana (de mi móvil, que es lo peor), me advirtió de que los fideos de soja que tenía para desayunar se habían puesto malos.

Bien no olían, pero la jornada previa a las 24 horas de Can Dragó me intoxiqué por comer arroz con atún de la tarde anterior y aunque no olía tanto es verdad que el regusto era raro...

Así que para curarnos en salud nos dirigimos a un bar cercano para desayunar una tostada de pan con aceite, tomate y sal con un zumo de naranja, cargamos todo en el coche y nos dirigimos a la puerta del polideportivo.

Allí ya estaban muchos compañeros del grupo de Ultrafondo Nacional, algunos de los cuales conocí ese mismo día, como a Yoel Díaz, mi tocayo "Ares Descalzo" o el gran Paco Robles, con quien coincidí el pasado diciembre en la cita catalana.

No tardaron mucho en llegar Manolo y Jesús, los organizadores, y tras echar una mano con el montaje de las vallas en la mitad superior del circuito, saqué el coche del recorrido para aparcarlo en una de las calles aledañas al mismo.

Aparqué entre el coche de Juan Gutiérrez y la caravana de Paco y me adjudiqué el césped de enfrente, donde empezamos a sacar la tienda de campaña, nevera, ropa, mesa de camping, sombrilla y todos los tiestos.

Suite de muchas estrellas para disfrutar del festival del ultrafondo

Provisiones para comer una semana... ¡sin exagerar!
Desde 2015 no usaba el colchón hinchable, así que tras pelearme con el inflador y una toma de corriente de una de las farolas, entré al polideportivo, donde dejé cargando el artilugio; no se podía usar mientras estuviese conectado, de haberlo sabido lo hubiese dejado cargado la noche previa...

Ahí conocí a José Antonio Redondo, que descansaba al fresco del aire acondicionado mientras custodiaba la regleta, y después al resto de compañeros que participaríamos en las 48 horas, durante la recogida de dorsales.

Haciendo malabares para encajar el camping-gas nos dimos cuenta de que no encontrábamos el mechero, pero por suerte, Paco, Joan, Javier y compañía nos dejaron no solo uno, sino dos, y usar su hornilla para calentar agua.

Iba teniendo hambre y aunque quedaba solo una hora para la salida prefería empezar más suave para digerir bien la comida que empezar más fuerte pero condenado a parar para comer poco después.

El plato fue pasta con setas de Knorr, un 10/10 para mi hermana y un servidor por el sabor y la facilidad para comerlo y digerirlo.

¡Que aproveche!
Pocos minutos antes de comenzar la prueba terminé de inflar el colchón y nos acercamos para el Briefing de salida.

Tras las indicaciones de Manolo nos preparamos para la salida
Al final seriamos 17, 15 corredores de 48 horas y 2 de 100 millas
Comenzó la prueba y tardé una vuelta en darme cuenta de que mi estrategia de intentar no pasar de 130 pulsaciones no tenía sentido, ya que superábamos los 30 grados y a nada que troté la primera vuelta estaba ya superando ampliamente las 150 pulsaciones.

Luis de Santiago y José Antonio tomaron rápidamente la cabeza, así que tomé una buena decisión y decidí tratar de estabilizarme en torno a 140 pulsaciones.

Me adelantaron varios corredores, Luis incluso me dobló un par de veces, pero al llegar a las 2 horas, sin variar un ápice el ritmo, comencé a recuperar posiciones.

Primer paso por meta tras las 2 horas
El circuito, de 1643 metros, era una larga avenida con dos giros, uno a cada extremo y varios pasos de peatones evitables si corrías pegado a la línea amarilla.

Al ser muy llano y no tener giros bruscos salvo en los cambios de sentido, que serían cada 3 horas, la posibilidad de hacer marca era muy elevada, pero había una pega... no había nada de sombra y el sol apretaba con fuerza por momentos...

Aquí cometí uno de los primeros errores de la prueba y es que pese a ver como el pulso subía por encima de 150 pulsaciones aun manteniendo el mismo rimo, me mantuve en mis 13 y continué dando vueltas completas sin parar en absoluto; ni si quiera para beber.

Otros corredores con más experiencia, como Paco Robles, alternaban el trote con marcha desde prácticamente el inicio de la prueba, reservando energías para cuando el sol dejase de abrasarnos.

Por alguna razón que ahora me parece absurda, tenía entre ceja y ceja la idea de correr hasta la hora 6 la totalidad del circuito y a partir de ahí, comenzar a caminar en los 2 giros.

Si volviese atrás caminaría los giros desde el mismo inicio, así como para avituallarme, ya que estaba ingiriendo muchos gases al beber sin parar.

En cada vuelta y contravuelta, mi hermana se acercaba corriendo para traerme jugo de aloe natural, agua de coco, agua normal o coca-cola, alternando, me acompañaba mientras bebía y recogía el recipiente cuando acababa.

Estaba ingiriendo más de un litro de líquido por hora y además me cambiaba el buff a cada vuelta; mi hermana lo mojaba en el agua con hielo de la nevera y me lo ponía empapado.

Aun así no duraba más de 10 minutos hasta quedar completamente seco, por lo que comencé a pedirle también agua para echarme por encima en la contravuelta y refrescarme.

Había echado ropa, comida y bebida de sobra, pero había olvidado algo que me hubiese venido fenomenal... mis manguitos blancos del Reto 1000k por el apego, ya que me hubiesen venido de perlas para protegerme del sol y mantener la piel húmeda más tiempo.

Así, bebiendo, corriendo y charlando con unos y otros fueron pasando las vueltas y las horas...

¡Disfrutando!

Corriendo sobre la línea

¡Cambio de sentido!

Junto a Luis Trullenque
Tras tener que parar para ir al baño en 2 vueltas casi consecutivas, me di cuenta de que me estaba inflando; ya me molestaba la tira del pulsómetro en el pecho y tenía las pulsaciones muy altas pese a haber bajado ya bastante el ritmo.

No paraba de refrescarme porque sabía que la sensación perenne de sed que tenía era el cuerpo pidiéndome bajar la temperatura, así que intenté reducir la ingesta de líquidos, pero tras un buen rato comprobé en una micción que el pis era muy oscuro, así que tenía que volver a beber.

Coincidí con Paco en una vuelta y al comentarle que iba hinchado y con gases me confió un truco que aprendió en los 6 días de Privas, beber agua con gas.

No tenía, pero él guardaba varias en la caravana, así que Joan me dejó una y comencé a beber poco a poco.

Normalmente no me gusta nada el agua con gas, pero era efectiva, comencé a eructar varias veces por vuelta, notando como la molestia remitía, aunque sin llegar a desaparecer.

Pasé la hora 7 con 60 kilómetros, pero comenzaba a tener hambre y el ritmo se estaba desplomando a niveles dramáticos, así que le pedí a mi hermana que me calentase caldo de pollo para tomarme la mitad, echarme 50 minutos y acabármelo.

Aun con sonrisa, aunque ya picaban los kilómetros
Esa fue una de las mejores decisiones de la prueba; no sabía como reaccionaría el cuerpo a 48 horas sin dormir y con la experiencia en el reto 202 kms solidarios del año pasado, en la que esos 50' de sueño me devolvieron la vida, decidí repetir.

Le dije a mi hermana que me despertase, pero finalmente me levanté yo solo unos minutos antes, con el cuerpo algo cortado, con hasta frío, algo impensable antes de la caída del sol.

Me senté en la mesa mientras comprobaba que el reloj y el móvil habían estado cargando correctamente con el arsenal de baterías externas que llevaba y mientras mi hermana calentaba el caldo de pollo, completé una vuelta en dirección contraria al trote, ante la sorpresa de mis compañeros.

El último cambio de sentido me había pillado en la tienda de campaña, así que tenía que compensarlo.

Me tropecé un par de veces en los pasos de cebra debido al sueño y eso que no había llegado a desconectar mucho rato, así que tras apurar el caldo decidí ponerme el frontal, ya que no todas las farolas estaban encendidas y había tramos oscuros.

¡Caldo de pollo y agua de coco para revivir a un muerto!
Tras acabarme el caldo y beberme casi un litro de agua de coco di una vuelta caminando a buen ritmo y al paso por el campamento comencé a trotar.

Me encontraba fenomenal y ya había entrado en calor, así que me quité la camiseta y el frontal, me puse los cascos y le pedí a mi hermana que se echase a dormir, ya que la necesitaba descansada para lo que nos quedaba de aventura.

Mi posición al "volver al ruedo"
Entre en "la zona" y me puse a correr a ritmos cercanos a 6 minutos el kilómetro, olvidándome de andar en los giros durante un par de vueltas incluso.

Pasé al kilómetro 100 en 13:28 y como empezó a entrarme un poco de hambre y no quería despertar a mi hermana, me puse a rebuscar por el campamento donde estaban los botes de pasta.

Tras un minuto buscando encontré el último de setas, que dejé en la mesa del camping; no quería dejar el camping-gas puesto y seguir corriendo, pero me encontraba fenomenal y tampoco quería desaprovechar el momento.

Decidí completar la vuelta y preguntarle a Jesús, de la organización, si me podía hervir un poco de agua, ya que hacía rato que habían hecho la cena.

Me contestó afirmativamente, así que empleé una vuelta en llevarle el bote, la siguiente cogí la cuchara y a la tercera lo recogí y me lo fui comiendo poco a poco.

La pasta me supo a gloria, pero me dio sed, así que apuré el agua de coco y saqué otra de la nevera para continuar bebiendo, ya que iba a ritmos muy competitivos y había perdido mucho líquido que tenía que reponer.

Al volver a trotar me noté un poco cargado, así que decidí tomarme un enantyum y continuar, pero al contrario que me pasa con el ibuprofeno, que esta vez no traje (llevé un botiquín enorme, pero no me quedaba ibuprofeno), no noté alivio ni tras una, dos ni tres vueltas.

Era un comprimido pequeño y nunca lo había tomado, pero me lo habían recomendado como mejor combatiente de la mialgia que el ibuprofeno.

Sin pensar mucho en ello, seguí sumando vueltas y kilómetros, con la mente puesta en mil batallas y animado por la banda sonora de la lista de Spotify que había ampliado para la ocasión con las recomendaciones de varios seguidores de Facebook.

En una rápida parada para ir al baño me di cuenta de que la deposición era muy oscura y tenía muy mal olor, algo que me pasó por primera vez en las 24 horas de Can Dragó, pero achaqué a la gastroenteritis.

No había investigado sobre ello y al googlearlo vi que las heces negras y malolientes son un síntoma de sangrado abdominal o intestinal y en el prospecto del Enantyum uno de los posibles efectos adversos era la diarrea y daño estomacal...

Sumé uno más uno y decidí que sería el último que tomase en lo que quedaba de prueba, bastante bien estaba yendo al baño con lo delicado que soy del estómago como para jugármela así.

Continué sumando y por momentos solo éramos 6 personas en el circuito, de las cuales tan solo yo y José Antonio trotábamos, aunque entraban y salían corredores al circuito cada pocas vueltas.

Clasificación tras 16:38
Antonio, el informático, se ausentó unas horas, pero me daba que ya estaría en segunda o primera posición, ya que aunque algunos corredores se habían cambiado y en la oscuridad me costaba reconocerlos, no tardaba muchas vueltas en ir desdoblándome de quienes me aventajaban.

¡Disfrutando de nuevo!
Continué corriendo totalmente entregado, disfrutando de cada zancada y de la sensación, por primera vez en mi vida, de ir primero en una carrera.

No compito para ganar a otros, sino para tratar de mejorar mis marcas y en esta ocasión con la motivación extra del fin solidario, pero he de reconocer que la sensación de ir en cabeza y por momentos, sin competencia aparente, me hizo dejarme llevar.

Fue otro de los grandes errores que cometí, debí haber mantenido la cabeza fría y bajar el ritmo, sobre todo cuando, al amanecer, la temperatura volvió a subir constantemente.

Pasé el kilómetro 150 en 20:30 y ya casi daba por hecho que pasaría los 200 mejorando mi mejor registro de 30 horas, pero de repente comencé a encontrarme vacío.

Pese a que no había parado de beber caldo en toda la noche y había ido picando barritas de almendras con chocolate, picos de membrillo y otras "chucherías" para ir rellenando los depósitos, ya necesitaba una comida consistente.

Mi hermana se despertó y le pedí que me preparase una crema de boletus para rellenar el estómago antes del desayuno y mientras ella se duchaba e iba a comprar estuve dando vueltas caminando, a ritmos cercanos a 10:30 minutos el kilómetro.

Ahora la película se repetía pero a la inversa, casi todos los corredores estaban en el circuito y yo era de los únicos que no trotaba en absoluto, aunque no me preocupaba.

Estaba preparado para los bajones y era cuestión de aguantar hasta mejorar, cosa que esperaba hacer después del desayuno.

Mientras mi hermana me masajeaba las piernas me tomé una barra de pan con aceite, tomate y ajo que me dio la vida.

Me dijo que estaba muy muy tenso y al comentarle que tenía ya bastante dolor muscular me dijo que ella tenía ibuprofeno.

Al final resultó ser paracetamol, que tampoco había probado nunca en carrera; hacía ya unas 8 horas que me había tomado el Enantyum y no creí que me fuese a hacer daño, pero me equivoqué.

Tras un par de vueltas a medio trote le pedí a mi hermana que me acercase el papel de combate, pero tuve que llamarla para que cruzase directamente mientras me metía en un descampado; ¡no podía aguantar un metro más!

El resultado fue aliviador en cuanto a pesadez de estómago, pero muy preocupante en cuanto al resultado... un hedor putrefacto y una deposición casi líquida con bastante sangre.

Chicos, nunca mezcléis AINEs y menos aun si os planteáis correr 48 horas seguidas...

No me encontraba físicamente mal, así que decidí trotar un poco hasta pasar el ecuador de la carrera y ahí decidí parar de nuevo.

Clasificación en el ecuador de la prueba
Fue una buena decisión, ya que volvía a tener hambre y me notaba falto de fuerzas.

Si la pasta con setas fue un 10/10, el arroz con pollo del Decathlon fue una decepción, 1/10... estaba muy caldoso, el sabor era horrible y además me sentó como una patada en el estómago.

Me acabé los noodles con pollo de mi hermana (6/10) y como volví a hacer una deposición muy oscura, decidí echarme otros 50 minutos, para ver si se me asentaba el estómago y digería un poco la comida.

No me había quitado las sandalias en todo lo que llevábamos de prueba, en parte porque había dado con el ajuste ideal y no notaba nada de molestias, pero tras esta segunda cabezada cometí el error que me costaría la prueba...

Al volver a caminar noté que la tira del talón se me clavaba en la carne al habérseme hinchado los pies un poco, pero en lugar de cambiar de sandalias o pasar a uno de los dos pares de zapatillas que llevaba, no se por qué, decidí ponerme tiritas anchas en el talón.

La molestia cesó, pero no caí en que al ponerme la tirita sin tirar más de la correa, el exceso de presión por la hinchazón se había aumentado aun más, pasando ahora al cordón central, que pasa entre el pulgar y el índice.

Pensaba que habría perdido el liderato tras esta segunda pausa, lo cual no me preocupaba (aunque me hacía ilusión por lo inesperado), pero me sorprendió ver que seguía en cabeza.

Pude poner ritmos cercanos a 7 minutos el kilómetro durante varias horas, reduciendo poco a poco conforme se incrementaba el calor y haciendo lo que tendría que haber hecho desde el principio, caminando por tramos.

Caminaba al pasar por el campamento, para cambiarme el buff y beber, en ambos giros y en el paso por meta, para beber también.

El termómetro del reloj llegó a marcar 38 grados y llegó el suplicio... al menos en este segundo tramo de día, por momentos, soplaba el viento, lo que ayudaba a que en el tramo a favor la sensación térmica fuese más llevadera.

Resolví caminar en el tramo a favor para refrescarme y en el tramo en contra trotar, para salir de él cuanto antes y charlando con los amigos de las 24 horas se fue haciendo más llevadera la jornada.

Así llegué a las 30 horas de carrera, con bastante molestia a la hora de trotar, por lo que decidí parar para limpiarme los pies y cambiarme las zapatillas.

Manteniendo la posición... por el momento...
Coincidí con Berbén al volver al ruedo y dimos juntos un par de vueltas caminando; notaba como si flotase, el cambio de calzado fue un alivio... o eso pensaba.

Tras dos vueltas caminando mi compañero echó a trotar y traté de seguirle, pero pese a encontrarme relativamente bien de piernas, no era capaz de trotar.

Me dolían mucho los dedos al apoyar, sobre todo el índice del pie derecho y paré incluso para ver si se me había metido algo en el calcetín, pero me encontré una señora dureza bajo el dedo y me di cuenta de que los pies se estaban hinchando más y más por momentos.

Después de algunas vueltas caminando, cada vez con más molestias, decidí echarme el periodo más largo hasta el momento, 2 horas, que era el tiempo que faltaba para que se ocultase el sol.

Puse los pies sobre la nevera, con la idea de que al dormir en alto favoreciese el retorno sanguíneo, pero debí de moverme porque me levanté totalmente contracturado, con los pies aun peor y el cuerpo cortado.

Salí con bastante frío y me di cuenta de que el viento apretaba, así que por primera vez en lo que iba de carrera, me cambié las calzonas por una malla larga.

Había cambiado de camiseta en el segundo día y de calzoncillos 3 veces para evitar rozaduras, pero ahora temblaba del frió y me tuve que poner manga larga arriba y abajo y cortavientos.

Los pies estaban mas hinchados aun, así que traté de rebajar la hinchazón con baños de hielo, metiendo los pies en el agua con hielo de la nevera (tras sacar todo lo importante y el hielo nuevo).

El dolor los primeros 6-7 segundos era cegador, aunque tras unos 15 se anestesiaban los pies; Berbén me aconsejó no pasarme para que no se reblandeciesen los pies y me propiciase la aparición de ampollas, así que tras varios minutos alternando los pies, decidí volver a calzarme.

Me entraron hasta con más dificultad las zapatillas y comenzaba a desesperarme, así que me di unas cuantas vueltas para ponerme al día con los compañeros de los 101 y las redes sociales, mientras se preparaban los compañeros de las 12 horas para salir.

Me dio mucha alegría ver a Bárbara y a Iván Penalba, con quien no había coincidido aun en persona.

Iban a pillar un tiempo estupendo, si el viento amainaba un poco estaba seguro de que veríamos registros astronómicos.

Hablé con Alejandro Castillo, un amigo podólogo con quien coincidí en el Máster de Actividad Física y Deporte y al explicarle el problema me dijo que intentase hacer una plantilla con fieltro para evitar la presión en la zona dolorida.

Como Manolo tiene recursos para todo, improvisamos un apaño, pero ni por esas, el dolor era ya insoportabñe y viendo que no podía ni caminar tenía que tomar una decisión.

Me acordé de los pies de Tenllado en el reto de los 1.000 kilómetros y en como aguantó el dolor estoicamente, pero tras varias vueltas sufriendo me cené un caldo de verduras y decidí que  tras un par de vueltas más, dormiría 4 horas.

Si al levantarme la hinchazón o el dolor remitían, podría acabar trotando al menos, si no, no tenía sentido continuar.

Continuaba siendo primero por una vuelta, pero estaba muy desmotivado, ya que sabía que se me habían escapado los 300 kilómetros.

Coincidí con Antonio, que venía dándome caza a buen ritmo y dimos una vuelta juntos mientras el viento arreciaba; me comentó que venía de Coslada y el frío le sentaba fatal, pero le veía fuerte.

Por momentos, él y Paco eran los únicos compañeros de las 48 horas que tenían aún fuerzas y cuerpo para trotar durante parte o la totalidad de las vueltas y si el segundo acababa de ir a la caravana y el primero se iba a echar también, era absurdo que yo siguiese dando vueltas como un zombi.

Entré en la tienda y me tuve que desnudar casi por completo porque rompí a sudar de repente, aunque pocos minutos después me quedé congelado y tuve que cambiar de muda entre tiritones.

Comencé a dar vueltas y tras 4 horas de mucho movimiento y poco sueño probé a incorporarme; el dolor en los pies, sobre todo el derecho, retornaba con el pulso, no necesitaba ya ni andar para que doliese.

Aun así probé a dar dos vueltas para ver si al entrar en calor el dolor menguaba un poco, pero no fue el caso, así que con bastante pena por no haber podido finalizar sobre mis pies la prueba, volví a la tienda.

Me eché de nuevo un par de horas para esperar al amanecer, con la esperanza de que al despertar hubiese mejorado una pizca al menos, pero no fue así, así que paré el crono y di por finalizada mi carrera entregando a Manolo el chip.

Mi hermana y yo quedamos en cambiarnos, desayunar e ir recogiendo poco a poco el campamento, mientas nos despedíamos de los corredores que continuaban en el circuito, como Ricardo, Berbén, Mario, Paco y Yoel, entre otros, así como de los corredores como Javier, que habían comenzado hacía poquito las 6 horas.

Así acabaron mis pies...
Mientras Manolo sumaba con la rueda calibrada los metros de la última vuelta de Iván, que había superado su propia distancia en el formato de 12 horas, nos despedimos de Jesús y después, del propio Manolo.

No acabé las 48 horas en pie, como me hubiese gustado, aunque fuese andando, pero me llevo cantidad de momentos increíbles y una experiencia vital y deportiva que no tiene precio.

Muchas gracias a Manolo y Jesús por el pedazo de evento que han organizado, estoy deseando repetir en el formato de 48 horas con todo lo aprendido en este debut, que no ha sido poco.

Placa "finisher"
Guardo con cariño cada medalla, cada trofeo en estos más de 11 años corriendo, pero siento que esa placa le pertenece a mi hermana.

Ha pasado más de 2 días desvelada, cuidando como detalle y totalmente entregada; yo hubiese sido finisher si hubiese acabado las 48 horas en movimiento, que era mi misión.

Pero su misión era apoyarme y ayudarme hasta el final, como hizo, por lo que me da mucho orgullo que sea ella quien la guarde; espero que sea la primera de muchas más 48 horas juntos.

He hablado con Javier, de Petales y vamos a mantener el reto activo hasta el año que viene y con más tiempo trataremos de preparar una carpa y darle más difusión.

Ahora me doy más cuenta aún de lo duro que va a ser alcanzar esos 300 kilómetros en 48 horas, pero creo que la causa lo merece y que con entrenamiento y planificación, llegarán.

Top 10 final de esta edición
Como sugerencias para la organización, a la que pocas cosas más se le pueden pedir, creo que una fecha primaveral u otoñal sería más propicia, ya que el calor nos perjudicó muchísimo, así como quizás un circuito más corto para las 48 horas.

Si se hubiese quedado en 800 metros, se hace más ameno el dar vueltas al tener controlado a todo el mundo (al menos desde mi punto de vista), en un circuito tan largo y sobre todo de noche, parece que corres solo y se hace bastante duro.

Y ya si nos ponemos exquisitos, una manguera perforada colgada del arco de meta para refrescarnos cuando completemos cada vuelta sería un lujazo si la temperatura supera los 30 grados.

Como nota personal para el futuro, cuando repita en el formato no puedo olvidarme llevar difusor de agua con ventilador, un barreño y la típica luz de camping que deja fritos a los mosquitos, que nos dieron mucha guerra por las noches.

Me despido con algunos datos del GPS, no sin antes agradeceros a todos vuestros ánimos, preocupación y apoyos, ¡sois enormes!

Y colorín colorado...
...Las 48h se han acabado!

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