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XXXVII Subida Internacional Granada Pico Veleta


Cinco años hacía desde mi última subida al Veleta, en la que paré el crono en 6 horas y 6 minutos, 36 minutos más lento que el año anterior, donde registré 5:29:33 en el paso por meta.

Para este año tenía un objetivo claro, que era bajar de las 5 horas, pero además me estoy encontrando en mi mejor momento de forma desde que tengo registros y trataría de acercarme cuanto más mejor a la marca de 4:30, aunque eso sería secundario.

Bicheando los entrenamientos de varios compañeros por Strava, me enteré de que Óscar, de los Bichos Runners, acudiría también a la cita y pudimos cuadrar un buen entrenamiento de cuestas subiendo al repetidor desde el parque acuático de Mijas y quedamos en compartir habitación y transporte para la prueba.

Así, lo recogí el sábado por la tarde en la Caja Blanca de Málaga y pusimos rumbo al hotel de la organización, el Maciá de la Alhambra, donde decidimos aparcar tras dar varias vueltas a las manzanas cercanas.

Recogimos su dorsal y el de otros compañeros y nos llevamos una sorpresa al tener a Janine justo en la habitación de al lado; si podía seguirla en carrera tendría una liebre más que fiable, ya que ha ganado en cuatro ocasiones la prueba y siempre baja de las 5 horas.

Ya sin mucho que hacer hasta la hora de dormir decidimos darnos un paseo hasta la zona de la salida y buscar algún sitio para cenar y tras varias vueltas, nos encontramos con Teresa, del Rincón fertilidad Vélez, Bernardo, Manolo Aguilar y después Antonio y su mujer, con quienes cenamos en el Pomodoro.

Tras una pizza y un buen plato de pasta nos despedimos de ellos y nos dirigimos hacia el hotel, no sin antes pasar por un Supercor para que Óscar comprase algunas cosas para el desayuno (yo llevaba una nevera con comida y bebida de sobra), ya que el desayuno del hotel sería a las 5:30 y había media hora caminando hasta la salida.

Preparamos las cosas, nos acostamos y tras unas seis horitas aproximadas de sueño nos despertamos.

Yo desayuné un tupper de arroz blanco con aceite y sal, un plátano y un botellín de coca-cola sin gas y Óscar un café frío, un bizcochito de chocolate y un plátano.

Tras pasar por el baño, preparar la mochila para el guardarropa y las cosas para la carrera dejamos las cosas que no nos llevaríamos en la furgoneta, entregamos la llave de la habitación y nos dirigimos a la salida.

Correría con las Skechers Go Run Speed Elite Hyper, equipación del Burjassot y buff de Fuengirola, mi clásica mochila Quechua con un bidón de 500 ml de agua con dos sobres de DrinkMix 160 de Maurten y un bidón de coca-cola sin gas y 6 comprimidos de sales Aptonia.

Aparte llevaría un cinturón con 4 geles y 4 barritas Aptonia, sobrantes del avituallamiento de la Backyard de Los Montesinos.

Llegamos con un buen margen a la zona de salida y ya había cola en el guardarropa, pero por suerte avanzaba rápido, así que tras sacar el descargo de responsabilidad Covid la entregamos y busqué un lugar apartado para hacer un pis rápido antes de volver a la zona de salida.

Llegué justo cuando nos fueron llamando al corralito de salida y pude coger una buena posición.

Estuve charlando con varios corredores y los minutos previos a la salida se me pasaron rápidamente.

En primer lugar saldrían los pros, a quienes llamaron por megafonía (entre otros, a Eduardo, el presidente de Els Sitges, que no pudo acudir porque le llamaron para llevar a la selección valenciana al autonómico de trail, que por cierto, obtuvo el bronce).

Hubiese sido un lujo poder compartir la prueba con él, pero tendré que esperar a otra edición.

Tras la salida de los atletas de mayor nivel nos fuimos colocando los demás, en filas de 4 corredores que saldríamos cada 10 segundos; creo que la mía fue la quinta o sexta fila.

Con el GPS preparado salí a buen ritmo y no tardé en alcanzar a algunos corredores de la tanda previa, antes de abandonar el Paseo de la Bomba, al que este año no daríamos la vuelta.

Salí rápido pero cómodo, pasando el primer kilómetro a 4:22, algo preocupado al ver que el pulso rondaba 160 pulsaciones (normalmente a ese ritmo suelo tener 140), pero las sensaciones eran buenas y poco a poco fue descendiendo.

Iba concentrado en la zancada, disfrutando de la brisa matutina, cuando un corredor que me alcanzo desde detrás me sacó del Zen para preguntarme si quedaba mucho de subida.

Es el típico chascarrillo que me encanta, así que nos pusimos a hablar y me cayó bien en seguida, por lo que, como además llevábamos el mismo ritmo, los primeros kilómetros pasaron volando.

Me comentó que este año bajaría de 4 horas pese a no hacer más de 40-60 kilómetros por semana y aunque me sonó extraño, cuando me lo justificó explicando que el resto de entrenamientos lo hace en bicicleta y el año anterior ya había hecho 4 horas 7 minutos, así que desde luego, sabía lo que se traía entre manos.

Se llamaba Andrés y no competía desde antes del Covid, su última carrera fue la copa madrileña de trail, que ganó y hasta esa misma mañana no se había puesto un dorsal.

Adelantamos a varios corredores antes de llegar a Cenes, entre ellos a Janine y me sorprendió ver que pese a rondar un ritmo de 4:20 minutos el kilómetro iba charlando y con el pulso estabilizado a 150.

Tenía claro que no iba a aguantar el ritmo de Andrés y que el objetivo era bajar de 5 horas, así que no iba a arriesgar la prueba por intentar bajar de 4:30 porque lo más probable era que petase de forma contundente, así que una vez dejamos atrás Pinos Genil dejé que poco a poco fuese ganando terreno y me adapté a la pendiente para subir a un ritmo constante pero cómodo.

Iba bebiendo y comiendo como había entrenado, alternando el Maurten con Coca-Cola cada 10 minutos y metiendo un gel a la hora (por el momento solo había tomado uno) y una pastilla de sales a las horas en punto, pero llevaba el estómago algo pesado y bastantes gases, lo que me empezaba a preocupar.

Desde el viernes a medio día solo había comido pasta y arroz, a excepción de la cena del viernes que fue pizza y las deposiciones habían sido buenas, pero en ese momento sabía que algo pasaba y en cuanto encontré un hueco a la derecha de la mediana, me metí para aliviar el estómago, justo a tiempo.

Me adelantaron varios corredores en el minuto y medio que estuve obrando, entre ellos uno de los Los Chakales que me preguntó si estaba bien y desde luego, al volver a la carretera, me encontraba mucho mejor.

Seguía con algo de gases, pero al menos los calambres habían cesado por completo y me sentía revitalizado, así que fui poco a poco comiéndole terreno a los corredores que tenía al alcance de la vista y no tardé mucho en divisar de nuevo al muchacho de Los Chakales, aunque me tomaría muchos kilómetros ponerme a su altura.

Estaba sorprendido por algunos corredores que llegaban esporádicamente como balas desde detrás y me dejaban con una facilidad inusitada, pero al menos no era el único, ya que los corredores que llevaba por delante se giraban también sorprendidos al escuchar las zancadas y poco podían hacer para no quedarse atrás.

No hice uso de ningún avituallamiento hasta llegar al Dornajo, donde me sorprendió ver a Mariano, de Dorsalchip, pero ahí vi al corredor de Los Chakales siendo duchado por un voluntario y pedí lo mismo, ya que cada vez teníamos más tramos de sol y la temperatura iba en aumento.

Aun así por el momento no podía quejarme en absoluto de la temperatura y apenas soplaba viento, el día estaba siendo espectacular.

El agua fría empapandome la cabeza y cayendo por la espalda me vino fenomenal y con renovadas energías salí a por el corredor de Los Chakales, al que alcancé tras un par de zetas, mientras un ciclista le avituallaba.

Compartimos un rato juntos pero en el siguiente avituallamiento nos separamos, ya que me adelanté un poco para pedir un botellín para enjuagarme la boca y echarme el resto por encima y salí justo cuando él entraba.

Aun tenía ambos bidones por la mitad y me quedaban 3 barritas y dos geles así que no tenía necesidad de entretenerme más.

Sabía que venía cerca porque al subir por las zetas de la carretera lo veía en los giros, junto a otros corredores que llegaban con energía desde detrás.

Por delante tenía también varias referencias y me sorprendió divisar a Andrés, que en un tramo bastante empinado iba caminando.

No tardé mucho en alcanzarle y le pregunté qué le pasaba; por lo visto tenía un problema de espolones y le estaban matando, así que tras desearle mucho ánimo retomé el trote, con el Veleta ya a la vista pero aun a kilómetros de distancia.

Llegué al kilómetro 30 en dos horas cuarenta minutos y solo tenía un pensamiento en mente "este año tengo que seguir corriendo tras superar la barrera de la Hoya de la Mora"...

Iba atento para beber y comer cuando tocaba y aun no había fallado, los gases habían cesado y las molestias estomacales no habían vuelto a aparecer, no sabía qué habría fallado pero tampoco pensaba en ello, ya que me encontraba bien.

Salvo el primer envoltorio de gel, que eché en un contenedor, el resto los había ido guardando en la mochila junto a los de las barritas y al intentar meter el último, tuve que apretarlos bastante porque no cabían, así que aproveché el avituallamiento del kilómetro 33,5 para dejarlos todos.

Un niño me entregó un botellín de agua, le di los papeles y me sorprendió que alguien le dijo "¿ves?, a este hombre le gusta la montaña, ya que guarda la basura y no la tira en ella".

Me bebí medio botellín de agua en un par de buches, ya que mis reservas de líquido iban bajando y ahora que me esperaba un buen tramo expuesto al sol no quería quedarme sin nada y el resto me lo eché por encima, agradeciendo a los voluntarios su avituallamiento antes de irme.

El tramo hasta la Hoya de la Mora se me hizo bastante largo, me adelantó un corredor de rojo y acento que no identificaba y en principio pensé en pegarme a él, pero aun quedaban muchos kilómetros y me quedé descolgado viendo como se alejaba.

Era el único corredor a la vista por delante y el paisaje parecía no avanzar por más que corriese, pero al menos, estaba haciendo eso, correr, por lo que me fui convenciendo de que mientras pusiese un pie delante de otro de forma rítmica, lo estaba haciendo bien.

En el tramo previo a la Hoya de la Mora escuché muchas voces familiares, aunque no las identificaba, que me animaban a seguir así y afrontar el último tirón.

Estaba ya en la barrera de la Hora de la Mora, llevaba 3 horas y 20 de carrera y por el momento tenía fuerzas para seguir trotando, aunque el viento, que iba ganando fuerza, me preocupaba.

Corriendo hacia la derecha prácticamente me frenaba y aunque es verdad que al girar a la izquierda me ayudaba bastante, si a esa altura ya era fuerte no quería imaginarme como soplaría más arriba.

Al levantar la cabeza me sorprendió ver a varias personasen las zetas superiores y aunque algunos eran claramente senderistas, otros tenían pinta de corredores y alguno iba hasta andando.

Me animé bastante y los fui tomando como referencia a cada giro, recortando poco a poco la distancia con ellos y sorprendido al ver en las zetas inferiores corredores subiendo a un ritmo impensable para mi, algunos de los cuales me dejaron atrás antes de alcanzar yo a los que tenía por encima.

Conforme fui ganando altura decidí caminar a buen ritmo cuando el viento arreciase y aprovechar cuando amainase o lo tuviese a favor para trotar, siendo el trote la forma de desplazamiento predominante hasta llegar al último remonte, en el kilómetro 44.

En ese momento, en un tramo de viento en contra, comencé a caminar y me tuve que parar un momento en seco, ya que empezó a nublárseme la vista y perdí un poco el equilibrio.

Me encontraba mareado de repente y aunque no estaba sorprendido porque la altura nunca me ha sentado bien (en subidas anteriores recordaba la cabeza embotada, las manos hinchadas y presión en la frente), si lo estaba por lo repentino de los síntomas.

Estaba bastante torpe y avanzaba a trompicones, tropezando cada pocos pasos, pero sabía que ya quedaba poco, así que si había que hacer los últimos kilómetros andando, no sería la primera vez.

Decidí acabarme el Maurten y la coca-cola y comerme una barrita por si además de la altura, lo que me estaba afectando era una hipoglucemia del esfuerzo, así que, masticando con dificultad y concentrado para avanzar en línea recta, continué avanzando.

El corredor de rojo me alcanzó de nuevo y traté de seguirle pero aunque las piernas tenían fuerzas y el pulso iba contenido, en el momento en el que pasaba de caminar a trotar el mareo aumentaba.

Aproveché el último avituallamiento para beber bastante y refrescarme y avanzando con cuidado de no tropezar me coloqué en el lateral izquierdo del camino,concentrado en caminar lo más rápidamente posible.

En los tramos en los que el firme estaba mejor incluso probaba a trotar algunos metros, deseoso por alcanzar ya la meta y cuando por fin la vi intenté esprintar, pero creo que desde fuera se vería más bien como caminar rápido más que correr.

Paré el crono en 4:37:39 unos segundos después de cruzar la meta y lo primero que hice fue sentarme un momento en una piedra ancha para recuperarme y acercarme al avituallamiento a por isotónico, agua y sandía con la que reponer fuerzas.

Avisé a mis familiares y amigos de que estaba ya en la meta y estaban bastante sorprendidos, ya que contaban con un tiempo más cercano a las 5 horas que a las 4 y media y aunque yo también, en ese momento no era muy consciente de ello.

Ya más centrado, reconocí a algunos de los corredores que me habían adelantado en las zetas finales y me acerqué a saludarles y felicitarles por el resultado y me dijeron que lo mío si que tenía mérito, ya que ellos eran de relevos.

Ni si quiera recordaba esa modalidad, pero en ese momento anunciaron por megafonía la llegada de Janine Lima, que ganaba por quinta vez consecutiva la carrera y me acerqué a felicitarla antes de retirar mi mochila del guardarropa.

Recordándolo desde la distancia es verdad que había poca gente de corto en meta, pero me imaginé que algunos a lo mejor ya se había cambiado, así que tras pedir un último trozo de sandía, puse poco a poco rumbo a la lanzadera.

Me encontré mucha gente en esas últimas zetas, con caras conocidas, como la de Akash, que esperaba mucho más adelante, pero suponía que habría salido en una oleada más tardía.

Iba aun un poco confuso y con la cabeza embotada, pero las piernas respondían bien y en pocos minutos llegué a la lanzadera, en la que me senté y fui respondiendo mensajes.


Me cambié la camiseta de aros por la de manga larga de la prueba y poco a poco fueron llegando otros compañeros, que comentaban que la organización había metido la pata al celebrar la victoria de Janine, ya que fue la primera corredora en cruzar la meta pero otra corredora que había salido desde más atrás había hecho el recorrido en menor tiempo.

Es lo malo de las salidas por oleadas, las referencias en carrera no son válidas si los corredores que llevas alrededor no son de tu oleada, ya que puedes entrar a meta con dos atletas y que tengáis varios minutos de diferencia.

Se lo comenté a Mayte y me dijo que qué hacía en la lanzadera, que con el tiempo que había hecho seguro que había hecho podio en mi categoría, pero con la de corredores que habíamos lo veía absurdo y aunque me encontraba mucho mejor, no entraba en mis planes volver a la meta de nuevo.

Además, imaginaba que la entrega de trofeos sería en Pradollano, como en otros años, ya que podría pasar que un corredor de la última oleada hiciese el mejor tiempo y que para cuando llegase a meta ya se hubiesen entregado todos los premios.

Con dos huecos libres en la furgoneta nos pusimos en marcha y recogimos a un corredor y a su acompañante unos metros más abajo, así que, ya completos, fuimos bajando al remonte.

Le escribí a Óscar que iba bajando y afronté un año más mi parte menos favorita de la prueba, el remonte, aunque por suerte este año el viento no soplaba tanto como otras veces y la bajada se me hizo llevadera al ir charlando con un corredor de Málaga.

Luego en el telesilla compartí cabina con Víctor Doblas, de San Pedro, amigo de Perico, con quien he compartido varios ultras y aventuras y con Pepillo de Guadix, con quienes almorcé en La Visera mientras esperaba noticias de Óscar.

Casi al mismo tiempo mi madre me mandó una clasificación provisional en la que aparecía como décimo absoluto y segundo senior y me llamó Óscar, que me dijo que ya estaba en meta y estaban llamándome al podio.

Le pedí que lo recogiese ya que era algo que no entraba ni en la mejor de las previsiones y Pepillo me pidió que buscase su resultado.

No lo encontraba por ningún lado, así que se lo pedí a mi madre y resulta que él había sido tercero sénior, por lo que fue tirando de contactos para que se lo recogiesen también.

Justo cuando nos trajeron los entrantes Óscar me escribió que venía por el telesilla y como le había mandado foto de la carta, le pedí su menú.

Me acerqué a recogerlo del telesilla y poco después me sorprendió un grupo de Bichos Runners que habían pasado el fin de semana en la sierra y se habían acercado a saludar.

Terminamos de comer y nos dirigimos al bus, ya que ni Pepillo ni yo habíamos sacado los billetes.

Pensábamos que el primer bus saldría a las 4 y al parecer hubo uno a las 3, pero al menos tendríamos plaza, que era lo importante.

Además, tuvimos una sorpresa final y es que el bus nos dejó en la puerta del hotel, por lo que nos ahorramos media hora de paseo cargando con las cosas para recoger la furgo.

Ya solo quedaba lo más fácil, un par de horitas de furgo para dejar a Óscar en Málaga y volver a Fuengirola, poniendo el broche a una gran aventura en la que estoy gratamente sorprendido por el resultado y lo mejor de todo es que creo que tengo margen de mejora para futuras ediciones.

Las claves sin duda pasan por entrenar en altura unas semanas antes de la prueba y meter más desnivel, las 4 horas son palabras mayores y de momento no entran en mis planes, pero creo que el sub 4:30 si que es posible ;)


PD: en la clasificación final aparezco como decimoquinto absoluto (aunque mantengo el segundo puesto senior), lo en una prueba de este calibre, es todo un orgullo.

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