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III Carrera Nocturna Alhaurín a la luz de la luna


Este año el regalo del día de la madre iba a ser diferente, ya que habíamos hablado mi hermana y yo para regalarles a medias a mis padres la inscripción a su primera carrera nocturna y el frontal.

Además, sabía por compañeros que la habían corrido ya que tenía tramos por carriles, por lo que sería también la primera experiencia de mi madre con el monte en carrera.

Acompañados por Silvia y Olga y tras devorar una pizza nada más salir del trabajo ascendimos a Alhaurín el Grande vía Mijas Pueblo, donde correría en competición por vez primera.

Allí nos encontramos con Salva padre e hijo y otros compañeros del TAC, Miguel Ángel a quien estuve ayudando con el ajuste de sus Nunche 3 y con Paco Contreras, padre e hijo.

De izquierda a derecha y arriba a abajo, servidor, mi madre, Silvia, mi padre y Olga

Todo eran risas... hasta conocer el circuito jeje

Con Paco Contreras "Súper Paco" y Paco Contreras "Eltziar", cada cual más grande
Conforme se fue poniendo el sol se iba acercando la salida, en la que me coloqué en segunda línea bajo el arco.

Tenía a Salva, que ya había corrido el año anterior y había sido campeón promesa a un lado; si teníamos un ritmo similar la haríamos juntos.

A izquierda y por delante estaban los máquinas, entre los que me sorprendió ver a Bodo, ya que no sabía que estaba viviendo en Alhaurín; me dijo Salva que había sido el ganador del año pasado, así que intentaría pegarme a él en la salida.

La salida fue frenética, el grupo de cabeza literalmente me arrastró en los primeros giros a izquierda y derecha y eso que estaba rodando a 3:15 en los primeros metros.

Bajé un poco el ritmo en cuando se abrió la carretera para recuperar el aliento, buscar referencias en carrera y replantearme la estrategia, ya que no solo tenía a Bodo fuera del alcance de las piernas ya (y casi de la vista) sino que además, Salva también iba varios metros por delante.

Decidí que iría progresivamente avanzando a un ritmo exigente pero cómodo, lo alcancé y comenzamos a recuperar posiciones juntos.

Al llegar al primer carril se me metieron varios guijarros en el huarache derecho, lo que me impidió avanzar con comodidad unos metros, hasta que pude sacarlos a base de darme con el borde de la sandalia en la pierna izquierda al correr.

Salva, que se había quedado unos metros atrás, estaba de nuevo un metro por delante, así que aprovechando la vuelta al asfalto, volvimos a apretar el ritmo.

La temperatura era perfecta para correr, pero en los primeros kilómetros no me encontraba cómodo, sabía que podía correr más aun pero no terminaba de avanzar con confianza.

He corrido mucho desde la operación de los ojos el noviembre pasado, pero esta era la primera carrera y no sabía si era por falta de costumbre o porque el frontal tenía las pilas a media carga pero no terminaba de ver bien en las zonas con guijarros sueltos y más de uno lo pisé sin esperármelo.

Por alguna razón en cuanto comenzó la subida del 10% noté como comenzaba a enfocar mucho mejor y ahora si, con renovada confianza, subí a buen ritmo persiguiendo las luces titilantes que iluminaban el camino frente a mi.

Ahora si estaba disfrutando, podía anticiparme a las piedras, alargar la zancada y subir a muy buen ritmo, aunque iba guardando porque sabía que ya mismo llegaríamos a la zona de toboganes.

Llegando al final de la cuesta de 2 kilómetros distinguí la camiseta de Jesús, del Álora.

Hemos coincidido muchas veces, tanto en la propia media de Álora como en la Subida al Veleta, la Carrera Urbana de El Corte Inglés y algunos CxM, así que me pareció muy buena idea pegarme a él.

Con la luz de nuestros frontales combinados se veía a la perfección... correr era una delicia.

Va a sonar muy raro, pero al cerrar los ojos y coger aire entre zancada y zancada me vino a la mente la VI 24 Horas Solidarias La Breña Xtreme, el olor a pino, el tacto de la arenilla del carril entre los huaraches, el corazón palpitando con fuerza en el pecho, la brisa nocturna...

Fue como un viaje al pasado en una milésima de segundo y noté como si hubiese algo dentro de mí que me llamaba a correr con fuerza, como si mi cuerpo fuese una montura y mi alma el jinete.

Veía algunas secciones del camino plagadas de piedras y pensaba "madre mía, si estuviese corriendo por aquí me pegaba un talegazo seguro..." y sin embargo ahí estaba, avanzando liviano, con fuerza y notando que aun tenía mucho que dar dentro.

Comenzamos a acercarnos a otro corredor que de lejos me parecía Bodo y pensaba que no podía ser, ya que le recortábamos distancia a muy buen ritmo... ¡y sin embargo si lo era!

No sabía cuantos kilómetros llevábamos, ya que estaba pasando del GPS, pero le eché un ojo y me sorprendió, en primer lugar, que iba a 3:40 (en ligera subida) y en segundo lugar, que estábamos a punto de llegar al kilómetro 10.

Apenas quedaban 4, así que decidí apretar e introducirme en solitario en la oscuridad que me esperaba al final del camino.

Iba enchufadísimo, en pleno subidón, pero con los pies en el suelo, ya que no veía a absolutamente nadie delante de mi y por momentos, salvo en los giros en los que la luz del frontal de Jesús y Bodo se intuía por el rabillo del ojo, tampoco por detrás.

No tenía ni idea de en qué posición iba pero tampoco me importaba porque estaba disfrutando muchísimo, tan concentrado en simplemente avanzar que hubo algunos momentos en los que casi me desvío de la pista principal.

La lógica dicta que si no hay balizas que salgan hacia algún ramal sigas por la pista principal, pero concretamente hubo una que se desviaba a derecha, hacia donde intuía que se encontraba el colegio de salida y meta, por la que llegué incluso a meterme, apenas una zancada hasta ver una baliza a lo lejos y saltar de nuevo hacia el camino correcto.

Se oía ya la megafonía, por lo que estarían llegando los primeros clasificados a meta; miré el gps fugazmente e iba camino del kilómetro 13, a 3:28 min/km en ese punto.

Cuando llegaba a los cruces preguntaba la dirección a los voluntarios antes de seguir a toda mecha, recordando que Salva me había dicho que el final de la prueba era una cuesta de asfalto enorme en la que había que "esquivar" una casa antes de lanzarte a la línea de meta.

En uno de los cruces un voluntario me dijo "4º, curva a derecha, izquierda y derecha y lo tienes hecho" y me lancé con todo hacia abajo, derrapando al coger la primera curva con los guijarros.

Tuve más cuidado en el segundo giro y comencé a bajar con toda la fuerza que tenía en las piernas tras 13 kilómetros de machaque.

Ya veía la meta, escuchaba pasos cerca y una luz de frontal me estaba iluminando desde la distancia, así que comencé un sprint que tuve que interrumpir ya que una niña pequeña estaba cruzando unos metros antes de la línea de meta en diagonal.

Bajé el ritmo para que cruzase, pero me miró y se quedó quieta, por lo que tuve que hacer un cambio de ritmo milimétrico para no tirarla ni comerme la zona de vallas de la derecha, momento en el que noté un pinchazo en el gemelo izquierdo.

Fue un dolor repentino y agudo, pero tras un par de apoyos a buen ritmo vi que no iba a más y ahora sí, entré a meta al sprint, notando el eco de mis latidos en el gemelo.

Felicité a los compañeros que había en meta y a los que estaban llegando, cogí un vaso de agua y un tarro plástico con melón y sandía y fui poco a poco al coche asimilándolo todo.

Lo que más me preocupaba era el gemelo, pero ahora, pese a estar muy tenso, no me pinchaba.

Parecerá una tontería, ya que podré llevar 200 carreras en las piernas fácilmente (o más), pero estaba emocionado.

Sentía que había corrido muy bien, había disfrutado la carrera y aun tenía fuerzas dentro.

Posiblemente si hubiese tenido una referencia cercana en carrera podría haber marcado un mejor tiempo, al no dudar en los cruces y tener un objetivo, pero no me importaba en absoluto, para mí la actuación había sido de 10.

Intenté llamar a Mayte sin éxito al no tener cobertura, por lo que le escribí por whatsapp, así como a Elia, la mujer de Raúl, que se encontraba completando el primer cuarto de la segunda vuelta del Reto Solidario Km por Debra, 132 km y 9.800 metros de desnivel positivo en 3 vueltas al maratón más duro de Andalucía.

Además de mi aportación económica quería acompañarle unos kilómetros, por lo que había pensado engancharle desde Ojén si me podían acercar después de la carrera o desde Juanar si no era posible, pero al hacer podio y tener que esperar a la entrega de trofeos se me complicaba el asunto.

Fui al coche a por una manga larga y la mochila y volví a la zona de meta mientras contactaba con Fran Viegas, por si él se unía de madrugada en otro punto a Raúl.

Al llegar me encontré con Olga, ¡que entraba a meta en 4ª posición femenina absoluta y 2ª de su categoría!

Habíamos clavado resultados en nuestro sexo, ambos 4º absolutos y segundos en sénior.
Estuvimos bebiendo y reponiendo mientras charlábamos con Salva, que un año más había hecho podio, como campeón promesa.

Fuimos juntos hasta el kilómetro 6 e íbamos muy bien, pero me dijo que en cuanto me vio subir la pendiente a ese ritmo decidió correr con inteligencia, reservar en el ascenso y apretar en los toboganes, y vaya si le sirvió la estrategia, ya que con menos entrenamiento que el año pasado había mejorado su tiempo.

Poco después llegó Silvia, que pese a correr en solitario casi toda la prueba había hecho un tiempazo, y algo después mis padres, que habían vivido una odisea al quedarse mi madre sin batería en el frontal en la primera cuesta.

Habían sufrido, habían disfrutado... ¡y encima mi madre había quedado tercera en su categoría!

El gemelo no me estaba molestando pero estaba preocupado por él y sabía que con la entrega se alargaría la cosa y ya aunque me llevasen no alcanzaría a Raúl en Ojén y hasta Juanar, que sería la siguiente base a la que podía llegar con facilidad desde carretera no llegarían hasta cerca de las 4 de la mañana, por lo que avisé a Elia con todo el dolor de mi corazón.

Lo siento Raúl, te mando fuerzas desde la distancia pero tengo pendiente esos kilómetros contigo, espero que en la próxima ocasión pueda acompañarte.

Podio junto a Bodo y Francisco Rueda; al no ser acumulables, yo era el campeón senior.

Con Olga, campeona senior, y mi madre, tercera veterana B.
Al final, tras disfrutar de una preciosa luna roja en la bajada por el Puerto de los Pescadores, llegué a casa pasadas las 1 de la mañana, saqué a los perros, me di una ducha con agua helada como pude (se había acabado la bombona) y caí en coma en la cama hasta que esta mañana sonó el despertador para entrenar de nuevo.

Lo primero que pensé fue en Raúl, pero Elia me comentó que estaba fuerte y clavando los tiempos previstos; lo segundo el gemelo, pero tras una tirada de 11 km a ritmos tranquilos pero con desnivel no me ha molestado.

Así que así acaba esta aventura, con ganas de correr más, de más monte, más asfalto y más ritmo.... pero habrá que esperar a la semana que viene.

A destacar de la prueba su puntualidad, la bolsa del corredor, los avituallamientos en meta y el cronometraje, con resultados en tiempo real nada más cruzas la meta ¡organización de 10!

Solo hay un pequeño detalle que ha fallado, pero es anecdotico...

Minipunto para el que se de cuenta ;)

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