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X Cross Escuela Atletismo Miguel Ríos Puente Genil


Para muchos compañeros del Club Atletismo Fuengirola, la última prueba pre-covid fue la Media Maratón de Puente Genil, a la que por desgracia no pude acudir.

Y curiosamente, la primera prueba oficial de la era covid para muchos sería este Cross en Puente Genil, al que, esta vez si, tendría la oportunidad de acudir.

Del 23 de agosto al 14 de septiembre estuve parado en seco precisamente por culpa del Covid-19, pero tras recibir el alta, incorporarme al trabajo y entrenar con relativa normalidad durante 5 días, estaba preparado para, al menos, acabar la carrera.

El estado en el que me encontrase iba a depender más de mis pulmones que de mis piernas, ya que muscularmente me había ido encontrado bien en las primeras salidas, pero he ido con el pulso muy alto y dificultades respiratorias.

Tras hora y media aproximada en coche, llegamos a explanada del circuito, recogimos los dorsales y estuvimos charlando con algunos corredores, aunque tratando de mantener la distancia de seguridad,

Saludos especiales para Miguel Ríos, por interceder para que pudiésemos recoger el dorsal el mismo día de la prueba, a Domingo, gran corredor que trabajaba en el Decathlon de mi localidad, a Rafa, con quien hacía mucho que no coincidía y a Jesús Camacho, con quien charlaríamos un rato tras la carrera.

Los compañeros del CAF, modo burbuja

Al llegar la temperatura era agradable, pero conforme fueron sucediéndose las salidas de las diferentes pruebas al calor comenzó a ser notable.

Reconocí el circuito con mis compañeros y ya sabía que sería duro, lo que, añadido a que la mía sería la última salida, sobre las una, prometían un retorno por todo lo alto.

Me coloqué en tercera posición a la derecha en la formación de salida, guardando dos metros por delante, detrás y a la izquierda con el resto de corredores y esperé a la señal para retirar la mascarilla y comenzar la prueba.

Formación de salida

Por nuestro compañero José, que había sido cuarto veterano con un promedio de 4:04 minutos el kilómetro sabía que la primera vuelta, la pequeña, sería muy rápida, así que tras el pistoletazo de salida cogí posición en la derecha mientras los corredores más rápidos tomaban la delantera.

Llegamos al giro donde continuamos rectos para hacer esa pequeña vuelta de 850 metros (las restantes 4 serían de aproximadamente 1200) y me sorprendió ir muscularmente muy bien y de hecho ganando ya alguna de las posiciones que había perdido tras la rápida salida.

Primera toma de contacto...

Aun quedaba mucha prueba...

Pero por ahora iba bien la cosa...

Ascendí el que ahora sería un breve repecho pero en las siguientes 4 vueltas una buena pendiente y me lancé a por la línea de meta; primera vuelta completada.

Esta vez en vez de continuar rectos tras el giro al final de la recta de meta, nos desviamos a la derecha hacia el pinar, donde nos esperaba lo bueno.

Comenzábamos con una pequeña subida con tronco incluido, un rápido descenso sobre agujas de pinos, un giro a izquierda donde tendríamos que saltar una zanja antes de continuar ascendiendo y un pequeño sube y baja antes de llegar a la larga pendiente que nos ascendería hasta la recta de meta.

Me sorprendió ir en las primeras posiciones hasta llegar al primer salto a la zanja, pero ahí fue donde noté los aun presentes efectos del Covid-19, ya que aunque respiraba de forma rítmica y profunda, notaba que me ahogaba, así que tuve que bajar bastante el ritmo.

Sufriendo y disfrutando a partes iguales. Fotón de Jesús Carmona.

Perdí varias posiciones, pero los corredores a mi alrededor también sufrían con la pendiente, así que me concentré en apretar el ritmo hasta la curva donde me esperaba mi padre para darme un poco de agua y una ve di un sorbo y me refresqué por la nuca, apreté de nuevo para ascender hasta la recta de meta.

Avituallamiento exprés

Gracias a las observaciones de los compañeros que corrieron previamente (en especial, mi padre), se había colocado agua en el recorrido, pero aun así agradecí el avituallamiento del club.

Pasé por meta y ahora que estaba camino del ecuador le dediqué un rápido vistazo al GPS.

Había completado el primer kilómetro a un promedio de 3:31 minutos el kilómetro, el segundo a un promedio de 3:36 y en ese tramo de la recta de meta iba a 3:30, pero tenía claro que si no empezaba a regular iba a perder mucho más en las subidas de lo que ganaba en las bajadas.

Bajé hacia el pinar con una marcha menos y apurando para entrar lo más recto posible a la puerta y trazar los giros lo más limpios posibles, recuperando la posición a un corredor que llevaba una camiseta de los Kenyatas.

Ambos íbamos tras la estela de un corredor con camisa rosa, que en la subida nos sacaba un buen trozo (el corredor al que acompañaba me sacaba otro a mi), pero con el que cada vez estábamos más cerca en la bajada.

Volví a coger agua, trazando esta vez la curva por fuera y me lancé a por los últimos metros de la segunda vuelta larga.

Iba con la garganta totalmente seca...

Me percaté de que pese a que en esta vuelta había bajado bastante el ritmo (el tercer kilómetro lo completé en 3:50, mismo ritmo que llevaba en ese momento) los corredores a los que perseguía me sacaban menos ventaja al paso por meta que en la vuelta anterior.

Aproveché la bajada para ver como se me daba si apretaba un pelín el ritmo y durante varios metros lideré el grupo, pero en el momento del ascenso, nuevamente, me quedé a la cola del grupo que habíamos formado.

Penúltima vuelta...

Como esta vez llevaba un corredor por dentro no podía cruzarme a coger el agua, así que me tomé un respiro en el ascenso y pensé en coger una botella de una de las voluntarias de la recta de meta.

No tuve suerte tampoco, ya que el muchacho que iba por delante esperó, como yo, a la última para cogerla y ya no me iba a volver, así que, con bastante sed, me lancé a por la última vuelta.

Volvimos a juntarnos los tres corredores y justo al final de la bajada rápida, cuando me disponía a adelantarlos, se me fue el pie derecho en el giro a la izquierda y derrapé un poco, perdiendo el momento.

No notaba molestias, pero tras el salto a la zanja iba a la cola del grupo por primera vez, así que tuve que apretar los dientes en la subida.

Sabía que a ellos no los iba a coger, pero me hubiese dado mucho coraje perder la posición con algún corredor desde atrás en la última prueba, así que había que luchar hasta el final.

Entré por meta en 22:52, promediando en los dos últimos kilómetros exactamente el mismo ritmo, 3:57.

Llegué ahogado a meta, aunque con la sensación de que podría haber dado una vuelta más a ese mismo ritmo, ya que muscularmente me encontraba bastante entero.

Mi madre fue tercera veterana, así que nos quedamos a la entrega de trofeos antes de volver de nuevo a casa.

Muchas gracias a la Escuela de Atletismo Miguel Ríos por ser tan valientes y organizar tan bien esta prueba al aire libre en la era del Covid, espero de corazón que sea la primera de muchas y tengamos la oportunidad de compartir más eventos, sea en Córdoba o en Málaga.

¡Un abrazo y nos vemos pronto!

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