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III Media Maratón Rural Villa de Mijas

Había pasado casi un año sin correr una media maratón y esta sería la segunda en 4 días, tras correr la media maratón de Alhaurín el Grande el pasado domingo.

Pese a descansar el lunes y haber alternado carrera con ciclismo llegaba a la línea de salida con las piernas bastante cargadas, aunque mejor que en los días previos.

Estuve saludando a varios corredores, amigos y compañeros del Club Atletismo Fuengirola, a destacar entre otros a Ángel Mateos, con quien no coincidía desde las 24 horas de Barcelona o María Gómez, que recorrería parte del circuito con una amiga al no haber conseguido dorsal.

Los minutos pasaron volando  mientras esperaba al comienzo de la prueba y cuando me quise dar cuenta, nos llamaban desde megafonía para colocarnos en la zona de salida.

Charlando en la zona de salida
Esta sería mi tercera participación, por lo que ya conocía bien el circuito y en vista de que no había muchos corredores en la zona de salida, decidí colocarme en segunda fila.

Tras el bocinazo de salida me situé tras un extranjero y dos corredores, del Caracoles Running y los Diablillos, saliendo a buen ritmo hacia la Avenida de Andalucía.

Encabezando la prueba

Notaba en las piernas que el ritmo era muy rápido para mí, así que me fui descolgando y me pasaron Akash y un corredor del Km 1 de Ronda poco antes de la rotonda de la diversidad.


El primer kilómetro había caído en 3:40 pero en una media con un 90% de carrileo y casi todo el desnivel concentrado en poco más de 4 kilómetros, manteniendo ese ritmo había dos posibilidades, o luchar por bajar la mejor marca el circuito, situada en 1h 20 o petar.

Ya notaba los gemelos tirantes así que bajé el ritmo y cedí algunas posiciones antes de dejar el asfalto.

Una vez entramos en la rivera del río noté por el rabillo del ojo como un corredor de rojo intentaba adelantarme, pero como íbamos a ritmos similares, apreté un poco para no quedarme solo.

No escuchaba más pasos por detrás y los corredores que iban por delante iban bastante más rápidos así que si me descolgaba no apretaría igual el ritmo.

Prefiero sufrir un poco más de la cuenta y hacer una buena carrera en compañía que correr con comodidad en solitario, ya que para eso tengo mis entrenamientos de cada día.

Un corredor con una camiseta que rezaba "runplusfit" o algo así nos adelanté antes de los toboganes de la Venta de la Morena pero iba muy fuerte.

En esos mismos toboganes comencé a notarme más fatigado de lo habitual, seguramente debido a la paliza de hacía unos días en Alhaurín, así que tras 4 kilómetros rodando por debajo de 4' el kilómetro decidí levantar un poco el pie del acelerador.

El corredor de rojo y yo nos fuimos adelantando mutuamente de camino a El Esparragal, donde nos esperaba el primer avituallamiento, en el que di un buen trago de una botella de agua y aproveché la rampa de bajada para recuperar el aliento.

Otro corredor nos adelantó a ambos y fuimos avanzando a pocos metros uno de otro, aunque al final nos quedamos el chico de rojo y yo, perdiendo metros poco a poco con respecto a él.

Este era el primer año que no corría con sandalias, debido a la herida del pie y aunque iba muy cómodo con las UltraBoost, el peso de las mismas comenzaba a lastrarme.

Parecerá una tontería y en entrenamientos cortos o a ritmos suaves apenas se nota, pero después de media hora corriendo a ritmo de competición con casi 400 gramos en cada pie cuando uno está acostumbrado a llevar poco más de 100, la sensación era la de correr con zapatillas mojadas o con la suela llena de barro.

Aun así una de las ventajas de las mismas era que no tenía que correr por la zona central del carril, que es la más limpia, ya que con ellas podía ir totalmente pegado al margen derecho, plagado de piedras, sin ningún problema.

Apurando las amplias curvas por la cuerda intentaba reducir la ventaja que el corredor de rojo me iba sacando, pero especialmente en los repechos, como el situado bajo el puente que cruza la rambla de alaminos, el chico se comenzaba a distanciar más y más.

Cediendo terreno y apurando las fuerzas llegamos al tramo donde peor lo había pasado en años previos, ya que corremos por el mismo lecho del río y habitualmente está plagado de cantos rodados y piedras por todos lados.

Este año, imagino que por la falta de lluvias, estaba muy muy limpio y de hecho la tierra cubría zonas donde otros años atravesábamos grandes socavones rellenos de piedras.

Ya que llevaba zapatillas y el lecho del río era amplio, en lugar de seguir el caminito que el paso de bicicletas y motos había trazado me limité a buscar el camino más directo hacia la rivera derecha, donde nos esperaba el siguiente avituallamiento.

Desde allí pude divisar a lo lejos como los primeros corredores ascendían con energía la zona más dura del circuito, con una rampa de casi 100 metros de desnivel positivo en apenas un kilómetro.

Cuando me tocó a mi puse un ritmo conservador, a sabiendas de que, como en las anteriores ediciones, tendría que terminar caminando el ascenso, ya que iba justo de fuerzas y el corazón se me iba a salir del pecho.

Otro corredor de rojo, de Los Califas me adelantó en los primeros metros de subida pero me dio ánimos ver al girar la curva que el otro muchacho de rojo estaba más cerca de lo esperado y a mitad de cuesta, comenzó a caminar.

El chico de Los Califas se puso prácticamente a su altura, sin dejar de trotar en ningún momento y yo decidí empezar ya a caminar.

Había estado guardando fuerzas para esa subida, así que si ascendía con esa fuerza y dejaba atrás a mi corredor de referencia no tenía nada que hacer... pero si tras completar el ascenso y descenso no conseguía alejarse de él, creía que tenía posibilidades de adelantarlos a ambos en el regreso.

En dos ocasiones tuve que ponerme a caminar antes de llegar a la cima, con los músculos tan tensos que cada paso se me clavaba en todas las fibras, así que fue un alivio afrontar la bajada previa al último repecho.

Me costaba pensar al ir tan ahogado y el desnivel no ayudaba a calcular si iba recortando metros o me los sacaban ellos a mí, así que me concentré en la bajada que tenía ante mi y bajé con toda la fuerza de la que pude hacer acopio.

Una pareja mayor me animaron con alegría y me dijeron que me conocían durante el descenso previo al arroyo Los Pilones, lo que me dio más ánimo aun.

La seguridad que me daban las zapatillas, aunque no sean de montaña, me permitieron hacer el mejor descenso de las tres ediciones, a pesar de no estar físicamente a tope.

Volvimos al camino de ida a pocos metros el corredor de rojo del chico de Los Califas, ahora delante de nosotros y a unos 50 metros yo, recortando poco a poco distancia.

Poco después de dejar atrás el avituallamiento, donde tomé otro buen buche de agua, vi como el chico de Los Califas comenzaba a ceder terreno y algo menos de un kilómetro después, el muchacho de rojo lo dejó atrás.

Yo le adelanté antes de volver a pasar bajo el puente, pero el chico de rojo parecía incombustible y no cedía un metro.

Llegando de vuelta a El Espárragal me concentré en la corriente de agua proveniente de Ojén y traté de fluir por el camino como ella lo hacía por el lecho del río y tratando de evadirme del dolor muscular conseguí poco a poco ir aumentando el ritmo.

Lo bueno es que sabía que el dolor era sobrecarga, nada serio y lo mejor es que me di cuenta de que aunque pensaba que no podía aumentar más el ritmo pese a apretar un punto más apenas gané un par de pulsaciones por minuto, por lo que iba a costar, sí, pero podía aguantar a ese ritmo los 7 kilómetros que quedaban.

Alcancé al chico en la rampa de subida al avituallamiento, di un buen trago de agua y en la posterior bajada aproveché para recuperar un poco el aliento y hablar con él.

Le dije que el corredor de Los Califas se había desfondado, posiblemente por subir con tanto ímpetu en la zona con más desnivel y el chico me confesó que pensaba que yo era él, no me esperaba y menos tan cerca.

Por su aspecto parecía de mi categoría y si las cuentas no me fallaban tendríamos unos 10 corredores por delante; no sabía la edad que tendrían y una posición más o menos no me importaba demasiado, pero notaba con fuerzas, así que decidí apretar el ritmo hasta la Venta de la Morena y allí vería si lo podía aguantar en el tramo final de la carrera.

Saludé a Antonio, compañero de ajedrez de la infancia que hoy estaba controlando un cruce como miembro de Protección Civil y en vista de que las piernas respondían y el chico de rojo no se despegaba ni un milímetro, aproveché las dos rampas de bajado y subida para alargar la zancada y comenzar a poner tierra de por medio.

Éste sería el tramo más duro, ya que ya no veía a nadie por delante y si el órdago salía mal, podrían adelantarme en los últimos kilómetros, pero me concentré todo lo que pude mientras repasaba el circuito mentalmente y conseguí bajar el ritmo un par de segundos por kilómetro consecutivamente en los km 19 y 20.

Aun escuchaba pasos muy cercanos pero una vez dejamos atrás el carril ya sabía que la posición no se me escapaba.

De hecho, divisé a lo lejos a dos corredores que avanzaban codo con codo, pero aunque les iba recortando metros poco a poco, ya estaban completamente fuera del alcance.

La Avenida de Andalucía nunca se me había hecho tan larga, pero cuando al fin divisé a mis padres y compañeros de equipo apostados frente a la rotonda del Norauto sabía que estaba ya en meta.

Últimos instantes de carrera...
Apreté los dientes y me lancé hacia la meta, sufriendo mucho más de lo que había esperado, pero rindiendo a un ritmo similar a años anteriores pese a haber competido 4 días atrás.

Curiosamente mi mejor marca fue en la primera edición (1:28:54), con 1:29:19 en la segunda y 1:30:56 en esta, pero he batido todas mis marcas en el bucle, tanto con el ascenso como en el posterior descenso y en la vuelta a meta los tiempos logrados han sido mejores que los del segundo año en todos los parciales.

Habrá quien piense que una vez me metí en los carriles a la ida fui muy conservador, pero creo que estuve justo al límite porque el haber apretado aunque hubiese sido un poco más me hubiese dejado para el arrastre en la vuelta.

Estoy contento con la carrera, al final terminé en undécima posición y conseguí remontar dos puestos en la segunda mitad, tirando de cabeza sobre todo.

Toca descanso activo y una sesión de carrera a pie antes de afrontar la tercera competición en una semana, en esta ocasión, un 10k de asfalto, que dependiendo de como recupere estos días enfocaré de una u otra forma.

Tras tantos meses seleccionando tanto las carreras se me hace raro volver a competir tanto pero la verdad es que aunque físicamente estoy más agotado que en semanas sin competición en las que paso los 160 kilómetros, lo echaba de menos.

¡Nos vemos el domingo en Torre el Mar!

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