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XXXIV Carrera Popular Feria de San Miguel Torremolinos

Por tercer año, tras participar en la edición de 2013 y en la edición de 2017, volvía a la cita de la Feria de San Miguel de Torremolinos.

Este año me la iba a plantear como segmento de calidad dentro de una tirada tipo sandwich con vistas a recuperar sensaciones tras el Reto 1000k por el apego de cara al Spartathlon.


Tras un buen madrugón salí de casa sobre las 6 y 20 de la mañana, cargado con la mochila, el cortavientos, la cartera, un paquete de tiritas, un botellín de agua, el móvil, dos paquetes de fruta desecada, uno de palitos de pan con pipas y algunos bultos más.

La idea era llevar aproximadamente el peso con el que correré en el Spartathlon, hacer 20 kilómetros a trote suave antes de la carrera, esforzarme lo máximo que me permitiesen las piernas durante la competición y hacer otros 16 kilómetros, a ritmo superior al de los 20 primeros.

Tras poco más de 2 horas llegué a la pista de atletismo, donde me informaron que tendrían lugar pruebas del Campeonato del Mundo de Veteranos, que se está celebrando en Málaga.

Como aun me quedaban 3 kilómetros para completar los 20, decidí trotar alrededor de las instalaciones en busca del arco de salida o alguna carpa que revelase que allí podría retirar mi dorsal.

En la carretera que separa el complejo deportivo del pinar me encontré el arco de salida y al comenzar a bajar, a Antonio Caba, que me indicó donde retirar el dorsal (bajando por el arco a mano derecha).

Lo recogí y tras tomar un rápido desayuno a base de pan con pipas y fruta desecada, me adentré en el pinar (evitando las zonas acotadas para las romerías) para recorrer los 3 kilómetros que me faltaban.

Una vez completados los primeros 20 kilómetros, a ritmos de entre 5:50 y 7:15 minutos el kilómetro, variando según desnivel pero tratando de mantener las pulsaciones constantes, me puse a charlar con amigos y conocidos en la zona del arco de salida.

Pensaba que saldríamos hacia abajo, pero tras comunicarnos que se comenzaría con pendiente en contra me dirigí a la línea de salida.

Muy optimista yo, me coloqué en segunda línea pegado a la derecha del arco; ¡como si no fuesen a pesar los 20 kilómetros previos!

Tras el bocinazo de salida me lancé tras la cabeza de carrera como alma que lleva el diablo, completando el primero kilómetro en 3:33.

Ya notaba que había sido un error salir tan rápido, además de por la fatiga, que aun no era demasiado acusada, por el rebote de la mochila.

Corriendo a ritmos de 5 minutos el kilómetro y por encima apenas noto rebote, se ajuste muy bien al cuerpo y la carga no molesta en absoluto, pero al ritmo al que estaba corriendo notaba como, especialmente el móvil y los paquetes de fruta desecada, botaban en el interior de la mochila, que rebotaba con fuerza y molestaba bastante.

Al final de la calle Periodista Francisco Alba me adelantó la que sería la primera atleta femenina, una corredora holandesa que me había llamado la atención al correr por el pinar por verla con la camiseta del Rotterdam Harriers & AC.

Intenté pegarme a ella en la bajada, marcando 2 kilómetros a 3:50, pero poco a poco se me fue escapando y la perdí de vista al llegar al ayuntamiento.

Sabía que la salida rápida había sido un suicidio porque no paraban de adelantarme corredores, pero sabía que tarde o temprano se equipararían mi ritmo con el de la carrera y si aun quedaba distancia podría recortar alguna posición tirando de fondo y de pundonor.

Me pasaron varios corredores del Atletismo Málaga y del Torremolinos al girar a la derecha en la comisaría de policía y en el ascenso por el día una pareja del mismo club junto a un corredor del Califas de Córdoba.

Tras él, otro corredor tiraba muy de cerca, pero a un ritmo ligeramente superior al mío, por lo que decidí apretar un punto el ritmo y pegarme a él.

Sufriendo mucho más de lo que esperaba y con el cuello y la espalda tocados del rebote de la mochila decidí lanzarme a por la pareja, a la que alcancé en la cuesta del centro de salud.

Aprovechando la zancada de la pendiente a favor incluso los dejé atrás momentáneamente y al salir a la carretera que sube a la autovía decidí poner ritmo de crucero para intentar no perder más posiciones.

Por delante llevaba a 2 corredores, uno de ellos del Atletismo Málaga y por detrás notaba pasos muy cercanos, pero que de momento no recortaban distancia.

Llegando al Molino de Batán el corredor de Málaga se echó a un lado y comenzó a vomitar; se me pusieron los pelos de punta recordando mis vomiteras en Cáceres cuando me afectó gravemente una gastroenteritis aguda.

Con algo de mal cuerpo decidí tratar de mantener el ritmo en el tramo que quedaba, de suave pendiente ascendente, aunque eso iba a implicar perder posiciones.

El primero que me adelantó fue el corredor del Califas y después un nutrido grupo de corredores, justo a la altura del Aqualand.

Me integré a la derecha, tratando de seguir su estela, pero poco a poco me iba quedando atrás.

Recuperé una posición al sprint final, al que llegué justito de fuerzas y sin aliento, parando el crono en 23:39 para esos poco más de 6 kilómetros.

Un promedio de 3:55 minutos el kilómetro para una prueba corta y de desnivel moderado pero que para el momento de la temporada en que me encuentro y teniendo en cuenta el objetivo de la jornada era más que suficiente para mi.

Tras una rápida entrevista por parte de Mariano, de Dorsalchip, sobre esos 1.000 kilómetros recorridos entre Santiago de Compostela y Secadero me dirigí a la zona de entrega de dorsales, donde se entregaba el avituallamiento de meta.

Hay que tener en cuenta que es una prueba gratuita, pero aun así tenían aquarius de naranja y limón y botellines de agua, que tomen nota aquellos que quieran fomentar el atletismo popular de como se hacen bien las cosas.

Sin querer entretenerme mucho para no enfriarme me despedí de los corredores con los que había estado charlando tras la entrada a meta y puse rumbo a Fuengirola, con ritmos de entre 5:11 y 5:57 en esos 16 kilómetros que me restaban por cubrir.

Tras una parada rápida para ir al baño en Puerto Marina me encontré con un corredor que me conocía de vista de varias carreras populares y medias y estuvimos charlando sobre entrenamiento por pulsaciones, próximos eventos y el recorrido de ambos durante varios kilómetros.

Fue un placer breve, ya que él se encontraba finalizando su entrenamiento, pero tras despedirnos quedé con este corredor, de nombre Javier, para compartir unos kilómetros en la media maratón de Fuengirola, del próximo 4 de noviembre.

Se me hizo amena su compañía pero tocaba afrontar solo el tramo más duro, por el desnivel, la fatiga acumulada y el sol, que con la humedad que hacía me tenía sudando profusamente.

Por momentos casi prefería el calor seco de Extremadura, pero a ratos soplaba la brisa marina y se me pasaban las ganas de que el calor se tornase seco.

Los últimos kilómetros se me hicieron bastante largos porque conozco cada metro que tenía que recorrer y mi cuerpo me pedía echar a andar, pero me mantuve en mis trece e incluso apreté un poco el ritmo, a fin de llegar antes y poder hidratarme, descansar y ducharme.

Finalmente recorrí 42,48 kilómetros, en un tiempo total de 4:07:48, con un ritmo medio de 5:50 minutos por kilómetro y una distribución del trabajo cardíaco de 42' en Z1 (<121 ppm), 2h55' en Z2 (121-151 ppm), 7' en Z3 (151-166 ppm) y 23' en Z4 (166-181 ppm).

Creo que ha sido un entrenamiento muy completo, habrá que ver como responde el cuerpo en la semana que me resta previa al Spartathlon, que estará centrada en recuperar, pero me veo fuerte y con muchas ganas.

No tardaron en colgar las clasificaciones, que al final de la jornada estaban subidas a Dorsalchip; fui el vigesimoseptimo absoluto y sexto senior, no es mi mejor resultado en la prueba pero teniendo en cuenta los objetivos de esta temporada estoy muy satisfecho con ello.

¡Nos volveremos a ver tras el Spartathlon!



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