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V Carrera Popular Corruco Race


Eran las 19:59, y tras varios minutos trotando y saludando a viejos amigos (como David, del San Pedro, Bodo, del Jerez, o Paco, del Espiel), pasé a ocupar mi lugar en la línea de salida, en cuarta línea, tras los ciclistas.

El atleta en Handbike había tomado la salida hacía un par de minutos y en un par más nos tocaría a nosotros...


Esto era la Corruco, una prueba en la que el año pasado no pude acudir por motivos laborales, y en la que este, en el último momento, parecía que de nuevo me la iba a perder; por suerte, ya estaba allí, en la línea de salida, con muchas, muchas ganas de correr.

Gran expectación en la salida
Oteando el horizonte, al final de la calle

Las sensaciones no eran las mejores, notaba las piernas algo pesadas y me encontraba muy alto de pulsaciones en el breve calentamiento que efectué, por lo que no me puse en los puestos "competitivos", pero tenía claro que quería dar guerra.


Desde la misma salida del atleta en Handbike estaba totalmente concentrado

Tras un par de pisotones, uno de ellos en una uña que me había levantado hacía dos días, en el trabajo, al chocar con una silla, se dio la salida.

Entre codazos y empujones me coloqué en la parte izquierda de la estrecha calzada, avanzando a buen paso mientras mis Enix 080 chancleteaban, anunciando mi llegada.

Mientras avanzaba en zigzag por la Calle Duquesa de Arcos me di cuenta de que había comenzado demasiado atrás... ya que desde la salida hasta la heladería Da Vinci, donde hacía una hora estaba degustando un Smoothie de Mango, había pasado a una decena de atletas, y de ahí al Burguer King a otra docena.

Ya no me quedaban referencias, por lo que me propuse no ser adelantado desde atrás.

Un grupo de unos 20 atletas, muy compacto, avanzaba a gran velocidad, ya llegando al final de la calle, y varios corredores les acechaban, algunos ya descolgándose de los líderes y otros dándoles caza.

Entre ellos me encontraba yo, intentando recortar metros zancada a zancada, con la boca seca y el pulso desorbitado...

La superficie se tornó irregular al entrar en la colonia infantil, pasando de asfalto a adoquines, punto en el que decidí regular un poco el ritmo al encontrarme de repente una fuerte pendiente.


Entrando en la colonia infantil, tras el corredor de las gafas con la camiseta fosforito

Nos encontramos de forma inesperada al corredor de handbike, y al saltar, literalmente, de lado, noté como se me deslizaba hacia el talón la correa del huarache derecho.

El público, como desde el inicio de la prueba, animaba desde ambos lados del recorrido, que ahora discurría sobre albero, con  un ligero sube y baja, que recorrí llevado en volandas por la multitud, mientras, pese a haber acelerado aun más el ritmo, me notaba algo más desahogado.

En la salida a la colonia me di cuenta de que el grupo de cabeza también había acelerado, viendo ya solo a algunos atletas que continuaban a un grandísimo ritmo, en solitario o en parejas.

Salimos al Paseo Marítimo, donde derrapé al pisar de lado sobre una de las losetas, momento en el que se me soltó un poco más la correa, cogiendo una pronunciada curva a buen ritmo, pero, intentando no pensar en mi pie, cada vez más suelto, aceleré y crucé el puente de madera sobre el arroyo de la Utreruela.

Los atletas a los que tenía en el punto de mira se giraron al volver a escuchar el chancleteo, así como yo mismo, al dejar el puente, y vi que era perseguido muy de cerca por un corredor de la Unión Atlética Benalmádena.

Apenas llevaba un kilómetro y medio de prueba y me sentía bastante ahogado.

Teníamos algo más de 33 grados y una gran humedad, pero sabía que el circuito era lineal, por lo que ya habíamos completado el primer cuarto de prueba... antes de darme cuenta habría pasado el ecuador de esta breve pero intensa competición.

El muchacho puse un par de zancadas de por medio y estabilizó la velocidad, mientras el público, en este tramo más escaso, seguía animando.

Llegamos a un tramo en el que una cuesta nos ponía a la altura de la A-7, y avanzamos en paralelo a la misma mientras el pelotón, cada vez más estirado, comenzaba a alejarse, aunque no escuchaba pasos desde atrás.

Pasamos el cartel del segundo kilómetro, mientras el corredor del Benalmádena se comenzaba a acercar a otro de azul, y al final del carril paralelo a la autovía, en la bajada hacia la rotonda, me adelantó, sigiloso, López Sevilla, excelente corredor veterano del Torremolinos.

Volvimos al Paseo Marítimo, cambiando la superficie de asfalto a losetas y adoquines cada pocos metros, en un tramo frenético y divertido en el que los corredores a los que acechaba avanzaban en paralelo, hombro con hombro.

Pensé "mira, los 3 jinetes del apocalipsis... falta el cuarto", y con este divertido pensamiento cambié el ritmo en su búsqueda.

La última bajada y la vuelta al asfalto me habían permitido recobrar parcialmente el aliento, aunque no tardé en perderlo para recuperar la ventaja que me habían estado rascando poco a poco.

En la entrada al puerto el corredor de azul comenzó a descolgarse, y al salir del mismo y volver a la zona del Paseo Marítimo de la ida, me puse a la par de mis vecinos de Benalmádena y Torremolinos.

Al volver al puente de madera ya íbamos codo con codo el corredor de Benalmádena y yo, y, sabiendo que quedaba poco más de dos kilómetros, puse la quinta.

Entré derrapando a la colonia, aplaudido aun con más ahínco que en la primera vuelta y dejando atrás al corredor de Benalmádena, y afronté la cuesta sobre el albero chocando manitas, con la garganta destrozada de respirar al máximo y el corazón en la garganta; en ese momento, ya acabado el quinto kilómetro, promediaba 3:48 minutos el kilómetro el ritmo más lento en lo que llevaba de prueba.

Descendí por los adoquines en los que me había encontrado a la ida al corredor de Handbike y comencé a adelantar corredores lentamente mientras afrontaba la recta final, de casi un kilómetro.

Ahora llevábamos el viento a favor, al igual que la levísima pendiente, y el hecho de ir adelantando corredores poco a poco me puso la moral por las nubes.

El contacto con el asfalto era levísimo, ya que tenía la impresión de que en cualquier momento se me soltaría el huarache derecho, y aterrizaba casi de puntillas durante apenas milésimas de segundo antes de lanzar de nuevo la zancada.

Iba viendo la meta, a lo lejos, pero casi no tenía visión periférica, parecía que estaba dentro de un túnel...

Me faltaba la respiración y la cabeza me daba punzadas, me picaba la garganta, pero ya solo podía seguir, y cuanto más rápido, mejor.

Llegué al Burger King y sabía que ya casi no quedaba nada; acababa de pasar a otro corredor, pero el siguiente me sacaba más de 25 metros ya... una distancia imposible de recortar en esos momentos de la competición.

De repente y sin aviso, el corredor de Benalmádena me supera al sprint, cuando aun no habíamos llegado ni a la heladería... Pensé en seguirle, pero estaba totalmente al límite, intenté acelerar aun más el paso, pero era imposible.

No obstante, en menos de 50 metros y sin cambiar yo el ritmo, se quedó atrás... había comenzado el cambio de ritmo demasiado pronto.

Pasamos la heladería; quedarían 400 metros como mucho, quizá 300, y de repente, sin saber como, saqué fuerzas de donde no sabía que tenía, y, pisando de puntillas sobre el asfalto, con una zancada tan potente que me parecía que los músculos crujían de tan tensos que los notaba, recorrí la distancia que me separaba de la meta de la forma más rápido que recuerdo en la vida.


Acercándome a la meta paso a paso...

No pensaba, no veía nada... ni si quiera recuerdo respirar, solo el "tap tap tap tap" de mi zancada, y el latir de mi corazón reverberando en todo mi ser.


¡Apenas unos metros para la meta!

Al llegar a meta paré el crono, aspiré de golpe todo el aire que pude y me apoyé en una de las mesas, apartándome de la meta.

Cogí sin pensar una botella de agua y un vaso con uvas, y anduve como pude hasta el final de la mesa del avituallamiento de meta con una botella de agua en el axila y el vaso en la mano izquierda y apoyándome con la mano derecha.

Sentía náuseas y me concentraba en no vomitar, pero poco a poco las pulsaciones iban bajando, comenzaba a respirar con normalidad y mi aletargada mente volvía a ponerse en funcionamiento.

Eché una ojeada al reloj... ¡MADRE MÍA!


Por primera vez en mi vida vi un parcial en el que el primer número no era un 3...
Hay veces que al comenzar una carrera, el GPS, aunque esté en modo "grabación por segundo", tarda en coger señal y marca algún pico de velocidad por debajo de 3 minutos el kilómetro, un ritmo que ni si quiera en pista puedo alcanzar... y hoy, en el final de la prueba, lo había alcanzado.

No sabía durante cuantos metros había mantenido ese ritmo, pero el simple hecho de haberlo alcanzado me dejaba aturdido...

Igualmente, y conforme mi cabeza comenzaba a pensar con lucidez, realicé un par de cálculos y me di cuenta de que había rebajado mi mejor marca personal de 5 kilómetros en 8 segundos, hasta dejarla en 18" 10'

En ese momento Mayte me sacó de mis pensamientos con un beso, y me preguntó como me había ido la carrera.

Le hice un rápido resumen, mientras saludaba a Paco, David, el chico de Benalmádena, López Sevilla y otros corredores.

No pensaba que tuviese podio, pero aun así me planteé preguntar a los chicos de Dorsalchip; inviable, la llegada a meta estaba cada vez más saturada, y como la toma de tiempos era informatizada pero manual no podía distraerlos ni un segundo.

Pensé que tampoco había una gran probabilidad de haber hecho podio, aunque según mis cálculos había entrado entre los 15 primeros corredores.

Mayte trabajaba temprano esta mañana, y era la que me había traído,  así que pensé que era muy egoísta hacerla esperar, por lo menos, una hora más (después de conducir durante hora y media para que yo corriese poco más de 20 minutos), por lo que emprendimos rumbo a casa.

A la mañana siguiente, preparándome para comenzar mi segunda carrera en 14 horas, vi la clasificación... fui el 5º clasificado senior y el 13º absoluto; no sé si los trofeos eran acumulables o no, si no lo eran (que es lo habitual), fui tercero senior...

Estoy a la espera para ver si mi hazaña tiene trofeo o no (no he podido acceder al reglamento, por lo que no sé tampoco si la ausencia a la ceremonia se consideraba como renuncia o no), pero me quedo con la experiencia, increíble.

Os dejo lo mejor y peor de la prueba, desde mi perspectiva.

Lo mejor

-De todas todas, el ambiente, con todo el pueblo en la calle, formando pasillos en ambos lados del trazado durante casi el 90% del recorrido.

-La variedad del recorrido, asfalto, albero, adoquines, madera, losetas... te hacía ir todo el rato pendiente a la superficie, pero sin giros excesivamente bruscos.

-Las uvas en el avituallamiento de meta, deliciosas, me vinieron genial para recuperar la energía tras el esfuerzo final.

A mejorar

-Una de las pocas mejoras sería espaciar un poco más la salida del atleta en Handbike con respecto a nuestra salida, ya que nos complicamos mutuamente el paso por la colonia infantil.

-Por otro lado, hubo muchas quejas con respecto a las tallas de camisetas, ya que las S y XS se agotaron rápidamente; de cara a otros años podría tenerse en cuenta este aspecto, para que todos puedan disfrutar de la prenda, de gran diseño.

¡En breve os cuento como me fue en la segunda carrera popular del fin de semana!

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