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XXXVII MAPOMA (Rock&Roll Madrid Maratón)


Tras compartir con vosotros mis sensaciones previas ante mi tercer maratón y la experiencia en la feria del corredor, llega el turno de la más esperada... ¡la crónica del maratón! 

Tras consultarlo con los organizadores y obtener el visto bueno, María portaría el dorsal de Emma, al que le quitamos la banda magnética para no perjudicar a ningún corredor, ya que pese a que ambas son chicas y de la misma categoría nos dijeron que no se podían modificar los datos del chip.

Gracias a Elodie, amiga de Emma, y a Iratxi compañera de la primera, pernoctamos prácticamente en la salida del maratón, aunque eso no quitó que a las 7:30 estuviésemos despiertos, vestidos y desayunando.

La temperatura rondaba los 10 grados, pero la sensación térmica era fresca, así que salimos bien abrigados del piso, nos unimos a la marea humana que bajada por la avenida y nos dirigimos a la zona de salida de la carrera de 10 kilómetros, que comenzaría antes que la media y la maratón.

El suelo estaba congelado, por momentos me arrepentí de no haberme puesto los calcetines, pero quería correr la maratón con el menor drop posible, estilo minimalista del bueno.


Me sentía un poco como Clark Kent, iba deportivo, pero la gente, al no ver que llevase dorsal, como que no me tomaba en serio en el interior del cajón de los 10k (al igual que al ver mis Fivefingers), pero a 15 minutos del comienzo de la salida y tras desearle suerte a María en su debut en 10k, me convertí en el Corredor Errante y me dirigí al cajón de salida de la maratón, situado en el extremo opuesto de la avenida.


Me costó más de lo previsto avanzar, ya que una marea humana atravesaba las aceras en dirección contraria, pero finalmente llegué al cajón, que, para mi sorpresa, estaba ya abarrotado.

Por el camino me encontré al muchacho "hipster" que nos echó la foto a María y a mí en Expodepor, me deseó suerte, me preguntó por ella y tras charlar brevemente nos despedimos.

Escuché a Raúl avisar por megafonía de que muchos corredores con dorsal de 10k estaban en el cajón incorrecto, y que la salida tomaría lugar en tan solo 5 minutos.

Se produjo un revuelo en el interior del cajón de salida de la maratón, y decenas de corredores salieron corriendo hacia el de 10k, algunos por la salida, otros saltando las vallas... y dejando el cajón de salida de la maratón con menos de la mitad de sus ocupantes minutos atrás.

Me encontré con un corredor que llevaba una camiseta de la media maratón de Málaga, que, como pensaba, era paisano mío, y nos presentamos.

Él, Antonio, ya me conocía de vista, pero yo a él no, le mando un saludo desde aquí y espero que la carrera le fuese genial.

La carrera de 10k dio comienzo, y para calmar los nervios pre-maratón, me dirigí a uno de los urinarios portátiles que había a la derecha del cajón, con el fin de vaciar la vejiga por última vez en, con suerte, 42.195 metros.

En la cola del baño me reconocieron otros dos paisanos, José y Miguel, del club La Caña, de Málaga, con los que charlé brevemente.

Me alegró mucho que me reconociesen tan lejos de mi tierra, fue una agradable sorpresa.

Volví al cajón, mientras la música de dos de mis bandas favoritas, System of a Down y Queen, además de las voces de Raúl y la locutora femenina, nos amenizaban la espera.


Para mi sorpresa, unos paracaidistas aterrizaron frente a la meta minutos antes de que la salida diese comienzo, no entiendo muy bien el motivo de ello, pero fue un momento especial.


Se dio la salida de los atletas que competían en handbike, y ya estaba todo listo, corredores en posición, organizadores preparados y reloj agotando los segundos necesarios para que la prueba comenzase...


La salida fue, como maratón de Sevilla (la de Málaga fue menos multitudinaria), un poco caótica, pero rápidamente los atletas nos organizamos, en función de nuestro ritmo, según avanzábamos por el Paseo de la Castellana.

Me había colocado en mitad del cajón para no ser un estorbo en la salida, pero resultó que la mayoría de corredores que tenía delante comenzaron a un ritmo más lento y los de detrás más rápido, así que tuve que moverme de manera firme para evitar caer a consecuencia de los golpes y empujones de los demás atletas.

Tras unos 500 metros ya estábamos bastante bien distribuidos, y pude comenzar a mirar a mi alrededor, más allá de los corredores que tenía a mi lado, quedándome muy sorprendido por la multiculturalidad de la prueba, que, como adelantó Raúl, contaba con más de 120 nacionalidades representadas.

Vi camisetas de corredores canadienses, australianos, italianos, franceses, alemanes, holandeses, ingleses, portugueses, americanos...

Llego al primer kilómetro cómodo, sintiendo muy seguros los pies en el interior de mis Fivefingers (la transición al minimalismo fue muy buena, como demostró la actuación en la ya citada media maratón de Málaga, en la que debuté con ellas), no obstante, he estudiado el desnivel de la prueba y sé que voy demasiado rápido.


De hecho, me giro y le saco cerca de 200 metros de ventaja a las liebres de 3:00:00, así que tomo la que seguramente sea la mejor decisión de todo el maratón, en el que tomé muchas nuevas decisiones...

La primera de estas decisiones fue correr sin música (habría bandas tocando y hay pruebas en las que está prohibido correr con música, ya que afecta al rendimiento y no lo consideran justo, así que, fuera música), la segunda, correr sin ningún tipo de suplementación (nada de geles, pasas, frutos secos o chocolate en esta ocasión, por curiosidad de como respondía mi cuerpo al esfuerzo con tan solo agua e isotónica) y por primera vez en un maratón... Nada de dejar que las piernas tomasen el mando.

Mi pensamiento fue: "mi debut en los 101 kilómetros de Ronda está a la vuelta de la esquina, el desnivel de este maratón me va a dificultar hacer marca aunque diese lo mejor de mi desde este mismo instante y va a ser la primera vez que recorra más de 33 kilómetros con Fivefingers; corre, pero relájate y disfruta".

Bajé el ritmo y me dije a mi mismo que hasta que la liebre de 3:15:00 no me adelantase no lo acrecentaría (para ponerme a su ritmo), y si más adelante veía necesario dejarla ir, que no dudase.

Con no superar por demasiados minutos las cerca de 3:20:00 que obtuve en mi debut en maratón me daba por más que satisfecho, mi previsión de marca oscilaba entre 3:15:00 y 3:30:00, un amplio margen del que dependerían los últimos kilómetros, no los primeros.

Veo a los corredores de la carrera de 10k a la derecha, bajando en dirección contraria mientras nosotros ascendemos, e intento buscar a María con la mirada entre la marea humana, pero me me resulta tarea imposible fijar la vista en los rostros antes de que pasen de largo, así que me concentro en mi propia carrera, mientras las liebres de 3:00:00 me adelantan con facilidad.

De repente oigo un golpe seco por delante de mi, y al mirar veo que un corredor está tirado en el suelo gritando en un idioma que desconozco a una chica con una cámara de fotos, que está también en el suelo.

Varios corredores recriminan a los fotógrafos que pongan en riesgo su seguridad y la nuestra por tener un buen plano, y de hecho, en el otro lado de la calzada casi sucede un accidente similar, ya que hay un fotógrafo sentado en el suelo con las piernas semiflexionadas y los pies unidos, ocupando bastante espacio y siendo muy poco visible. 

Creo que ello se tendría que regular de algún modo, ya que es un peligro para ambos...

Identifico a un nuevo corredor con la camiseta de la media maratón de Málaga, al que voy alcanzando poco a poco, y cuando estoy a unos 5-10 metros de ponerme a su altura, le grito "¡¡eeeeesos malagueños buenos!!".

Se gira y me dice "bueno, medio malagueño nada más", lo animo al ponerme a su altura y sigo avanzando.

Llegando al kilómetro 3 (¿dónde estaba el segundo?) comienzo a escuchar acordes de una guitarra eléctrica, provenientes del primero de los escenarios, situado al lado del primero de los avituallamientos.

La zona de avituallamientos es muy larga y hay muchos voluntarios, por lo que no hay agolpamientos ni problemas para obtener un botellín, del que bebo varios sorbos de forma pausada entre trago y trago antes de preguntar si alguien quiere agua.

Con el silencio por respuesta, una vez hube apurado el botellín lo arrojé a la derecha de la carretera.

Continuaba corriendo con muy buenas sensaciones, devorando metros, mientras me acercaba a la zona del Santiago Bernabéu, donde me tomé unos instantes para evaluar a los corredores que me rodeaban.

Varios de ellos llevaban un ritmo similar al mío, por lo que probablemente recorriésemos la maratón juntos (muchos corredores nos adelantaban y habíamos adelantado nosotros a varios sin cambiar de ritmo), eran un corredor con la camiseta del Wikaboo, club que conocí en el Algarve Challenge 2014, un paisano suyo, corredor del Clube Gavioes, también portugués, un corredor con una camiseta que llevaba las siglas "EM" en la espalda y otro que llevaba una camiseta con un yorkshire impreso en la parte de atrás.

Las Torres Kio se elevaban a lo lejos, cada vez más cercanas, mientras la marea humana avanzaba a paso firme, aunque con una sensación de agobio menor que la que experimenté durante los primeros kilómetros de la maratón de Sevilla.



Atravesé, por los pelos, el control del kilómetro 5 (el detector estaba en la parte derecha de la carretera, y estaba avanzando por la parte central de la misma) el control del kilómetro 5, que atravesé en 23 minutos 37 segundos, mientras María estaba a punto de completar los 10k por primera vez, a varios kilómetros de distancia.



Yo, por mi parte, dejé atrás el segundo punto de avituallamiento y el segundo escenario, mojándome, por desgracia, la suela de las Fivefingers ligeramente, aunque el agua no llegó a calar hasta los pies, y me encontré en el otro lado de la carretera con la liebre de 3:00:00, que avanzaba a muy buen ritmo.

Tras realizar el giro y bajar hasta ese mismo punto, donde se encontraba el séptimo kilómetro vi, bastantes metros por delante de donde me encontraba yo al ver a las liebres de 3:00:00, a las de 3:15:00, por lo que, pese a encontrarme bien, decidí decelerar ligeramente para dejar que llegase a mi encuentro, y así mantener un ritmo fijo.

Bajé ligeramente el ritmo, tomando como referencia a los corredores portugueses y al del Yorkshire, ya que el de la camiseta de EM se había quedado atrás en el giro de la Avenida Monforte de Lemos.

Llego de nuevo a la rotonda de la Plaza de Castilla esquivando las rejillas del suelo, presumiblemente del metro, entre las que se me atasca un pie en la primera y me provoca un tropezón, aunque sin daño aparente.

Voy con mucho ojo y decido talonar a propósito hasta que las dejamos atrás, ya que considero que son bastante peligrosas al correr con minimalistas sobre ellas, ni que decir tiene si alguien se atrevió a correr la maratón descalzo.

Tras disfrutar brevemente de los acordes de la segunda banda, nos desviamos a la derecha, hacia la Calle Bravo Murillo, y llegando al kilómetro 8 pierdo de vista al corredor del Yorkshire por delante y al del Gavioes por detrás.

Me quedo sin referencias, pero durante pocos metros, ya que antes de llegar a la marca del noveno kilómetro me adelantan las liebres de 3:15:00, llegando a otro escenario, en el que cantan en inglés en esta ocasión, y aprieto el paso para estabilizar mi ritmo con el suyo.

En ese mismo momento, a varios kilómetros de distancia, María culmina su primer 10k, con un tiempo de 1:02:00.



Por mi parte, cruzo el control del kilómetro 10 (en 45:56) acompañando a las dos liebres de 3:15:00, Claudio y otro corredor cuyo nombre no menciona su compañero, a un ritmo de 4:25 minutos por kilómetro según chivatea el GPS de un corredor que lleva una camiseta de "Madrid Corre Por Madrid" y que considera demasiado elevado, pero que para mi va bien.

Entre el avituallamiento del kilómetro 10 y los primeros metros que recorremos en la Calle de Raimundo Fernández Villaverde otra liebre hace aparición y se une a las de 3:15:00, poniendo un ritmo más alto que el que mantenían hasta el momento Claudio y su compañero.

Yo me encontraba muy cómodo al ritmo de Claudio, así que metí una marcha más para alcanzar a la nueva liebre, pero pronto bajó ligeramente el ritmo, al gritarle Claudio "Julio, baja un poco el ritmo que vas muy rápido" y se reagruparon los 3.

Me parecía muy raro correr al lado de 2 liebres que se llamasen igual que compañeros míos del Club Atletismo Fuengirola, y quizá 3, ya que no llegué a oír el nombre del tercer pacemaker.

Avanzo muy motivado ya que, a diferencia de lo que me pasó en la última carrera en la que participé, la meia maratona de Castro Marim, tras un inicio muy rápido y una posterior bajada del ritmo, he sabido estabilizar el mismo y comienzo a pasar corredores, más de los que me adelantan en este punto del recorrido.

Además, comienzo a ver a lo lejos al corredor de la camiseta del yorkshire, al llegar a la rotonda de la Calle Joaquín Costa, pasado el kilómetro 12 y un nuevo escenario, cuya banda está acabando una canción al pasar nuestro grupo, por lo que no pudimos disfrutarlo.

Al llegar el kilómetro 13 estoy a apenas 20 metros del corredor del yorkshire.

Según una parada de bus que marca la temperatura, de los 11 grados que teníamos esta mañana la temperatura ha ascendido hasta 19, no hace nada de frío ni de viento y las sensaciones que llevo son extraordinarias.

Psicológicamente, pese a haber decidido (y recordarme mentalmente kilómetro a kilómetro) correr "tranquilamente" (ya estoy apretando mucho más el ritmo, y lo sé, especialmente en las cuestas arriba, para que las liebres no se me escapen), el hecho de ir por detrás de la liebre de 3:00:00 en este punto de la carrera me va carcomiendo por dentro.

Pasamos una banda más y nos separan a los corredores de maratón (nos desviamos a la derecha) de los de media maratón que continúan por la Calle de Serra, y para mi sorpresa, el corredor con al camiseta del yorkshire sigue recto... ¡Con lo que me había costado ponerme a su altura!

Dentro de lo malo, ya solo quedamos los maratonianos en carrera, si decido marcarme nuevos corredores "baliza" estaré completamente seguro de que corremos la misma distancia.

Al llegar al kilómetro 14 en la calle de mi tocayo Juan Bravo, las 3 liebres se quejan de la ubicación de las marcas de los kilómetros, dándoles la razón varios de los corredores que nos acompañan, ya que por lo visto tan pronto se marca un kilómetro 40 metros antes de tiempo que 50 metros después.

Las calles son muy anchas y veo lógico que si se miden tomando como referencia el centro de las mismas haya diferencias al correr pegado a uno u otro extremo, pero la verdad es que me parece también una diferencia excesiva.

A diferencia del último kilómetro, el paso por la Calle Almagro me parece prácticamente llano, aunque comienzo a notar cansancio.

No sé si es por correr con calzado minimalista o por el desnivel de la capital española, pero me doy cuenta de que aun dejándome la piel en cada metro desde la salida no hubiese sido capaz de mantener el ritmo de la liebre de 3:00:00 más allá de este punto.

Para más inri, nos espera una nueva cuesta larga, en pendiente tendida que parece no acabar, tras girar a la derecha y entrar en la Calle de Santa Engracia.

Paso el control de carrera en 1:08:08 (estos tiempos de paso los sé por las listas de control del chip, en el momento de la carrera no miré el reloj hasta llegar al de media maratón) y recupero nuevamente en el avituallamiento, probando un par de sorbos de una botella de bebida isotónica, ya que noto que comienzo a necesitar azúcar, pero no quiero abusar de él.

Me parece una pena que siendo las botellas tan "caras" (comparadas con agua, por ejemplo), se den completamente llenas, ya que en mi caso solo di dos buches, pero tras ofrecerla y obtener, nuevamente, el silencio por respuesta, no tuve otra opción más que deshacerme de ella.

La eterna calle se extendió durante un kilómetro más, menos mal que al final de la misma una banda nos subió el ánimo con su talento, ya que, personalmente, necesitaba un buen subidón.

Esas calles en pendiente tan largas son más duras que cuestas con el triple de inclinación y la mitad de duración, pero ahora en el recuerdo me gusta su presencia, le dan mucho carácter al maratón, especialmente desde mi punto de vista, yo que solo había corrido maratones llanos sobre asfalto (el HOLE o el Desafío Sur Torcal fueron otro mundo...).

En el giro de la Calle José Abascal algunos de los corredores que llevamos detrás avisan a las liebres de que tengan cuidado, ya que sus globos están a punto de enredarse "de nuevo" (no viví ese momento, pero es una prueba más de lo duro que es el trabajo de liebre, has de ir pendiente del ritmo, el globo, los demás corredores...)

Afortunadamente la Calle Bravo de Murillo es llana, lo que me permite recuperar el aliento y asentar los pulmones y el corazón de nuevo y la Calle San Bernardo tiene la pendiente a nuestro favor (seguro que por error), así que consigo ese punto extra que necesitaba para que no se me escapasen las liebres.

De hecho, la pendiente continúa de nuestro lado hasta donde alcanza la vista, lo que me permite incluso colocarme un par de metros por delante de Claudio (cada 2-3 kilómetros va tirando una liebre distinta) y mantener el ritmo con buenas sensaciones... hasta que llega "el momento"...

Veía la marca del kilómetro 17 a lo lejos... una ligera brisa, casi imperceptible ayudaba a que me refrescase el sudor que me bajaba por la espalda, la multitud animaba rugiendo, una mujer tenía un altavoz del que sonaba la melodía del "A por ellos" y una voluntaria avanzaba en patines y le echaba réflex en el gemelo a un corredor que iba por delante de mí, sin que tuviese que parar si quiera (lo nunca visto, al menos, en mi corta experiencia corriendo maratones), cuando mi estómago giró sobre sí mismo y provocó que casi todos mis músculos hiciesen lo mismo... 

No sentía un apretón así desde la media de Antequera, y lo que es peor, no había ninguna oportunidad de poder aliviarlo.

Éramos una marea que avanzaba prácticamente al mismo ritmo, el público formaba pasillos a ambos lados de la carretera y estaba en pleno centro de Madrid, no tenía escapatoria.

Al llegar al kilómetro 18 pude controlar medianamente el impulso (el paso por la Calle San Bernardo fue infernal), pero no sabía por cuanto tiempo podría retenerlo... era mejor no pensar en ello.

La enorme presencia de público en la Calle Preciados y en la Puerta del Sol ayudaron enormemente a que dejase de pensar en mi puñetero estómago (¿sería producto del azúcar de la bebida isotónica de varios kilómetros atrás? Fui al baño antes de salir de casa, ¿cómo podría ser?) y en la pesadilla a la que me estaba arrastrando.

Al girar en Sol a la Calle Mayor el espacio que teníamos para correr se estrechó notablemente, y decidí colocarme por la derecha, adelantando a las liebres ya que los globos me estorbaban para avanzar en el tramo anterior, en el que me había quedado un poco rezagado.

Iba por el carril bici, chocando la mano a los peques que nos animaban entre la multitud, sonrisas en ristre, tratando de no pensar, sólo correr, como predica el gran Chema Martínez.

Voy reconociendo toda la zona de nuestro paseo de la tarde anterior, lo que me anima y hace que apriete, sin querer darme mucha cuenta, el ritmo, pasando el kilómetro 20 en 1:30:51 y la media, varios metros por delante de las liebres, en 1:35:54 (primer momento en el que miré el reloj en toda la carrera).

Por cálculos mentales estimaba que, si el apretón cesaba o desaparecía, podría no superar por demasiados minutos mi marca más "lenta" en maratón, pero mientras las liebres me daban alcance decían a los corredores que, como yo, llevaban delante "tomáoslo con calma chicos, que esto es el comienzo, ahora empieza lo más duro..."

Psicológicamente ese comentario me resquebrajó la moral un poco, y recordé la experiencia fatídica en los últimos kilómetros de la maratón de Málaga... Al menos ahí tenía a José Antonio animándome, pero hoy estaba en Madrid, no en Málaga, y a pesar de que no estaba "solo" (en cuanto a gente que me conociese), no iba a tener el mismo apoyo que en casa, aunque es cierto que el público fue de 10, desgañitándose a nuestro paso.

Por supuesto, nada de isotónica en el avituallamiento, tan solo agua, 3/4 de botellín para adentro y 1/4 por fuera, para refrescarme la espalda.

Ya había comprobado que aunque el suelo estuviese mojado, no calaba a los pies, al menos si no había mucha agua acumulada, así que avanzaba más tranquilo por las zonas de avituallamiento.

A pesar de que la Calle Ferraz tenía una sutil pendiente a nuestro favor, aborté la misión "ir por delante de las liebres porque sí" y me puse a su altura.

Pasé por la puerta de una cafetería donde había merendado con Gali (amigo madrileño que volvió a Fuengirola el sábado), Emma y María y eso me ayudó a concentrarme, avanzando con una sonrisa al recordar lo bien que lo habíamos pasado.

En el giro hacia el Paseo de Moret mi estómago se rebela de nuevo, y hago lo posible por contenerlo.

Pasan dos corredores con mochila (no alcanzo a ver si con dorsal o no) a muy buen ritmo, y se colocan al lado de otro al que saludan y comienzan a animar, comentando, como si no les costase esfuerzo avanzar, asuntos triviales y desconocidos para mí.

No sé si es por el estómago o porque estoy muy cansado, pero cada vez me cuesta mantener más el ritmo.

Comienzo a escuchar desde atrás gritos de ánimo, mientras me adelanta, a muy bien ritmo también, una corredora, a la que las liebres jalean a la voz de "ánimo Mamen".

"Quien pudiera tener esa energía", pienso mientras busco desesperadamente un baño...

Entramos en la larga recta del Paseo del Pintor Rosales, mientras me pregunto a mí mismo "imagina que encuentras un baño... ¿con qué papel haces el apaño?".

Como caído del cielo me adelanta un patinador, a buen ritmo, y le pregunto si lleva clínex o vendas.

Me mira con preocupación y me dice que no, que solo gasas, que si me encuentro bien, a lo que le respondo que sí, que son para ir al baño.

Su cara se relaja bastante y me dice que bueno, que tiene un paquete de gasas, pero que tiene que "maniobrar" en su mochila, que espere un momento y no me preocupe, que aunque parezca que se queda atrás, en un momento me alcanza.

Las liebres comienzan a ganarme terreno y no soy capaz si quiera de pensar en recuperarlo...

El patinador vuelve a mi lado y me hace entrega de las gasas; le pregunto si hay alguna zona cerca para ir al baño y me dice que teme que no, pero que me desea suerte, y pierde velocidad para atender a un corredor que solicita su ayuda.

"Bueno, al menos estoy en una mejor situación que hace un momento" pienso.

Cada metro se me hace más largo que el anterior, cuando un corredor que se pone a mi altura me dice "que grande, ¿cómo te va con "eso?".

Le miro extrañado (pienso que se refiere a las gasas) y me dice "sí, las minimalistas"

Comenzamos a charlar, aunque no puedo dejar de prestar atención a mi estómago, mientras intercambiamos comentarios y experiencias sobre el minimalismo, Merrels, Fivefigers, Skechers, Huaraches.. y sobre el atletismo en general (él es de Toledo y este es su 6º MAPOMA, ha estado 2 meses en transición al minimalismo y está encantado).

En un momento dado me pregunta si las liebres no van más rápido de lo que deberían, le respondo que creo que sí y me dice que va a por ellas, que planea hacer 3:10:00.

Creo que espera que tire con él, pero le digo que no voy cómodo con el ritmo y me voy quedando atrás.

Entre los kilómetros 23 y 24 llegamos a un tramo con tierra a ambos lados de la carretera, donde varios corredores van al baño tras los árboles y arbustos que se encuentran esparcidos por la zona, y decido hacer lo mismo.

No sé cuanto tardo, pero calculo que entre 5 y 6 minutos, que son los minutos mejor invertidos en una carrera en muchísimo tiempo, tras los que vuelvo a la maratón sintiéndome otra persona.

Me siendo rápido, liviano, ágil... y voy muy cómodo, tanto que me planteo incluso alcanzar a las desaparecidas liebres de 3:15:00, pero con cabeza, y pongo un ritmo competitivo mientras comienzo a adelantar corredores con bastante facilidad, lo que me anima muchísimo.

Según mi GPS (lo llevaba en silencio, lo he visto a posteriori) recorrí la Avenida Valladolid a 4:10 minutos por kilómetro de media hasta llegar al control del kilómetro 25 (1:53:33), tras el cual noté que me estaba desfondando y bajé el ritmo considerablemente (fijándolo a cerca de 4:30 minutos por kilómetro), y notando que ya no adelantaba corredores con la misma facilidad y, de hecho, algunos hasta me pasaban de nuevo.

En el avituallamiento que encontramos cruzando el manzanares intenté coger un gel o barrita energética (notaba que me menguaban considerablemente las fuerzas y acababa de ir al baño, no había peligro de que me sentase mal), pero no pude hacerme con ninguno, sólo con una botella de isotónica a media carga (buena medida para aprovecharla realmente, no se me había ocurrido) y con un botellín de agua, que me sentaron de lujo.

De los kilómetros 26 al 30 hay poco que contar, me encanta la Casa de Campo, pese al desnivel, que me deja bastante mermado físicamente (entro a 4:30 y salgo a 4:50), mi parte favorita es la zona del Paseo María Teresa que rodea al lado y comienzo a ver a mi alrededor a las primeras víctimas del maratón: Corredores que estiran, con caras desencajadas, a un lado de la carretera, otros que dejan de correr y comienzan a andar...

En el giro a la Ronda Lago veo a lo lejos al corredor del Gavioes, y me animo pensando que al menos uno de los corredores que era inicialmente una referencia para mí está dentro de mi alcance (seguramente me adelantaría al parar para ir al baño), y me pongo a su altura y al del grupito con el que va (2 corredores italianos) llegando al final de la Casa de Campo.

Sin embargo, y pese a que continúo adelantando atletas, cada vez son más los que me adelantan a mí y cada vez me cuesta más avanzar...

Paso el control del kilómetro 30 en 2:19:01, comienzo a mirar el reloj cada vez más habitualmente, y no puedo evitar comprobar como se acerca mi perdición, en forma del "Muro".

Hasta el kilómetro 32 me mantengo por debajo de 5 minutos por kilómetro, pero llegando al puente que cruza sobre el Manzanares, cerca del Estadio Vicente Calderón, mi cuerpo se rebela y mi mente comienza a derrumbarse con él.

No es el peor "Muro" que he atravesado, ahora estoy más acostumbrado que nunca a las largas distancias y me repongo con mayor rapidez, pero aun así es un mazazo que te deja tocado sea cual sea tu nivel de preparación (o al menos esa es mi experiencia hasta ahora).

El corredor del Gavioes y su grupo me han dejado atrás en el Paseo de la Ermita del Santo, así que avanzo "solo" y sin referencia, aunque, dando lo mejor de mi, me intento pegar a un corredor que tiene casi tan mal aspecto como yo, pero que va acompañado de uno muy fresco que no para de animarle y apoyarle, como hizo José Antonio conmigo en los últimos kilómetros de la maratón de Málaga.

A diferencia de ese día, ni me planteo pararme, pero llevo los pies machacados, los gemelos se quejan cada vez que los obligo a moverse y me siento pesado y torpe.

El corredor que apoya al que me he planteado seguir dice "vamos ¡coño! que estamos en la catedral del fútbol... ¿no te da vergüenza pasar a este ritmo hombre?... (pausa sin respuesta) ...Pues te vas a animar tu solo a este paso, encima de que yo soy del barça..."

A pesar de "pasar a ese ritmo" me dejan atrás lentamente, y me adelanta otro de los corredores que me marqué como referencia al inicio, el corredor de la camiseta EM.

Al comienzo de la carrera lo vi de espaldas y luego lo adelanté sin prestarle más atención, pensé que sería senior o veterano A, pero ahora me adelanta progresivamente y veo que tiene, al menos, 55 años, por lo que tiro de pundonor para igualarle el ritmo.

Además del porrazo contra el Muro, las pendientes no ayudan a recuperar físicamente (especialmente la del Paseo Imperial, madre mía que cuesta...),  pero psicológicamente me animo al ver otro corredor del Wikaboo portugués y recordar mi experiencia en el Algarve Challenge de la semana pasada.

Paso el kilómetro 35 en 2:45:06, preguntándome si me alcanzarán las liebres de 3:30:00 (uno de los hombres que "anima en el público" grita "¡vamos, vamos, que esas 3:30:00 están casi al alcance de la mano!"

No tengo nada de sed y me cuesta tragar, pero me obligo a recuperar en el avituallamiento y me refresco.

Mi objetivo era ir "tranquilo" y disfrutar, por primera vez en una maratón estoy corriendo con cabeza, dosificando... y a pesar de ello estoy sufriendo mucho más de lo previsto.

Llevo los dedos de los pies acalambrados, creo que tengo un par de ampollas en la planta del pie derecho y comienzo a notar un pinchazo leve en el gemelo derecho al avanzar...

Y entonces leí una pancarta que me animó bastante... no recuerdo exactamente las palabras, pero nos animaba a recorrer los 6,5 kilómetros que quedaban para cruzar la meta, y al acercarme a la muchacha que la sostenía me dice "¡¡Yo te conozco, te sigo en Tuiter, ánimo!!"

Entre que voy KO y que no lo esperaba me deja sin palabras, pero le agradezco los ánimos como puedo y continúo, con una sonrisa en la cara y los ánimos completamente renovados.

Posteriormente publiqué un tuit de agradecimiento por sus ánimos, pero repito el agradecimiento aquí, muchas gracias Naiara Cambas, no sabes cuanto me ayudaste...

Con la moral bien alta afronté una calle aun más alta... y larga, el Paseo de las Acacias.

Un corredor que iba a mi altura se sacudió violentamente, se pasó de repente y vomitó a un lado de la carretera.

Aumenté el ritmo para dejar esa visión atrás, así como al corredor del Wikaboo, aunque no paraban de pasarme corredores y ese "cambio de ritmo" no duró demasiado.

De hecho, creo que no fue muy positivo realizarlo, ya que el paso por la Ronda de Atocha se me hizo eterno, y de no ser por el público, que se había echado a la calle para infundirnos ánimo, aun estaría recorriéndolo... (exagerando un poco, pero no demasiado).

Noto cada vez más fuerte el pinchazo del gemelo derecho, mis pies están muy machacados, sobre todo mis dedos (rezo por que no se me hayan encarnado uñas), pero continuo avanzando...

Comienza a resultarme familiar la zona, y me doy cuenta de que estoy entrando en el Paseo del Prado (han retirado toda la parafernalia de la zona de salida y me cuesta reconocerla) y paso por la Plaza de la Cibeles descontando metros de los prácticamente 4 que me quedan.

María y Emma me comentaron a posteriori que se desgañitaron en gritos de ánimo, pero iba tan concentrado que ni las oí...



Me duele todo tanto que ya no proceso de donde viene el dolor, cada vez paso a más corredores que continúan andando, y a otros que avanzan renqueando, y mientras me repito a mí mismo que no me uniré a ellos mi cuerpo batalla con mi mente para que me detenga.

Avanzo por la zona por donde la carrera de 10k volvía cuando comenzó la maratón, hace ya más de 3 horas... que rápido pasa el tiempo cuando corres...

Paso el kilómetro 39, prácticamente sin pensar en nada, observando a las caras del público (felices, pletóricos incluso, dando lo mejor de sí mismo) y a las de los corredores que me rodean (sufriendo, dándolo todo, dejándose la piel) y me parece un contraste enorme y muy bonito, simbiótico, ya que sin ellos, a estas alturas de la carrera, salvo que tengas un amente muy bien amueblada, te parece que no tiene sentido correr la maratón, y si no se corriese la maratón, ellos no estarían allí...

Como repasando historia del arte giramos a la izquierda en Calle Goya y pasamos a Calle Velázquez, donde absorbo a grandes buches un botellín de agua.

Voy a cerca de 6 minutos el kilómetro, y sólo una pregunta flota en mi mente... "¿Y la meta, y la meta, y la meta, y la meta...?" y aunque sé que tiene que estar cerca, no tengo respuesta.

Giro a la derecha, mientras el público de Madrid (no de 10, de 15) me lleva en volandas con sus gritos de ánimo... Sé que hay una banda antes de llegar a la curva, pero ni si quiera los oigo, como a tantos que he ido pasando en los últimos kilómetros...

Al principio me parecía que estaban muy seguidos, tras la media maratón, que estaban demasiado espaciados, y ahora he llegado a un punto en el que ni si quiera disfruto o me alegro al verlos de lejos...

Estoy en ese punto de autodestrucción física y mental de la maratón, en el que todo nos parece desagradable, molesto y doloroso, y enfadado con el mundo, paso el control de carrera del kilómetro 40 (3:13:50).

"¿Qué me pasa?" me pregunto; "¿son solo las cuestas o es que estoy mucho peor de forma de lo que me esperaba?".

Sé que mi rango de llegada a meta "óptimo" lo establecí entre 3:15:00 y 3:30:00 de antemano, pero en Sevilla con ese tiempo llevaba ya un rato en meta, y ahora tenía aun una distancia enorme que recorrer, y que parecía no tener fin, elevándose giro tras giro tras giro...

Tras lo que me parece una eternidad llego hasta el kilómetro 41, gracias al público más que a mi propio cuerpo, irreconocible para mí mismo debido al agotamiento, y al entrar en la Calle O'Donnel veo un arco, que confundo con el arco de meta, y comienzo a avanzar con ánimos renovados, rondando la friolera de 5:00 minutos por kilómetro en ese momento de la maratón.

Resulta que el arco entra al Parte del Retiro, pensaba que nada más cruzarlo habría acabado la carrera (sí, sin pasar el kilómetro 42 y sus 195 metros extras correspondientes, así estaba), pero dentro de lo malo, la pendiente parece llana, y hasta casi descendiente si la miro bien.






Adelanto a corredores y otros corredores me adelantan a mí...

Kilómetro 42, esto está hecho, ya no puede quedar nada... Continúo corriendo y veo otro arco a lo lejos... Muy lejos... pero avanzo incansable hasta él.

No cabe duda, ¡es la meta! dejo de pensar, dejo de sentir, quizá hasta de respirar... y solo puedo correr, cruzar ese arco que avanza inexorable hacia 3:26:00 y levantar ambos brazos y 3 dedos en cada uno, a modo de conteo de este, el tercer maratón que finalizo en mi corta vida.





Crucé la meta en 3:26:06, 3:25:55 según mi crono y 3:25:53 según el tiempo real cronometrado por el chip, pero nada de eso importaba, solo que había vencido al maratón por tercera ocasión, calzando de inicio a fin Fivefingers y logrando uno de mis propósitos deportivos para este año.

No sé en qué orden pasaron las cosas que siguieron a mi llegada a meta, pero sé que cogí una botella de isotónica, que duró segundos llena, que continué por la zona de "corredores con dorsal", recogí la medalla que me acreditaba como "finisher", la bolsa del corredor, un botellín de agua, una manta térmica, posé en el photocall de meta y atravesé el punto de no retorno.



Necesito descalzarme, tumbarme y beber, pero está todo lleno de gente por todos lados...

Me meto en una zona con arena y piedrecillas, y usando la manta térmica a modo de toalla, me descalzo y me tumbo encima, notando un alivio supremo.



Doy a mi pareja, familiares, amigos y compañeros del Club Atletismo Fuengirola la noticia de mi llegada a meta y llamo a María y Emma, para encontrarme con ellas, mientras me doy cuenta de que esta llegada a meta no ha sido emotiva para mí.

En mi debut en Málaga se me saltaron las lágrimas, en Sevilla lloré lo que no está escrito, pero en esta ocasión ha sido un poco indiferente...

Quizás haya sido por recorrer dos carreras de distancia superior a la maratón tras la maratón de Sevilla, por lo difícil del circuito, por obtener una marca "tan lenta"... pero el momento de cruzar la línea "sólo" fue especial, no trascendental.

María y Emma no tardan en localizarme y mientras nos ponemos al día e intercambiamos impresiones sobre las carreras vamos volviendo al piso de Iratxi.




Agradezco de nuevo a Elodie y a Iratxi que me dejasen quedarme en el piso, así como moverme en él como quisiese, ¡qué majas sois, leñe!

Tras ducharme y ponerme "de calle" de nuevo (con mi medalla, eso sí), pasé una buena tarde de paseo por Madrid, muy agradable pese a que los pies los tenía muy hinchados, pero podía andar sin grandes problemas, y las piernas las tenía muy bien, gemelos cargados pero como si hubiese hecho una tirada larga en montaña.

Sólo 5 ampollas, 2 en un pie (izquierdo) y 3 en otro quedaban como consecuencia lateral de correr la maratón con las Fivefingers.



Lo duro fue el viaje de vuelta, con sólo 4 horas de sueño (siendo optimista) en el cuerpo y tras coger taxi, avión y tren, pero sobreviví a la experiencia y ya estoy en casa, prácticamente recuperado de la maratón (me duelen ligeramente los dedos de los pies al flexionarlos), preparándome para los 101 del sábado próximo, esta semana toca descanso casi total.

Ya os contaré las experiencias posteriores a la maratón con más detalle en otra entrada, ¡tercera a la saca!



Espero que os haya gustado, he vivido muchas experiencias en la capital, buenas todas ellas, en mayor o menor medida, y si el año que viene continúo en España (depende de una beca), estoy madurando un proyecto que creo que os gustará a todos, conforme se acerque el verano iré revelando más detalles...

¡Un saludo a todos, espero que las agujetas hayan pasado, recordad que lo peor lo dejamos atrás en la línea de meta, ya es todo "cuesta abajo"!

Comentarios

  1. Hola Juan!!
    Todo u n placer leer tu blog y ya de paso te cojo prestada una foto, es la del km39, salimos una chica,tu y yo.
    Tuvimos carreras completamente diferentes, pero a la vez coincidiendo en varios tramos de la carrera. Te recuerdo bien, porque en varios tramos de la carrera tu pañuelo me sirvió de referencia.
    Un placer y a disfutar de esto del correr, espero que en la próxima termines con mas fuerzas y quien sabe, lo mismo el destino nos vuelve a unir. Mientras tanto a seguir disfrutando

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    1. Sin problema José María, espero que volvamos a coincidir y así podemos presentarnos como es debido, sea en carrera o no ;)
      Lo mismo digo, espero que te vaya genial, voy a echarle un ojo a tu crónica ;)

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  2. por cierto, te paso mi crónica de mi carrera:
    http://pesetatrail.blogspot.com.es/2014/04/maraton-rock-n-roll-madrid-2014.html

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    1. Me ha gustado la crónica, así como el blog, si quieres te añado a la sección de web amigas ;)

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  3. ¡Gracias Miguel!
    Ya mismo tendré que buscarme otro cuarto, o los trofeos o yo... jajaja
    Demasiado descanso, llevo una hora entrenada desde que corrí la maratón, esta semana quiero hacer 2-3 tiraditas, una de 1 hora, otra de 2 y otra de 3 y puesto a punto para el sábado ;)
    Muchísimas gracias por el comentario Miguel, un saludo.

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