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XXVIII Media Maratón Ciudad de Marbella


Mi primera media maratón de la temporada me hizo dar demasiadas vueltas en la cama durante toda la noche…

Recordaba el buen sabor de boca que se me quedó el año pasado con 1:33:10, mi mejor tiempo en el circuito, que me otorgó la segunda posición, tiempo especialmente dulce después de haber hecho 1:49:12 hace dos años (aun así saqué podio, incomprensiblemente), debido a que corrí con gripe y tenía el cuerpo machacado.


Recuerdo cuán eterna se me hizo la zona del albero del paseo marítimo… Ya a la ida parecía no acabar… y cuando acabé casi me desplomo, tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para mantenerme en pie.

Y este año mi cuerpo parecía que me la iba a jugar y se iba a repetir la historia: llevaba desde el domingo pasado afónico, muy congestionado, y una noche tuve hasta décimas de fiebre (el martes), por lo que no pude entrenar bien en toda la semana, y desde el Jueves no hice absolutamente nada de ejercicio físico.

Parecía que me acababa de acostar cuando sonó el despertador. Me aclaré la garganta. Bien, dolía ligeramente, pero era catalogable como molestia, nada que ver con los días previos, y aunque tenía la nariz congestionada, podía respirar por ambos agujeros.

Parece que esta vez no se volvería a repetir la historia.

Me vestí rápidamente y empecé a comprobar que lo llevaba todo: El chándal, la cartera, las gafas para cambiarme luego, la botera con las botas para cambiarme con calcetines, calzoncillos, camiseta seca, imperdibles, móvil, las llaves, certificado de pago de la inscripción con el número de dorsal anotado… Y tras cerciorarme de que estaba todo en su sitio (siempre compruebo todo 2 veces y siempre me falta algo, aunque esta vez no sería el caso), bajé a la cocina.

Desayuné un plátano, un colacao con medio litro de leche y un par de yogures de fresa, y me dirigí hacia la ermita, dónde había quedado con Manolo para que me recogiese.

Pegaba el ralentillo y hacía un frío desagradable, así que paré un momento a ponerme la chaqueta y seguir hacia adelante.

Estaba amaneciendo cuando llegué a la ermita, demasiado puntual, para variar, y me puse a escuchar algo de música y a comprobar si algún bicho raro como yo estaba por whatsapp a esas horas de la mañana en un domingo.


A la hora acordada llegó Manolo a recogerme, con Jose Luis, Rocío y Ramón, y nos dirigimos a Mercacentro por si había algún rezagado.

Fue el caso y acercamos a Sergio hasta otro de los coches, que tenía hueco, tras lo cual nos pusimos en camino.

Una vez en Marbella, decidimos aparcar a medio camino entre el punto de recogida de dorsales y la meta, ya que en esta media maratón la salida y la meta son en lugares diferentes y quedan un poco distantes el uno del otro.

Al salir del coche miramos la hora, las 9 menos 10, así que nos dirigimos sin mucha demora a por nuestros dorsales.


Por el camino nos encontramos con Claudio, compañero del club, y nos hicimos una foto de grupo, tras lo cual, seguimos avanzando camino del palacio de congresos de Marbella.




Este año la puerta principal estaba cerrada, y la recogida de dorsales se hacía por el acceso lateral, así que allá que fuimos, y nos encontramos con enormes colas a ambos lados de la sala, para recoger el dorsal, y para recoger la bolsa del corredor.


Para cuando llegamos la talla M ya se había agotado, como suele ser habitual, pese a que pasan un cuestionario al inscribirte en el que preguntan por la talla de la camiseta, así que cogí una L y la bolsa del corredor, y me puse a curiosear mientras mis compañeros acababan de coger las suyas.

En el interior había una braga, que me puse en el cuello al momento, y una mochila, aunque la del año pasado estaba bastante mejor. Completaban la bolsa del corredor geles energéticos, sabor limón o manzana.

Tras dejarlo todo en el maletero del coche, fuimos al arco de salida, donde ya estaban empezando a calentar algunos corredores, y nos echamos una foto de familia todos juntos.


Después, mientras unos calentaban, otros buscamos un baño cerca de la zona de salida para ir cogiendo sitio, pero acabamos volviendo al palacio de deportes, y de allí ya fuimos a la línea de salida.

Estaba llenísimo, y aun escurriéndonos entre la gente no llegamos a sobrepasar la zona de aproximadamente 2 tercios de gente, pero ahí vimos a Manolo y nos colocamos junto a él Javi y yo para salir.

Escasos momentos antes del pistoletazo de salida el arco situado sobre la salida femenina se empezó a caer, para sorpresa de las atletas que se encontraban debajo, y pensé que eso ralentizaría unos minutos la salida, pero prácticamente nada más elevarse de nuevo, y mientras el comentarista hablaba de otra cosa, se dio el pistoletazo de salida.

Como pude, me fui abriendo hueco entre la gente. No me gusta empezar en primera línea si no voy a empezar los primeros kilómetros a un ritmo fuerte, pero es mucho peor empezar tan atrás, ya que al principio tienes que abrirte paso prácticamente al trote.


Salí entre la zona de la liebre de 1:40:00 y la liebre de 1:50:00, y me decidí, tan pronto como me abrí un hueco lo suficientemente grande, avanzar a buen ritmo hasta la liebre de la 1:30:00 y mantenerme a su lado.

Tardé algo menos de dos kilómetros en coger a la liebre, sorprendentemente, sin demasiado esfuerzo, y eso que estaba rodando en parciales más elevados para luego compensar en la segunda mitad.

Sobre el kilómetro 2.5 pasé a Álvaro, del Alpino Jarapalos, que sin duda está teniendo un inicio de temporada difícil, ya que en Torremolinos también estuvo bajillo de forma.

En torno al kilómetro 3, Ramón Gayúbar me adelantó, y me dijo que planeaba ir a por 1:28:00 aproximadamente, y decidí pegarme a él, ya que si me veía sin fuerzas más adelante siempre podía desacelerar un poco y pegarme de nuevo a la liebre, para dejarme llevar con el grupo que la rodeaba.

Pasamos por el control del kilómetro 5 en 20:08, un tiempo buenísimo teniendo en cuenta que el primer kilómetro se hizo muy lento y que en la parte que callejeamos por la ciudad al principio había algo de desnivel, cuando el resto de la carrera fue prácticamente llana.

Sobre el kilómetro 6 Ramón me preguntó que si me sentía cómodo con el ritmo, y yo, que hasta ahora me había “encontrado” los kilómetros (me sentía tan cómodo que ni miraba a los lados ni miraba el reloj, corría por sensaciones), le respondí que sí sin dudarlo, y seguimos avanzando hombro con hombro.


En torno al kilómetro 9, una vez que se acaba el camino de albero (que me pareció la mitad de largo que otros años) y empieza la breve subida por la que nos meten por carretera, miré a ambos lados y vi que Ramón se había. descolgado un poco, pero me seguía de cerca.

Cada vez veía más cerca a algún atleta o grupo delante de mí, por lo que prácticamente no rebajé el ritmo en la subida, y una vez que entramos en la carretera me saludó Juan Luis, que había venido en bici desde Fuengirola, y que se paró a echarnos un par de fotos.

Entre el ánimo que me daba ir pasando corredores en una parte tan avanzada de la carrera (había pasado la mitad sin casi darme cuenta), y los que me transmitía él desde la bicicleta, llegué a Puerto Banús con el ánimo elevadísimo, y coincidí en el carril de entrada al puerto con Javier Díaz Carretero y la cabeza de carrera, que venía de dar la vuelta a los dos espigones.

Se me hizo raro que este año no estuviese José Manuel, de Marbella, con la piragua por esa zona, pero igual tenía competición o mil cosas…

En el espigón bajé unas décimas el ritmo debido a un viento muy desagradable que soplaba de cara, pero una vez que salí del puerto, recuperé el ritmo anterior, y, con las piernas ya bastante cargadas pero mi motivación igualmente, encaré los últimos kilómetros de la carrera.

El segundo tramo sobre albero se me hizo bastante más largo que el primero (es más largo, ya lo sé, pero me refiero a bastante más), pero como seguía pasando atletas mi ánimo no llegó a decaer.

Hubo un momento en el que me pasó un atleta, y fue como si me cayese un jarro de agua fría, me pegué a su ritmo pero vi que no podía aguantárselo mucho más, así que una vez que nos acercamos a una pareja de corredores del mismo club lo dejé de ir y me pegué a ellos.

En el último avituallamiento cogí un vaso de agua, que bebí de un único trago, y una chica me puso en la otra mano un vaso con isotónica al grito de “ánimo campeón”.

Me costó más beber el vaso de isotónica que el de agua, ya que casi me atraganto, pero tras un par de buches pequeños decidí dejarlo, ya un buche más que menos no iba a cambiar las cosas.

Me mantuve al ritmo de la pareja hasta que empezamos a alcanzar a otro corredor, y vi pasar el kilómetro 19.

La meta estaba cerca, muy cerca, y con un cambio de ritmo sobrepasé a mis compañeros de fatigas durante esos últimos kilómetros y me dispuse a correr los dos últimos kilómetros en solitario.

Al pasar el kilómetro 20 alguien de la organización dijo a dos corredores que iban delante de mí “92 y 93” y al pasar yo dijo “94”.

No procesé la información hasta que empecé a ver a lo lejos la alfombra que nos guiaba a meta, y en ese momento inhalé lo más profundamente que pude y empecé un sprint agónico.


Durante unos segundos sólo existía la meta, y estaba más cerca, más cerca… creo que durante unos segundos incluso aguanté la respiración.




En esos segundos en los que parecía que todo el mundo, salvo mi corazón, se había ralentizado, crucé finalmente la meta, y en un acto reflejo paré el crono, en 1:26:00, mientras frenaba en seco y respiraba una bocanada de aire que me traía de vuelta al mundo real.


Cuando miré el crono de la organización marcaba 1:26:10, y aún ni era consciente de que había superado mi anterior marca personal (1:29:59), en más de 3 minutos, pero tras recoger la medalla de “finisher” y dirigirme a la zona de bebidas caí en la cuenta.

En las últimas ediciones un muchacho del club de Tolox se había proclamado campeón, y si no lo había visto en todo el transcurso de la carrera probablemente me había ganado, pero no importaba, había rebajado mi tiempo con respecto el año pasado en más de 6 minutos, y pulverizado mi marca personal.

Realmente no importa ser primero, segundo o decimoctavo, rebajar tu marca personal de esa forma es recompensa suficiente al esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas invertidos tanto en los entrenamientos como en la misma competición, todo lo demás que puedas conseguir es un plus añadido.

Me recreé en la zona de avituallamientos para recuperar con las bebidas deportivas, el agua y la fruta que servían los voluntarios (la sandía estaba realmente sabrosa), y fui intercambiando impresiones sobre la carrera con los compañeros que iban llegando.

Cuando todos los compañeros del coche llegaron fuimos camino a recoger nuestras pertenencias, y a medio camino decidí volverme, ya que posiblemente obtendría trofeo y no quería perderme la entrega.

Al regresar estaban pasando por meta los últimos atletas, y estaban empezando a preparar las cosas para la entrega de trofeos.


La espera se me hizo eterna, ya que tenía la ropa empapada y soplaba  brisa, y también tenía las piernas muy cargadas, pero no había ningún lugar cerca para sentarme.

Finalmente comenzó la entrega, con los premios de la categoría absoluta, y luego pasaron a las categorías de discapacitados y a júnior.

En promesa me llamaron segundo al podio, el corredor que obtuvo el tercer puesto no se presentó a la recogida, así que me quedé con la intriga de saber si lo conocía o no, y al primer clasificado tampoco lo conocía, un corredor independiente de Ubrique.


La copa estaba chula, a juego con la medalla, y tras recogerla me pegué un trote ligero hacia el lugar donde habíamos aparcado el coche.

Había sido una mañana estupenda, y hasta aquí relataré, ya que quiero hablar sólo de temas deportivos en este blog y cuando llegué había dos coches de la policía nacional en la calle, debido a que nos habían abierto el coche y robado nuestras pertenencias.

La aventura, por desgracia, no acabó en la línea de meta, sino en la comisaría, pero esa es otra historia, deportivamente hablando fue un domingo genial y, espero, preludio de grandes resultados en esta temporada de atletismo.

De momento 3 carrera y 3 podios, la racha no va a durar para siempre (de hecho, en San Pedro seré sénior, por lo que no tengo opciones), así que hay que disfrutarla mientras dure.

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