Cinco y media de la mañana, vibra el reloj; compruebo que es la hora correcta (me desperté de madrugada y como no era el momento, fui al baño) y tras confirmarlo, me incorporé camino de la cocina.
Poco después de las once de la noche del viernes aterrizaba en el aeropuerto de Valencia y tras coger la mochila y salir por la puerta trasera del turbohélice, me dirigí a la salida.