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I 12 Horas Ciudad de Santander

 

Varios meses después, tras el gran resultado alcanzado en los 50 kilómetros, volvía a Santander, en esta ocasión para participar en una prueba por tiempo.

Sería en la primera edición de las 12 horas, donde intentaría hacer entre 130 y 135 kilómetros, superando así los 129 km obtenidos en marzo en el I Ultrarunning Barcelona.

Había hablado con varios corredores con experiencia en estos menesteres y me aseguraban que valía más de esa distancia y que quizás estaba pecando de conservador.

Pero llevaba varias semanas cansado, con jornadas de hasta 60 horas semanales, poco sueño cada noche y un calor pegajoso y horrible que me acompañaba entrenando cada madrugada.

Desde el Veleta realmente no había recuperado buenas sensaciones, con días buenos y días malos en los entrenos, especialmente en las dos últimas semanas, ya que había recortado casi una hora a la penúltima tirada larga y la última, de casi 4 horas, quedó reducida a una.

Imaginaba que era algo más mental que físico y por eso ansíaba la llegada de la semana de vacaciones, donde reduje la carga aun más de lo habitual al no encontrarme tan recuperado como esperaba, y llegué el jueves a barcelona.

Me hospedé en el hostal Allegro, recogí el dorsal el viernes por la mañana y estuve paseando por el Parque de las Llamas, el paseo marítimo y el centro la mayor parte del día.

Por la tarde estuve descansando en el hostal hasta la hora acordada con Eduardo, Xesc y Pity, compañeros del Burjassot con quienes cenaríamos, como ya es costumbre, en la pizzeria de Vittorio.


Pasamos una buena velada, en la que coincidimos con Isika y otra corredora y nos recogimos pronto.

Di varias vueltas esa noche y aunque dormí más de 8 horas, me encontraba algo cansado al despertar.

Desayuné arroz con atún, cogí la mochila y las cosas y me dirigí nuevamente al Parque de las Llamas, donde ya estaba montada la carpa del club y me encontré con Julio, que correría también las 12 horas.


Pude conocer a Antonio Tarazona en persona y reencontrarme con Óscar, de Lugo, Manolo Rico y Pedro Serna, de Murcia, Nico e Isaac (que nos ayudaría con el avituallamiento), de Asturias, Marcos, de Canarias... corredores de todos los lugares de la geografía española.

Recogí las cosas del avituallamiento que había dejado en la furgoneta de Xesc la tarde anterior, preparé las cosas, me cambié y ya estaba listo para salir.

Había mezclado en bidones de 33 cl Tailwind de diferentes sabores (dos medidas), con un cazo grande de maltodextrina, lo que daba 85 gramos de hidratos de carbono por bidón, que idealmente me bebería en una hora.

Llevaba en la mochila otra bidón, solo con agua, para enjuagarme la boca y refrescarme, 12 cápsulas de sales Aptonia y toallitas húmedas, por si tenía que ir al baño.

Tras pasar por el mismo y colocarme en el corralito de salida me sentía ya preparado, con la idea de salir a 5:10-5:15 y tratar de mantener el ritmo la mayor parte del tiempo posible.

Me situé en una de las marcas tras los corredores de 3 y 6 horas, eché un vistazo a las posiciones de Nico, Pedro y Xesc, con quienes seguramente compartiría ritmo y kilómetros y tras el pistoletazo de salida me coloqué tras ellos.

Mentiría si dijese que no disfruté las primeras vueltas, escuchando las anécdotas de Nico en la concentración de la selección española, los comentarios de Pedro Serna... 

Los perdí en una parada conjunta que hicieron para ir al baño y continué relativamente en solitario, ya que aunque no terminaba de cuadrar el ritmo con nadie, reconocí a Adalberto Maidana, al que animé al adelantar, a Javi Lozano, que avanzaba a ritmo constante poco más atrás...


Y me adelantaban como balas otros corredores, entre ellos un muchacho joven con camiseta de aros roja del Vino de Toro, con dorsal de las 12 horas y Julio, que rondaría un ritmo de 4:30 minutos el kilómetro.

Alberto Plazas, de Murcia, pasaba también como una exhalación junto a un compañero de club.

Al llegar a la primera hora me notaba muy cansado, pese a ir bebiendo constantemente y haberme tomado las sales, con las piernas pesadas y el pulso bastante bajo, en torno a 128 pulsaciones, cuando lo tenía sobre 135 al comienzo de la prueba.

Me concentré en el ritmo, la zancada, la respiración y mantuve constante la velocidad hasta el kilómetro 25, que fue el último que bajé de 5:15 en toda la carrera.


Parecía que llevase al menos cinco o seis horas corriendo y apenas llevaba algo más de dos horas, me sentía agotado, con las piernas vacías y muy desmoralizado.

Me ayudaron enormemente la compañía de Héctor y Rafael, con quienes fui compartiendo vueltas y kilómetros hablando sobre diabetes y deporte con el primero y sobre las aventuras con los BeermenZ con el segundo.

Ambos me comentaron que no me parase a hablar con ellos, que subiese el ritmo si quería, pero la verdad es que si podía llevar el ritmo en ese momento era gracias a ellos, ya que al hablar no pensaba tanto en lo mal que me encontraba.

Lo curioso es que no tenía ninguna molestia muscular, el estómago me estaba funcionando perfectamente y aunque hacía calor y humedad, no era nada a lo que no estuviese ya acostumbrado.

Tras una parada para ir al baño me quedé solo y sin pensarlo mucho, me puse a andar.

Era tan sencillo caminar... no iba a ser el primero que cayese, ya que el muchacho joven de la camiseta de aros roja y hasta Marcos habían parado ya a andar, pero no era a lo que había venido y estaba un poco perdido.

Había tenido días malos en los entrenamientos, de acortar las sesiones o hacer series de menos, pero los ritmos siempre los había cumplido a rajatabla y hoy precisamente no era duro, ya que suelo correr a 4:30 en las tiradas largas y puedo aguantar tres y cuatro horas sin problema alguno y hoy a 5:15 ya era incapaz de correr.

Me sacó Xesc de mis pensamientos y me animó a trotar, así que seguí con él.

Parecía un Dejavu de Barcelona, donde me ayudó a resucitar con el Vichy, pero hoy el problema no era estomacal, no sabía si mental o incluso algo peor...

Porque conforme fui atando cabos recordé la última vez que me encontraba tan cansado y con pulso bajo al correr, no bajo de estar fuerte e ir cómodo, sino bajo de no tener fuerzas para apretar el ritmo.

Ya antes de la carrera había solicitado una analítica de seguimiento, porque aunque las últimas, de febrero, por la Seguridad Social y en Mayo, por el trabajo, habían salido bien, el verano había sido muy largo y quería confirmar que seguía todo bien.

No parecía ser el caso y aunque con la compañía de Xesc los kilómetros fueron cayendo, poco a poco también el ritmo, ya que él, al contrario que yo, llevaba el pulso disparado y completamos juntos el que fue su maratón más lento hasta el momento.

Ambos pensábamos en retirarnos pero nos animábamos mutuamente hasta que decidí llamar a Mayte, ya que sabía que a mi me costaría mucho tomar la decisión de parar tras el esfuerzo de llegar a Santander, pero no había muchas opciones.

Apenas unos minutos necesité para ver la realidad, si tan mal estaba, el cuerpo me estaba pidiendo parar, y siguiese hasta los 50 kilómetros o las 6 horas, no iba a conseguir nada.

Lo hablé con Xesc y acordamos parar a la siguiente vuelta, donde aproveché para coger isotónico de limón fresquito, que me fue dando la vida en los kilómetros de más calor y unos picos de membrillo.

No me sentía mal por abandonar, a diferencia de otras veces, sino preocupado por si había vuelto a caer en la anemia.

Me consolaba pensando al menos en que si era así no podía estar muy avanzada, ya que la última vez apena podía rodar a 6 minutos el kilómetro y esta vez había pasado 4 horas y cuarto a un ritmo medio de 5:33 minutos el kilómetro.

Tras charlar con Marcos, que también decidió retirarse, fui con Xesc al palacio de deportes, donde nos duchamos y volvimos para disfrutar el final de las 6 horas, donde Eduardo estuvo a punto de meterse en el podio absoluto y Vity cerró un gran debut, con trofeo incluido.

Tenía sueño y estaba agotado, así que me despedí de mis compañeros, le dejé a Isaac una bolsa con puré de patata, leche, agua, coca-cola y plátanos, por si le era de ayuda a alguien y tras cenar me fui directo al hostal.

A la mañana siguiente me esperaban un autobús y dos vuelos para volver a casa, pero al final me acosté tarde, hasta después del final de las 12 horas, ya que el seguimiento de Julio, Nico y Javi Lozano me tenía enganchado, así como el de Pedro Serna en las 24 horas.

No era para nada el resultado que esperaba, pero como suelen decir, una retirada a tiempo, es una victoria.

Decidí no volver a entrenar hasta que me den los resultados de la analítica y en función de lo que salga, plantear la temporada.

Está claro que la salud es lo primero y si no sale una analítica en condiciones y es necesario dejar los ultras para 2022, no habrá alternativa.

Comentarios

  1. Ya me parecía raro cuando os vi pasar con las mochilas... Luego vi resultados y ya me imaginé.
    A mí también se me pasaron un par de horas volando con la charla y escuchando (disimuladamente) las historias de Nico, Pedro y aquel grupo.

    Espero que todo salga ok en la analítica.
    (Mucho ánimo para tu amigo...)

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