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XXXI Media Maratón de Puente Genil



Desde el 6 de febrero de 2011, en el que acabé en 1:35:05, no había vuelto a correr la Media Maratón de Puente Genil.

Más de 10 años han pasado desde esa fría mañana, pero la ilusión con la que me pongo el dorsal, aunque haya que madrugar tras dormir poco más de 4 horas después de un turno completo de trabajo y conducir 140 kilómetros, sigue intacta.

Acudía a la cita sin presión, ya que debía celebrarse el 16 de mayo, por lo que me valía para hacer mínima para el campeonato de España de 100 kilómetros, pero la situación sanitaria hizo necesario aplazarla nuevamente a este domingo.

Para el 16 de mayo tenía que haber bajado de una hora y 20 minutos, así que, aunque ya la marca no era necesaria, pues correría en el Open, intentaría rodar entre 3:45 y 3:48 para comprobar si efectivamente, la hubiese conseguido.


Llegamos bien temprano a la zona de salida y meta, situada en la Avenida Adolfo Suárez, donde fuimos recibiendo a los compañeros del Club Atletismo Fuengirola que iban llegando.

Aproveché para tomar hora y media antes de la salida el segundo desayuno, un plátano (el primero fue a las 5:15 am, dos plátanos y un vaso de agua con un comprimido de magnesio) y tras pasar por el servicio y recoger la bolsa del corredor, estuve charlando con compañeros y amigos del atletismo.

Estaban entre otros compañeros del Club Atletismo Guadalhorce, del San Pedro o del Rincón Vélez, además de por supuesto, corredores del EPA Miguel Ríos, los Amigos del Canal, de Lucena o del Surco.

Poco antes de la salida le di una vuelta al polideportivo con Teresa, que finalmente correrá también los 50 kilómetros en Santander el próximo sábado y me preparé para salir.

Bernardo Ortiz, del San Pedro y Jesús Gutiérrez, de Álora, intentarían rondar también la hora 20, así que si en la salida me quedaba muy descolgado intentaría pegarme a ellos para tener una buena referencia.

Llegando la hora acordada y tras un breve retraso mientras nos colocábamos respetando la distancia de seguridad, se dio el pistoletazo de salida, tras unos cientos de metros nos bajamos las mascarillas y comenzó la carrera.


Era perfectamente consciente de que salíamos cuesta abajo, por lo que mantuve la cabeza fría y no me dejé llevar, pero me sorprendieron dos cosas, la primera, que al llegar al giro hacia la Carretera de la Rambla ya había adelantado a una decena de corredores que habían salido por delante (yo salí con 5 o 6 filas de corredores por delante) y que a mí me habían adelantado otros tantos desde atrás.

Me pareció una salida un tanto frenética y aunque me encontraba cómodo, al pasar el segundo kilómetro en 3:34 decidí bajar un poco el ritmo.

Estabilizado en torno a 3:45 iba cazando grupitos de corredores con relativa facilidad, mientras el calor comenzaba a apretar.


En la segunda vuelta al circuito urbano ya había menos sombra en las calles y el desgaste empezaba a dejar mella en algunos corredores que iban descolgándose ya de sus grupos de referencia.

Un corredor al adelantarle me preguntó si sabía si toda la carrera sería en el circuito, pero le dije que me imaginaba que ya mismo nos sacarían hacia el canal de riego y daríamos la vuelta en Cordobilla.

Al menos eso esperaba, ya que empezaba a tener bastante sed y salvo el gel que llevaba en la parte de atrás del pantalón no tenía nada para beber, aún no había divisado ningún puesto de avituallamiento.

En el segundo paso por el Parque de la Arena, efectivamente, nos desviaron hacia el antiguo recinto ferial y ya divisé el avituallamiento.

Cogí un botellín de agua helada y tras dar un profundo buche, me eché media botella por encima para refrescarme, apuré el agua que quedaba con un buen sorbo y la eché a un lateral.

Había pasado el primer 5000 en 18:23 y en el sexto y séptimo kilómetro había rodado ligeramente por debajo de 3:40 minutos el kilómetro, pero se avecinaban cuestas, literalmente, que a pleno sol prometían emociones fuertes.

Ya no había grupos, los corredores avanzaban de a uno como podían, pegados al lateral del camino y viendo como el ritmo iba aumentando irremediablemente conforme se empinaba el perfil, completé el que sería el kilómetro más lento de la carrera, el octavo, que culminaba en el ascenso al canal de riego.

Había tardado 4 minuto y un segundo en recorrerlo, estaba en un pico de pulsaciones y aunque ahí al menos soplaba algo de aire, venía de frente y daba la sensación de que frenaba más que refrescaba.

Con menor frescura en las piernas y ya superando por poco los 3:45 minutos el kilómetro continué avanzando, apretando si veía en el GPS los 3:48 que me había puesto de techo.

Sin duda el margen en los kilómetros iniciales cubría ese kilómetro a 4, pero quedaba aun media carrera y no podía dormirme.

El segundo avituallamiento me vino mejor aun que el primero, ya que de nuevo estaba completamente seco, pero la musculatura iba respondiendo bien y aunque el ritmo era competitivo, no iba incómodo.

Me extrañó ver a un corredor del Álora pararse a lo lejos, caminar un par de pasos y echar a correr de nuevo, algo que repitió unos metros más tarde.

Por delante de él iban un corredor de azul y otro de naranja, que suponía que le acabarían alcanzando, pero en cuanto volvió a correr mantuvo las distancias y de hecho fui yo el que poco a poco le fue dando caza a ellos.

La parte de atrás de las calzonas se había mojado entre el agua del avituallamiento y mi sudor y uno de los filos del gel me empezaba a rozar, así que decidí adelantar el gel que me iba a tomar en el kilómetro 15 al 13, poco antes de entrar en Cordobilla.

Era un hidrogel, por lo que no necesitaría tomar agua para beberlo, pero por tamaño la experiencia me ha demostrado que es mejor tomármelo en varias veces, ya que si no puede llegar a sentarme mal y lo último que necesitaba era problemas estomacales a esas alturas de carrera, así que le di un buche, lo apreté con el pulgar y continué corriendo con él en la mano.

En ese momento nos cruzamos con la cabeza de carrera, con un corredor bastante destacado seguido por una pareja de corredores y otros dos más adelante.

Iba siguiendo al corredor que tenía justo delante de mi y casi hacemos un recto sin entrar en Cordobilla, el policía del cruce tardó en darnos la indicación y casi derrapo al coger la curva en cuesta de golpe.

Pasé por el control de carrera apurando ya del todo el gel y pensé en echarlo en las papeleras del giro del embalse de Cordobilla, pero no confiaba en mi puntería, así que me lo volví a meter en el bolsillo de las calzonas y emprendí el rumbo de vuelta a Puente Genil.

Tras casi dos kilómetros corriendo con el gel en la mano, ahora que la tenía libre de nuevo me encontraba mucho más cómodo y entre eso y la energía del mismo estaba viniéndome arriba.

Además, el cruzarme con José, Antonio, mi padre y Julio, Silvia y Sacra me animó mucho; me extrañó no cruzarme con Castañeda, pero imaginé que no nos habríamos visto porque él entraría en el bucle antes de salir yo.

Ya no tenía referencias por delante salvo al muchacho del Álora, que no cedía terreno ni de lejos, así que me puse a 3:45 concentrándome en la zancada y la respiración.


Al pasar de la zona izquierda de la calzada a la zona derecha para cortar una curva desde lejos me giré y vi a un corredor a una decena de metros y en cuestión de segundos, escuchaba sus pisadas por encima de la música que llevaba en los auriculares.

Intenté pegarme a él, haciendo un kilómetro a 3:41, pero quedando aun 4 kilómetros me pareció un ritmo excesivo y dejé que poco a poco se fuese alejando.

Un kilómetro después, en la bajada del canal de riego hacia el pueblo, seguía al alcance de la vista y estaba alcanzando al corredor de Álora, así que decidí que con tres kilómetros por delante y encontrándome cómodo, intentaría darles caza.

Pasé el kilómetro 19 en 3:35, cogí un botellín en el avituallamiento del recinto ferial antiguo, por el que pasábamos de nuevo, y emprendimos rumbo a la meta.

Entre el repecho para llegar al avituallamiento y la bajada de ritmo para beber, completé el kilómetro 20 en 3:38, pero volví a rodar a 3:35 en el 21, quedando solo el ascenso final a meta.

Me sorprendió que pese a ser un ritmo exigente que salvo en serie no suelo llevar, no me estaba costando tanto mantenerlo como esperaba, pero viendo que muscularmente había aguantado fenomenal toda la carrera, no quise jugarme el sprint y dejé que Francisco Rueda (el corredor del Álora) y Miguel Ángel Sánchez (el único corredor que me adelantó en toda la prueba, con un gran final) entrasen en unas merecidísimas posiciones 16 y 17 de la clasificación general.


Paré el crono en 1:18:29, mi segunda mejor marca en media maratón en las 43 que he disputado hasta la fecha y a menos de un minuto del 1:17:36 que conseguí en Fuengirola el 5 de noviembre de 2017, en un prolífico año en el que estuve centrado sobre todo en carreras populares y medias maratones.

Toca recuperar esta semana y hacer poca cosa, ya que el sábado me esperan esos 50 kilómetros en Santander donde intentaré mejorar los 3:42:46 que conseguí entrenando para las 12 horas de Barcelona, en el Paseo Marítimo de Fuengirola ;)

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