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La Legión 101km24h, Sábado y Domingo 10-11 de Mayo - Comienza la aventura



Estadio de fútbol de Ronda, 11:00. Kilómetro 0.

Tras unos eternos instantes el cohete que debía dar la salida explotó, marcando el instante con el que llevábamos tantos meses soñando.

El público jaleaba, el Speaker se dejaba el alma animándonos y comenzábamos a dar los primeros pasos, a restar los primeros metros a esos 101.000 que teníamos frente a nosotros.

La salida fue un poco lenta en los primeros compases, en los que avanzamos prácticamente trotando en el sitio hasta que cruzamos el segundo arco, y una vez fuera del estadio pudimos poner un ritmo algo mayor.

Éramos una marea humana que inundaba la calle e incluso rebosaba, amenazando con engullir a los curiosos que nos jaleaban.









No tardé en invadir el arcén, en cuanto me fue posible, junto con otros tantos corredores, para abrirme paso a través de la densa marabunta que avanzaba pausadamente.

Muchos de ellos andando pese a tener algo de espacio, creo que a veces toca hacer reflexión sobre estas salidas y actuar en consecuencia (yo, por ejemplo, ahora entiendo que salí incluso demasiado delante, la carrera acaba poniendo a cada uno en su lugar), llevamos meses esperando y queremos estar los primeros, a veces, sin pretender comenzar a un ritmo tan elevado (la salida de los 101 no debería parecer la de un 10k, como pareció).

La cosa es que desde el trallazo de salida hasta el giro a la izquierda que nos introduce en la Avenida de Málaga adelanté, zigzagueando, a media centena de corredores sin demasiada dificultad en cuanto a la velocidad, pero sí en cuanto a avanzar sin tropiezos, que se mantuvieron en menor o menor medida hasta prácticamente el final de la Avenida de Málaga; ahí ya pondría un ritmo más cómodo, con el que correr sin parones ni avances en diagonal.

Ronda estaba echada a la calle, aplaudiendo, gritando, exhibiendo pancartas... avanzaba impulsado por sus ánimos, devorando metros, sintiéndome infatigable, invencible...

Y el ambiente en carrera era fenomenal, con unas ganas de cachondeo por parte de los corredores... "¿falta ya mucho?" "¡Esto está hecho, 100,5 kilómetros más y a volar!" y frases del estilo se repetían entre risas a mi alrededor, contagiándonos a todos con esa mezcla de nerviosismo e ilusión. 

Al llegar a la Carretera Espinel me dejo llevar en la suave pendiente a favor y aprieto el ritmo, notando repentinamente menos peso encima (llevaba cerca de 5 kilos en total entre la mochila y el cinturón).

Un corredor me dice "compañero, acabas de perder un bidón" y al palpar con la mano el cinturón me percato de la ausencia de una de las botellitas cargada con batido de frutos secos, con las que pensaba suplir, junto con los orejones, pasas, naranjas y plátanos, las comidas del día.

Me giro y me encuentro con la incesante marea humana que avanza sin tregua, así que reacciono en segundos y decido darlo por perdido; tengo tres más y 2 litros de líquido en la camelbak, no creo que note su ausencia (o eso espero, mientras continúo avazando).

Giramos en la calle Armiñán y me parece teletransportarme de nuevo al HOLE, aunque el ambiente es hasta más espectacular... No oigo ni el feedback del GPS (configurado para reportar datos cada 500 metros) ni la música, pero no me importa, el público me da alas, el día me pide correr.

Estoy tan motivado que parece que hasta el busto de la glorieta de la Plaza de España me saluda, y atravieso el tajo a 98 metros de altura, cruzando el mítico Puente Nuevo.

Si el día hubiese estado nublado ese momento realmente hubiese parecido un déjà vu, solo faltaba Marcos a mi lado comentándome que si aspiro el aire de la camelbak al revés se comprime y no suena (en esos momentos el estaba disputando la Transvulcania ese fin de semana).

La bajada por la calle Real y la calle Tomilla fue bastante vertiginosa, seguía escalando puestos camino a la cabeza de la carrera casi sin darme cuenta, mientras muchos corredores aprovechaban esta zona de las afueras para evacuar aguas (los nervios de la carrera, yo mismo sentía la llamada de la naturaleza, pero no estaba dispuesto a parar tan pronto...).

Cruzamos por el puente bajo la carretera de Ronda, ascendiendo ligeramente al aparecer en el otro lado de la carretera, y me encontré de bruces con un camión de la legión y varios corredores bebiendo de los grifos que salían de él.

"¿Será este el avituallamiento de Circunvalación? Por la zona tendría sentido..." eché un ojo al reloj, 22 minutos y pocos segundos... se supone que debería llegar a ese punto en 28, sin duda he comenzado demasiado rápido, aunque con esa pendiente a favor en los primeros kilómetros y el apoyo de los rondeños... lo compensaría subiendo más adelante, aún quedaban muchos kilómetros.

Bebí y me eché un poco de agua en cara brazos y nuca y retomé la marcha, mientras un atleta que saludaba a grito de "¡vamos errante!" 

Nunca sospeché que sería "tan" reconocido, si bien es cierto que entre casi 2500 corredores, aunque no escribiese, ya de vista muchos me tendrían que conocer, pero todavía me parece raro que se me reconozca a menudo.

Agradecí el apoyo y continué avanzando, demasiado deprisa según mi GPS estaba promediando poco más de 5 minutos por kilómetro, cuando mi objetivo era 6...

Pero bueno, llegamos a la "criminal" última bajada del HOLE, que en esta ocasión estaba cuesta arriba, aunque la afronté con más ímpetu si cabe que bajando en el HOLE, y eso que tenía ya ganas de llegar a meta cuando bajaba hacia la zona de la circunvalación...
Pese a que me había repetido mil y una veces que no subiría las cuestas corriendo, hasta que a media cuesta una voz no me lo recordó ("¡Errante, las cuestas se suben andando!") no bajé el ritmo.

Al girarme vi a Alex pocos metros por detrás, el legionario que conocí en la Subida a la Cantera de Nagüeles, al que saludé con el brazo (iba sin aliento, pese a que seguía forzando en al subida).

Llegando al final de esa primera ascensión bebo de la manguera que una familia ha colocado en la puerta de su finca y cojo un caramelo que me ofrece un niño en una cesta.

20 avituallamientos no son pocos, y llevo provisiones de sobra encima, pero 101 kilómetros son muchos, y mejor ir hidratado desde el principio y reponiendo lo más frecuentemente posible.

Ascendimos un poco más y llegamos a la zona de pista de la Gran Senda de Málaga que une Ronda con Yunquera; "¡Por fin en sendero, esto es otra cosa!" Voy muy contento, pisando sobre tierra firme y hierba, recordando lo embarrada que estaba la zona ese sábado de Marzo, y, sin quererlo, sigo adelantando a gente, pese a que mi GPS me indica que ya he sobrepasado los 6 minutos por kilómetro de ritmo en el tramo anterior.

Aún tengo un margen sobrado, de hecho, ni si quiera el tramo de cuesta hizo que subiese a 7 o más todavía, así que voy muy motivado, fresco como una lechuga tras prácticamente 7 kilómetros de carrera.

Algunos corredores me saludan a mi paso, y uno hasta me recuerda la última frase del post con los consejos para afrontar los 101 kilómetros que escribí el miércoles previo a la carrera: ":... Da un paso adelante... y luego otro... y que nada te pare compañero."

Reajusto un momento el paso para charlar brevemente con él y retomo el ritmo de a 6 minutos el kilómetro.

Adelanto a un equipo del IV Tercio de Setenil que marcha en perfecta formación y distingo a lo lejos varias equipaciones del Grupo Alpino Benalmádena, por lo que sospecho que se trata de otro equipo.

Me acerco a ellos y los reconozco, son de los que organizaron la carrera de Calamorro, y he coincidido con ellos en otras carreras.

Decido arrimarme a ellos, pero pronto noto que el ritmo va a ser demasiado rápido (rondando 5:30 el kilómetro) y decido despegarme poco a poco.

En poco más de 53 minutos me planto en el segundo avituallamiento, Pilar de Coca, en el que saco casi 18 minutos de margen a mi tiempo aritmético esperando; según el progresivo de mi amigo Rubén voy 5 minutos más lento, pero ya tendré kilómetros para reducir esa ventaja si lo estabilizo en la última parte.

Al retomar la marcha tras pasar por el avituallamiento veo de lejos de nuevo al equipo del IV Tercio, y tras varios metros dudando, decido darles alcance (llevan un ritmo marcial), justo cuando David, el muchacho con el que hablé esperando en la cola de los retretes portátiles del campo de fútbol, pocas horas atrás, hizo aparición...

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