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Andorra Ultra Trail Mític, 2014, Viernes, Sábado y Domingo 10-13 de Julio - Una maleta cargada de sueños... e hidratos


Mijas Costa, 04:50. A 1122 kilómetros de la salida.

La alarma de mi reloj me despierta, pese a que no recuerdo haber soñado, y me incorporo algo confuso y desorientado.

Han sido 4 horas breves de sueño que no han bastado para paliar el desgaste físico en el trabajo de estos últimos días, pero no hay tiempo para más.

Entorno los ojos y me doy cuenta de que estoy en la habitación de Mayte, que comienza a desperezarse, y miro rápidamente el Casio buscando comprobar la hora: temo haberme quedado dormido.

04:52, todo en orden.

Paso delicadamente sobre Mayte, le doy un beso de buenos días y salto sobre el suelo, buscando la maleta.

Repaso rápidamente el contenido (de los 9,6 kilos de la maleta 7 kilos son vestuario deportivo, equipo para la carrera y reserva energética), me visto y bajo a desayunar.

No tengo mucha hambre pero aun así me obligo a apurar un gran tazón de cereales; el día será largo y el ultra, a más de 1.000 kilómetros de la salida, ya ha comenzado.

A las 6 estamos puntuales en el aeropuerto, nos despedimos de Lola, madre de Mayte, que nos ha acercado en coche, y nos sentamos cerca de una de las pantallas, para estar atentos a la aparición de nuestra puerta de embarque.

Poco más tarde se muestra y embarcamos, y tras ocupar nuestros asientos y acomodarnos, intentamos echar una cabezada, yo sin demasiado éxito, ya que aunque mi cuerpo está por la labor, el respaldo del asiento del avión no lo está, y cada vez que consigo quedarme dormido mi cuello se desliza a uno u otro lado del mismo, despertándome de golpe.

A las 08:20, antes de lo previsto, llegamos a Barcelona, cumpliendo bastante bien el planning hasta ese momento, pero mientras buscamos la salida hacia el Aerobús nos cruzamos con un imprevisto que merece la pena investigarse: La primera tienda física de Buff que veo.

El cumpleaños de mi hermana será la semana que viene y se está comenzando a aficionar a los gorros tubulares, al igual que yo, así que decidimos invertir varios minutos y algunos euros en lo que espero que sea un regalo de su agrado, y continuamos con nuestro camino hacia la línea de salida.

El siguiente paso es llegar a Barcelona, y tenemos la suerte de que llega un Aerobús justo cuando llegamos al andén; llevamos cerca de 20 minutos de margen con respecto a nuestra planificación, así que voy algo más relajado, aunque en el Aerobús no me planteo dormir, ya que hay mucho ajetreo y es pleno día, así que intento terminar de espabilarme mientras repaso los tiempos de paso que intentaré cumplir dentro de pocas horas.

Pasadas las 09:30 llegamos al centro de Barcelona, con un tiempo más que sobrado hasta la salida del autobús que nos llevará de la Estación de Sants hasta Andorra La Vella, por lo que aprovechamos el tiempo recorriendo varios de los lugares emblemáticos de la Ciudad Condal.







13:30, Estación de Sants, donde tras varios kilómetros andando y varias paradas en metro (y una en un restaurante de comida rápida para recuperar fuerzas) por fin nos sentamos, mientras esperamos el bus que nos lleve a Andorra.

Se retrasa y comienzo a impacientarme, y tras preguntar 3 veces (al personal de la oficina, conductores de otros autobuses y a personas que esperan otros buses) al fin llega nuestro bus.



Tenemos más de 3 horas por delante y el cuerpo comienza a resentirse del ajetreado día que llevo encima, así que, aunque al principio me cuesta relajarme y desconectar, acabo dando alguna cabezada, aunque con similar resultado al del avión, y a las 3 me doy por vencido y yergo mi dolorido cuello para contemplar las vistas.

Al correr la cortinilla que me protegía de la luz del sol las vistas me dejan sin aliento: Enormes picos se elevan en la distancia, toda la montaña está cubierta por un manto verde y un enorme lago se extiende a nuestra derecha.

Tengo unas ganas enormes de bajarme del autobús y lanzarme a correr sobre la mullida hierba, Andorra me parece preciosa, pero escuchando a una pareja mayor oigo que falta aun cerca de media hora para cruzar la frontera.

Si la estampa ya es de postal... ¿Qué me encontraré ahí arriba?

Estoy impaciente por descubrirlo, doy por perdida la oportunidad de arañarle minutos al reloj con alguna cabezada y me dispongo a contemplar el paisaje que se va extendiendo ante nosotros.

Una vez cruzada la frontera, en una de las primeras ciudades, veo varias banderas y carteles de la Andorra Ultra Trail, y me invade un sentimiento muy extraño al imaginarme, dentro de no se cuantas horas, pasando por esos lugares.

Finalmente, sobre las 17:00, con algo de retraso, llegamos a Ordino, y decido sacrificar el briefing de la prueba a cambio de buscar primero el hostal, dejar las maletas y cambiarme para la prueba; no hay tiempo para ir y volver.

Encontramos, no sin dar un rodeo algo tonto, el hostal Vallmar, donde Mayte se hospedará estos días, dejamos las maletas y comienzo a "transformarme" en el "Corredor Errante".



Llegados a este punto, quiero agradecer nuevamente a Todosdescalzos.com Trekking&Running Marbella la ayuda prestada con el equipo obligatorio para afrontar la prueba, que me calzo y enfundo antes de salir a la calle nuevamente.

En la ida al hostal voy algo preocupado por el tiempo, pero ahora que, tras orientarnos en la oficina de turismo, nos dirigimos hacia la parada del bus que nos llevará a Ordino, comienzo a descubrir y disfrutar Andorra.

Hace calor al sol y fresco a la sombra (el viento es bastante frío incluso al sol), hay muy poca gente por las calles y todo está muy silencioso.

Parece que nos hayamos transportado a una ciudad centroeuropea cualquiera en cuestión de horas, el contraste con el bullicio del centro de Barcelona es increíble.

La ciudad es muy bonita, combina con el verde y la naturaleza que la rodea de forma armoniosa, así como el resto de paradas que vamos viendo conforme nos acercamos a Ordino, capital mundial del ultrafondo de montaña desde ayer, con la salida de la Ronda Dels Cims (170 kilómetros atravesando el país a fondo).

Nada más bajar del bus vemos a varios corredores ya equipados, muchos solo con las mochilas a cuestas, pero otros que parecen que estén a punto de tomar la salida.

Me acerco a uno de ellos y les pregunto si llego a tiempo para algún Briefing, a lo que me contesta que no, y les pido indicaciones para acercarme a retirar mi dorsal.

Ordino es una ciudad encantadora, parece sacada de una película de la Edad Media, aunque en estos momentos es más bulliciosa que la capital del principado, al estar literalmente inundada de atletas por doquier.




El ambiente es increíble, lo que hace que me arrepienta por partida doble por no haber pedido un día libre en el trabajo, en primer lugar para descansar adecuadamente antes del reto, y en segundo, para disfrutar del ambiente que rodea la prueba.

Tras perdernos un poco encontramos el polideportivo donde se entregan los dorsales, y tras esperar brevemente en la cola, llego al mostrador donde recojo mi dorsal, el 1332.



Así mismo, recojo la camiseta y las medias de comprensión cortesía de la organización, dejando listo otro punto del planning, aunque con algo de retraso.




Con todo listo nos recorremos Ordino buscando algún sitio para cenar, aunque antes paramos en una pequeña tienda donde una muchacha con acento francés nos atiende, y compramos una garrafa de agua con la que lleno mi camelbak y los dos botellines de medio litro que llevaré en la carrera.



Organizo, así mismo, la mochila que llevaré en la misma, y me la pruebo, comprobando, como esperaba, que el peso de la misma es bastante elevado.

Tras continuar con la búsqueda de restaurante durante unos minutos más, nos decantamos por uno que ofrece menú "del corredor", en el que degusto una ensalada de atún estándar y un plato de pasta carbonara con boletus excelente, así como el helado, una tarrina de limón.




Ya solo queda esperar para la salida de la prueba, así que tras pasar por el punto que en menos de hora y media será la salida y recoger impredibles, decidimos resguardarnos en el polideportivo, ya que el ambiente se enfría minuto a minuto.

Además, Mayte queda prendada de uno de los gorros tubulares estilo Buff, que me regala en el instante, y que decido llevar conmigo en la prueba, además del que traía ya de casa (viendo como está la temperatura, aun de día, mejor que sobre a que falte).



En el polideportivo busco algún enchufe para cargar el Quechuaphone, aunque sin éxito, pero aún excede el 80% de batería, así que doy por sentado que aguantará este primer "examen".

Por cierto, en la cola de recogida de dorsal vi a un muchacho francés con un Quechuaphone con la pantalla destrozada... espero que el mío aguante más, no sé si el modelo está sobrevalorado o el chico era un poco cafre...

A 30 minutos de la salida me cambio la parte de arriba y me pongo todo el equipo que llevaré en la prueba, revisando por última vez todo el equipo y helándoseme la sangre en las venas.

Se me han olvidado en la habitación del hostal (con suerte) las baterías de repuesto para el frontal, por lo que no podré afrontar la segunda noche, la primera, con suerte, me llegará la luz justito...

Tras hacer malabares con los tiempos de paso y los buses lanzadera de la organización, Mayte se ofrece a madrugar para llevármelas la próxima mañana a La Margineda, en caso de encontrarlas.

Bastante nervioso me dirijo a la zona de control de salida, donde ya comienzan a concentrarse corredores, estando los aledaños a rebosar de espectadores.

Tras pasarme el control de chip comienzo a observar al resto de corredores, con camisetas de Mont Blanc, Tor des Geants y otras pruebas míticas, lo que hace que me empequeñezca al lado de ellos y que me crezca al mismo tiempo, al tener la oportunidad de afrontar uno de estos míticos desafíos al lado de corredores de ese calibre.

También, mientras escuchamos el concierto de Batukada que nos brinda un joven grupo, me doy cuenta de que soy el único corredor sin bastones, lo que me intimida un poco... parece que alguno no lleva bastones, pero no, o los tiene en el suelo o al girarse los veo enganchados a la mochila... mal asunto.



La noche comienza a caer, implacable, como el viento que comienza a soplar en la ciudad, aunque los corredores nos damos calor cerrándonos en piña al principio, y ocupando la totalidad del cajón conforme avanzan los minutos.

Cada pocos minutos me doy la vuelta para buscar a Mayte entre el gentío y decirle algo, no sé cuantas horas tardaré en volver a verla o en hablar con alguien conocido, es extraño y quiero aprovechar hasta el último momento.

Conforme avanzan los minutos se me acerca un periodista, que me pide opinión sobre la prueba, mis expectativas y mis sensaciones ante la misma, se me hace muy raro que a tantos kilómetros de casa y rodeado de corredores de élite que no conozco, me elijan a mi para dedicarles unos minutos.



A escasos 5 minutos del inicio de la prueba, el director de la misma nos dedica unas palabras, y los corredores de todo el mundo (puedo oír, sin moverme del sitio, conversaciones en inglés, alemán, italiano y francés) comienzan a acercarse al arco de salida, mientras yo me quedo en la parte trasera del pelotón.

Con suerte tengo 36 horas por delante, perder 1 minuto o 2 en la salida no va a cambiar nada y quiero disfrutar desde el inicio.




La tensión se palpa en el ambiente, los corredores estamos inquietos... cuenta atrás... se escucha un zumbido que atraviesa el aire y el crono de la prueba, situado sobre el arco de salida, arranca desde 0.

Le doy un beso a Mayte, me vuelvo hacia la salida y el cohete estalla mientras el pelotón cruza la línea que separa el cajón de espera del inicio de la carrera; el reto ha comenzado.


Comentarios

  1. ¡Muchas gracias Miguel!

    Desde luego las condiciones no fueron las mejores, pero bueno, así tengo un plus de motivación para mi próxima cita en los pirineos, no sé si podré volver el año que viene, pero indudablemente, volveré =)

    De momento continuo la redacción del relato, espero poder llegar hasta el primer avituallamiento antes del almuerzo, como siempre es un placer compartir mis experiencias con vosotros.

    ¡Un saludo!

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